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PERFIL

Narcís Serra, el vicepresidente de Felipe González enredado en el saqueo de las cajas

Javier Solana, Narcís Serra y Alfredo Pérez Rubalcaba en 1992

Oriol Solé Altimira

“Antes o después echaremos de menos las cajas de ahorro”. Narcís Serra lanzó esta profecía en la comisión de investigación del Parlament sobre la ruina de las cajas catalanas en 2013. Cuatro años después, lo que echa de menos la Fiscalía es buena gestión en su etapa al frente de Caixa Catalunya (2005-2010).

Serra comparte con Rodrigo Rato el dudoso honor de ser un exvicepresidente del Gobierno acechado por el banquillo de los acusados tras haber ocupado toda su vida asientos de poder: vicepresidente (1991-1996) y ministro de Defensa (1982-1991) en los gobiernos de Felipe González, y alcalde de la Barcelona (1979-1982).

Narcís Serra i Serra (Barcelona, 1943) nació para mandar. Hijo de una familia acomodada de la burguesía catalana, forma parte de las, en palabras de Fèlix Millet, “400 personas que nos encontramos en todas partes” y que tradicionalmente han controlado Catalunya. Es sobrino de dos históricos presidentes de la Caixa de Pensions, ahora reconvertida en CaixaBank: Narcís de Carreras (que además fue su padrino y presidente del F.C. Barcelona) y Salvador Millet Bel.

Serra estudió en los escolapios, se licenció en Económicas en 1965 en la Universidad de Barcelona y completó su formación en la London School of Economics entre 1970 y 1972. Su militancia política empezó en el movimiento universitario antifranquista y el Front Obrer de Catalunya (FOC), la rama catalana del Frente de Liberación Popular (Felipe), crítico con el socialismo soviético y más próximo a la autogestión yugoslava.

En el FOC coincidió con Miquel Roca, futuro padre de la Constitución y abogado de la infanta Cristina en el caso Nóos. Todavía conservan la amistad que trabaron entonces. Ambos fundaron a principios de los setenta una asesoría legal, que Serra compaginaba con su trabajo en la Cámara de Comercio de Barcelona. “Tenía un punto hippie”, recuerda de Serra una de sus empleadas en aquella época, que también destaca el uso del catalán que Serra y Roca fomentaron en el despacho.

Desde su asesoría, Serra y Roca elaboraron en 1971 los documentos del polémico Plan de la Ribera, una enorme recalificación urbanística desde la Barceloneta al Besòs. Los vecinos, convencidos de que el plan respondía tan solo a los intereses especulativos de los propietarios del suelo, lograron frenarlo. Más de 40 años después, Serra acudirá a declarar como investigado a la Audiencia Nacional por los pelotazos fallidos que, según la Fiscalía, causaron un agujero en CatalunyaCaixa de 720 millones de euros.

Muerto el dictador, Serra y Roca dejaron a un lado su militancia radical –como tantos otros– para abrazar opciones más moderadas. Serra escogió la socialdemocracia del PSC, mientras que Roca optó por Convergència. No fue una opción casual: el PSC y CiU ya se preparaban para repartirse el poder en Catalunya con la llegada de la democracia, los primeros desde los ayuntamientos y las diputaciones y los segundos desde la Generalitat. Empezaba así el oasis catalán, ahora convertido en lodazal por los casos de corrupción.

Pese a que optaron por la política, en círculos financieros y políticos de Barcelona siempre se especuló con que la verdadera vocación de Serra y Roca era dirigir la Caixa. Ellos siempre lo negaron.

Puente aéreo a la vicepresidencia del Gobierno

Serra ganó las primeras municipales tras el franquismo y fue alcalde de Barcelona entre 1979 y 1982. “En vez de los vecinos, prefirió acercarse a los militares”, dice con sorna un líder vecinal que trató a Serra en su etapa de alcalde, en referencia a las buenas relaciones que se granjeó con mandos del Ejército y que le permitieron dar el salto al Ministerio de Defensa en 1982. “Fue decepcionante para las clases populares”, añade.

La primera de las muchas 'patatas calientes' que gestionó Serra tras su llegada al Ministerio fue el cambio de opinión del PSOE sobre el referéndum de la OTAN. Le siguieron la separación del Ejército de la vida civil, la reforma de la 'mili' o la participación española en la guerra del Golfo. Acompañó a la cantante Marta Sánchez en su concierto a las tropas desde la fragata 'Numancia' en Abu Dhabi la Nochebuena de 1990.

