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El BOE y la misión divina de Rajoy

José Manuel Rambla

El mismo día en que el presidente del Gobierno aseguraba que España había salido de la “pesadilla” de la crisis, el Boletín Oficial del Estado nos comunicaba, para que supiéramos a qué atenernos, que Dios existe (y Mariano Rajoy es su profeta, le faltó incluir). Sinceramente, no sé cuál de estos dos hechos me provoca más espanto. Aunque más que dos, en realidad es un único hecho. Porque si pese a lo que pueda especular Nietzsche, Dios (Allah, en árabe) sigue gozando de buena salud por estas latitudes, ello se debe al empeño y la perseverancia del PP por recuperar durante estos años la modernidad condensada en los sudores axiales de Don Pelayo.

El presidente recupera así el gran relato histórico -el que nos lleva de la traición de Don Julián a las medallas a la virgen de Jorge Fernández Díaz- para dar un sentido a nuestro desasosiego. En última instancia, no hizo más que rescatar el gran mito fundacional de la Reconquista como baza definitiva para afrontar un año que se presenta como la Madre de todas las Elecciones. Porque resulta imposible no percibir el espíritu de reconquista en ese “autorescate” que, según aseguró en el Congreso, hemos protagonizado los españoles. Sacrificios religiosamente asumidos con fe y resignación, sin imposiciones externas pese a la presencia de esos hombres de negro vigilando nuestra contabilidad, cuya dimensión exacta nos descubre ahora el fervor de Rajoy: enlutados personajes de El Greco subrayando nuestras firmes convicciones, antaño en los dogmas de Trento y hoy en los de la Escuela de Chicago.

Autorescate. Reconquista. En definitiva, Cruzada: ese esfuerzo colectivo, pero también individual, por alcanzar una meta superior y transcendente que los musulmanes llaman yihad. Bajo la firme mano de Rajoy los españoles hemos logrado imponernos en nuestra Cruzada contra la crisis. Solo que de nuevo se trata de una victoria edificada sobre la derrota de una parte de nosotros mismos, siguiendo esa extraña inclinación que siempre han tenido nuestras cruzadas a lo largo de la historia: En la edad media, sobre musulmanes, judíos, erasmistas, humanistas; en el siglo XVIII y XIX, a costa de ilustrados, librepensadores; en el siglo XX, condenando a republicanos y rojos. En la Cruzada del siglo XXI le ha tocado el turno perdedora los precarizados, hipotecados y pauperizados.

Es el mal menor. Su sacrificio nos ha permitido salir de la pesadilla, dijo el presidente. Podía haber dicho del infierno, pero ya se sabe que el gallego es poco dado al barroquismo. Algunos creen que el presidente vive al margen de la calle. Pero no es eso. O no es solo eso. Rajoy nos presenta una España sacada de las ilustraciones de un folleto de los Testigos de Jehová, llena de felices individuos que laboran pulcramente vestidos en idílicos valles con montañas nevadas al fondo y mansos leones acompañándoles en la bendita gracia de Dios.

Es la España en la que vive Rajoy mientras Celia Villalobos juega al Froze Free Fall. Una gracia divina que lleva al presidente a asumir el papel de báculo de Dios en nuestro camino a la felicidad. Digan lo que digan los fariseos, el Boletín Oficial del Estado es tajante al advertirnos sobre la “incapacidad de la persona por alcanzar por sí mismo la felicidad” y al recordarnos que el Paraíso no es otra cosa que “la expresión de la amistad de Dios con la humanidad”. Rajoy ungido por la fuerza de Allah y sabedor de que solo la yihad puede traer el bienestar paradisiaco a la comunidad, es consciente de ambos preceptos. Y por eso reacciona iracundo cuando constata las tentaciones que el neopagano populismo lanza sobre su pueblo, con la misma vehemencia con que Moisés reprendió a los suyos al sorprenderlos adorando al becerro de oroAllah.

Mucho se ha criticado el tono de Rajoy en el debate. Pero su firmeza es comprensible viniendo de alguien consciente de lo mucho que España puede perder si cae en la tentación de apartarse del mandato divino que el presidente recibió no de Berlín, como dicen los maledicentes, sino de una zarza encendida que le iluminó en alguno de sus paseos durante sus habituales retiros vacacionales al monasterio de Armenteira. Rajoy sufre la debilidad de su pueblo ante las tentaciones. Por eso espera que los españoles acaten el Boletín Oficial del Estado, aunque sea por imperativo legal, y recen. Cada uno donde y como pueda: los chicos y chicas en sus aulas, los desahuciados por los esquinas y el cardenal Rouco Varela en su ático reformado con medio millón de euros. Lo dicho, un espanto.

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