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¿Caridad o Trabajo Social?

Rubén Cervantes

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Las políticas neoliberales han situado a la ciudadanía al borde del precipicio. La «emergencia social» es ya insostenible para un Estado del Bienestar que sufre maltratos diariamente a manos del gobierno del PP: los menores son el sector poblacional más golpeado (con un 32,6% de ellos que viven al borde de la pobreza), aunque no el único; el porcentaje de población amenazada con caer en exclusión social en España ha aumentado desde 2007 en cuatro puntos: del 23,3% al 27,3%, según datos de un estudio de la fundación Bertelsman Stifing; España ocupa el puesto 21 de la clasificación de los 28 países de la UE en función del nivel de igualdad social, en la que se percibe, una vez más, una acusada brecha entre norte y sur.

Ante esta situación son muchas las iniciativas solidarias y de apoyo mutuo que nacen de la auto-organización de la ciudadanía: banco de alimentos, donación de material escolar, centros sociales que emprenden recogida de ropa, ordenadores... y cualquier objeto o mercancía básica que esté fuera del alcance de una persona o familia que se encuentre en riesgo de exclusión social. Donde el Estado no llega, o no quiere llegar y hasta que la voluntad política cambie, es responsabilidad de la Sociedad Civil rescatar a las personas que más están sufriendo, llenarnos de solidaridad ciudadana y ofrecer los medios para paliar su exclusión y conseguir transformar la impotencia de los afectados en empoderamiento, esto es trabajo social.

Sin embargo uno de los prejuicios más extendidos, incluso entre la gente de mentalidad progresista, es confundir trabajo social con caridad ¿por qué?

Uno de los campos de batalla donde la ideología neoliberal y conservadora nos aventajó durante años fue en el uso del lenguaje cognitivo. Este lenguaje trata de encajar determinados conceptos ideológicos en los marcos del pensamiento común. Uno de los mantras de este lenguaje neoliberal parte de que cualquier persona que se auto-discipline y sea competitiva en esta sociedad del espectáculo podrá llegar a escalar en la pirámide social y convertirse en un «ganador». Por el contrario una persona que no adquiera, o no quiera adquirir, las habilidades sociales formalmente requeridas para el éxito: obediencia, sumisión, competencia, ambición... será vista como una perdedora, como «losers». Para el capitalismo neoliberal no existe peor perdedor que el que necesita la asistencia social, cuanto más desposeído y desprotegido se encuentra, más repudio social causa, ya que se aleja cada vez más del ideal neo-conservador del ganador recto y pulcro que la sociedad aspira tener. Esta concepción tan simple ha acompañado a la globalización del pensamiento y economía capitalista y en la actualidad se cuela, de forma más o menos inconsciente, en las percepciones sobre el trabajo social de muchas personas progresistas, confundiendo en su marco de pensamiento el significado real del trabajo social. La emergencia social se da entre las personas más afectadas por la estructura económica y su actual crisis sistémica, por ello, los «triunfadores» consideran a la asistencia social de primera necesidad como un acto de caridad. Como si los ganadores no tuvieran bastante con su vida de obediencia y sacrificio para encima tener que cargar con los problemas de los inadaptados que no han sabido llegar tan lejos como ellos y se encuentran en situación de exclusión social.

¿Y por qué caridad? Para definir y controlar la comunicación política no hay mejor herramienta que utilizar un lenguaje propio y antagonista con el rival. Si una persona de derechas o liberal quiere superar los marcos mentales de alguien de izquierdas o solidaria, no es recomendable atacar a estos directamente, es más hábil relacionar conceptos opuestos con un fuerte significante antagónico en el pensamiento de nuestro rival. Es decir, para una persona con una identidad progresista el término Caridad está lleno de significantes nacionalcatólicos y reaccionarios, una sociedad de ganadores no necesitamos que una parte de la plusvalía vaya destinada al perdedor que necesita del servicio público, algo en abierta contradicción con el modelo de sociedad de privada, es caridad. Por lo cual un discurso que manifieste la equivalencia entre trabajo social y caridad es muy peligroso y debe ser denunciado como estrategia neoliberal para continuar con sus planes de globalización, privatización, mercantilización, y corrupción de todos los ámbitos de la sociedad, como demuestra el desmantelamiento de la Seguridad Social y las ayudas a la dependencia en el Estado español.

El trabajo social se encuentra repleto de significados progresistas, son su sustancia: dignidad, apoyo mutuo, solidaridad, cooperación y empoderamiento. Una sociedad que no este auto-organizada y que dependa de instituciones neoliberales será una sociedad enferma y excluida, sin posibilidad de desarrollar individuos sanos que aporten al bien común y cooperen con él. La única salida responsable para millones de personas pasa por el cambio de raíz de las actuales políticas sociales y por los actos cotidianos de apoyo mutuo entre vecinos.

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