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¿A quién beneficia la abstención?

Eduard Amorós Kern

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Está muy arraigada la idea de que las campañas electorales tienen un carácter informador y de reflexión en la decisión del voto, pero lo bien cierto es que ni lo uno, ni lo otro.

Entender que la gente cambia su ideario político de unos comicios a otros, es similar a entender que uno puede variar su estatura conforme a las circunstancias. Por el contrario, nuestra ideología no es cambiante al menos en el corto plazo, por aquella estupidez que predican algunos de que “quién de joven no es de izquierdas no tiene corazón, y quién de adulto no es de derechas, no tiene cabeza”. Dicho que con toda probabilidad inventó alguien que siempre fue de derechas. La construcción social que desarrollamos sobre nuestra ideología, se construye desde el momento en que empezamos a desarrollarnos como personas, y en este proceso de socialización mucho tienen que ver los principales responsables en el proceso, lo que Cooley acuñó como grupos primarios. Por lo que nos guste más o menos, no dejamos de ser muy diferentes conforme a lo nos han enseñado y hemos aprendido por la influencia de estos grupos.

En este sentido, es importante destacar que las campañas no informan, y en relación a lo anterior, muchísimo menos cambian la orientación del voto, sino que el fin último de las campaña electorales es el pelear contra uno de los grandes problemas a los que se enfrentan los partidos políticos, más en estas elecciones al Parlamento Europeo, la abstención. Aunque algún gran partido vaya diciendo en voz baja “mejor si no se nota que hay elecciones” pues sabe que una alta movilización del electorado podría perjudicarle.

La alta desafección hacia la política, que no viene de ahora, pues si observamos las series del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) sobre la simpatía de la ciudadanía hacia la política y los políticos viene de lejos (ver evolución de indicador de confianza política. Barómetro del CIS) y en un momento como el actual, en el que el desinterés alcanza máximos, es fundamental para algún partido estimular la participación de la ciudadanía. Y en esto las campañas electorales tienen mucho que ver.

Es claro por tanto, que la orientación política o ideológica forma parte de nuestro marco conceptual como personas, y que el objetivo de las campañas es el de tratar de movilizar al máximo a sus potenciales votantes. Más en un contexto que en el que como decíamos, la política y los políticos no gozan de su mejor momento.

¿Es esto casual? ¿A quién beneficia esta desafección? En relación a la primera pregunta, no es un hecho casual. Y aunque no vamos a eximir de responsabilidad a quienes se han podido distanciar de la ciudadanía y deben de tomar buena nota de ello, lo bien cierto es que no es circunstancial que gran parte de los medios de comunicación hayan aumentado esta percepción y que estén alineados con el mensaje de que “todos los políticos son iguales”. Al igual que tampoco lo es que se esté dando cancha a nuevas marcas políticas (curiosamente de corte progre) con el ánimo de laminar al principal partido de la oposición.

Desafección política y alternativas populistas, un brebaje perfecto alentado por parte de los consejos de dirección de los medios de comunicación que tienen por objetivo el de desmovilizar y fragmentar el voto de corte progresista.

A la pregunta de si sirven las campañas políticas, diremos que sí y mucho. Ya que la derecha política, económica y mediática, ya hace mucho que empezó la suya.

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