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El comercio de proximidad, en pie ante el estado de alarma

Mercedes Caballero

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El decreto del estado de alarma, sin duda, nos ha revelado nuevas realidades. Una de ellas, la más evidente, es el aislamiento social tan necesario para frenar la curva de contagios. Esta situación inusual nos llevó a ver en los primeros días imágenes insólitas. Calles vacías, empresas cerradas, colegios y universidades sin estudiantes… pero también colas interminables en la puerta de supermercados ante el temor de las familias a un posible desabastecimiento de alimentos.

Desde el Gobierno, el Ministerio de Agricultura ha sostenido estas semanas que, pese a la excepcionalidad del momento en que vivimos, la producción agrícola, ganadera y pesquera, el transporte y la distribución de alimentos, así como su comercialización a través de la venta minorista al consumidor, forma la cadena de abastecimiento alimentario cuya actividad debe garantizarse. Con todo, el confinamiento y el posible temor a falta de productos en una gran superficie ha convertido al comercio local en una firme alternativa para llenar nuestra cesta de la compra.

Ahora, las tiendas de nuestros barrios o municipios vuelven a ser visibles por el coronavirus. En este episodio inédito en nuestra historia, los pequeños comercios se muestran como un símbolo de la fuerza de nuestros pueblos y ciudades. El comercio de proximidad es uno de los emblemas de la resistencia en esta crisis y un claro ejemplo de valores como la valentía y el tesón, pero también del comercio justo, equitativo y generador de empleo.

Estos locales regentados por trabajadores autónomos que llevan compitiendo durante años con grandes superficies y plataformas de venta online, acogen estos días a sus clientes con una sonrisa y con la certeza de que son una pieza esencial en esta batalla. Panaderías, verdulerías, carnicerías o tiendas de alimentación levantan cada día sus persianas para garantizar el servicio a la ciudadanía cuando más lo necesita. Establecimientos que tenemos a la vuelta de la esquina y que siguen adelante dando la cara frente a una de las peores crisis sanitarias que hemos vivido.

Comprar en comercios de proximidad siempre ha sido una buena alternativa, pero ahora lo es más que nunca. No solo por la calidad de sus productos. Es la mejor forma de dar vida a nuestros barrios, generar riqueza, beneficiar a las familias de nuestros municipios, nuestras personas más cercanas. Pero no solo eso. Al incentivar estos pequeños comercios también damos vida a nuestro entorno más próximo, damos un voto de confianza a aquellas personas que han tenido la valentía de emprender. Cuando un negocio cierra cuesta mucho volver a abrirlo. Por ello, con nuestras acciones, el apoyo a los autónomos es inequívoco.

Consumir en el pequeño comercio supone algo más que una simple elección. Es una decisión mucho más profunda que no solo influye en la buena salud de la economía de un municipio, también promueve un consumo de alimentos saludables, protege el medio ambiente al consumir productos de proximidad, refuerza nuestro compromiso con la sostenibilidad a través de nuestros patrones de compra, incentiva la implantación de nuevos comercios y, en definitiva, su auge es el mejor síntoma de la “buena salud” de una población.

Durante estos días no dejamos de repetir mensajes de unidad para superar esta gran batalla. Es momento de sumar esfuerzos para que este episodio no arrastre a este sector esencial para la vida de nuestros pueblos y ciudades. El comercio local nos demuestra estos días que está en pie frente al coronavirus.

Por ello, quiero reivindicar su fuerza y determinación y animar a la población a elegir el comercio local, ahora y cuando todo esto pase, porqué con nuestros pequeños gestos podemos ser capaces de lograr grandes cambios en nuestro entorno.

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