El pujolismo siempre vio a Serra como la mano oscura que, desde el Ministerio de Defensa, impulsó la querella de Banca Catalana. Según explica el exlíder del PSC, Raimon Obiols, en su libro de memorias, en algunos municipios con mayoría absoluta de CiU se llegaron a aprobar mociones que declaraban al exministro de Sanidad, Ernest Lluch, y a Serra “infieles a Catalunya” y “corresponsables” de promover la causa judicial contra el por aquel entonces 'molt honorable' president Pujol.

Serra ascendió a vicepresidente del Gobierno el 11 de marzo de 1991 tras la dimisión de Alfonso Guerra por el fraude fiscal de su hermano Juan. Eran los momentos más duros del Gobierno de Felipe González, cada vez más acosado por los escándalos políticos: Filesa, Roldán, Rubio, los GAL...

Serra no se libró de las polémicas. Las escuchas ilegales efectuadas por miembros del Cesid durante su etapa en el Ministerio de Defensa terminaron por precipitar su caída en 1995. Todo ello no impidió que mantuviera su escaño en el Congreso hasta 2004 y que asumiera la primera secretaría del PSC desde el 1996 al 2000.

De vuelta a los 400 de Barcelona

Menos de un año después de su baja como diputado, fue nombrado presidente de Caixa Catalunya, en representación de la Diputación de Barcelona, controlada por el PSC. Serra compaginó tanto el escaño como la presidencia de Caixa Catalunya con una de las actividades predilectas de las 400 personas de Barcelona que se encuentran en todas partes: la presencia en patronatos de fundaciones o en consejos de administración.

Fue presidente del prestigioso Centro de Estudios y Documentación Internacionales de Barcelona (CIDOB) entre 2000 y 2012, y del Museo Nacional de Arte de Catalunya (MNAC) entre 2004 y 2011. En este último cargo le sucedió su viejo amigo Miquel Roca. Y entre patronato y consejo de administración, los eventos sociales de postín, como la célebre boda de la hija de Millet.

Serra fue uno de los asistentes de esta “boda de interés nacional”, en palabras de Clara Millet en el juicio. La novia reconoció que a su enlace acudieron más amigos de su padre que de ella. La flor y nata de Barcelona, de los 400 de siempre: Ricard Fornesa (la Caixa, Aigües de Barcelona), Javier y Carlos de Godó (La Vanguardia), Jorge Fernández Díaz (PP) o Xavier Trias i Vidal de Llobatera (CDC), por citar solo algunos de los 200 nombres.

Igual que la burbuja, el prestigio de Serra no dejaba de crecer. En 2008 escribió un libro con el Nobel de Economía, Joseph Stiglitz. La burbuja explotó ese mismo año, sin que Serra corrigiera la excesiva exposición inmobiliaria de la caja. Además, antes de abandonar la entidad, en 2010, dio su visto bueno a los sobresueldos por los que la Fiscalía le pide cuatro años de cárcel en el juicio que se celebrará en los próximos meses en la Audiencia de Barcelona.

Caixa Catalunya, que llegó a ser la quinta caja de España, terminó fusionada con Caixa Manresa y Caixa Tarragona en Catalunya Caixa, que luego cambió su nombre a Catalunya Banc. El Estado inyectó en la entidad más de 12.000 millones de euros antes de venderla al BBVA. Por el camino se despidieron 1.300 empleados. Un desplome similar vivió otra caja liderada por otro exvicepresidente del Gobierno, en este caso Rodrigo Rato, del PP, en Caja Madrid y Bankia.

La principal diferencia con Rato es que Serra no se ha llevado dinero de la caja al bolsillo vía tarjeta black.

A día de hoy, según su currículum público, Serra es vicepresidente de Telefónica Chile y consejero de su filial brasileña. Preside el Institut Barcelona d'Estudis Internacionals (IBEI), ente vinculado a la Universidad Pompeu Fabra patrocinado tanto por administraciones públicas como por grandes empresas privadas. También es vicepresidente de la fundación Pau Casals. Melómano y amante de Wagner, Serra mantiene los cargos propios de uno de los 400 de Barcelona pese a su ocaso judicial como dios del socialismo español.

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