Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.
Sobre este blog

Este blog pretende transmitir reflexiones sobre música, literatura, arte, pensamiento y cultura en general, sin eludir la dimensión política. Trata de analizar la realidad, especialmente cuando, como ocurre con frecuencia, supera la ficción.

Requiem aeternam

Director, solistas, coro y orquesta reciben los aplausos del público.

0

La palabra latina requiem es el acusativo de requies, que significa “descanso”. Es la primera en la oración Requiem aeternam dona eis, Domine, con que se inicia el texto latino de la Misa de Difuntos cristiana procedente de la tradición gregoriana. Significa literalmente “Dales, Señor, el descanso eterno”. Por eso se habla de Misa de Réquiem o sencillamente Réquiem para referirse a las composiciones musicales de carácter fúnebre con el texto litúrgico. Incluso a aquellas que no lo utilizan, como el célebre Ein deutsches Requiem (Un Requiem alemán) de Brahms, con textos bíblicos en lengua alemana. 

En los últimos tiempos hemos asistido en València a la a interpretación de tres ejemplos muy diferentes de composiciones que llevan ese nombre. El primero fue el de Gabriel Fauré, el pasado 19 de septiembre, en un concierto solidario de la Orquesta y Coro RTVE por las víctimas de la dana, en el Palau de les Arts. Los otros dos formaban parte de la temporada de abono del Palau de la Música: el de Mozart, el 4 de noviembre, y el de Verdi, el 14 del mismo mes. Este último cerró el sobrevenido ciclo con una interpretación intensa y romántica, en la que el director alcoyano Jordi Bernàcer supo acentuar acertadamente los violentos contrastes de una obra que se ha asociado con la terribilità dantesca de las pinturas de Miguel Ángel en la Capilla Sixtina. Cantó el Orfeón Donostiarra, con la Orquestra de València y un cuarteto integrado por Carmen Solís, Ana Ibarra, Saimir Pirgu y Marko Mimica. El tenor Pirgu, que triunfó en La Bohème de 2022 en el Palau de les Arts, sustituyó a última hora al anunciado Sergio Escobar, por indisposición de este. Su interpretación fue lo mejor del cuarteto solista, con el barítono Marko Mimica, de noble timbre, aunque quizá algo corto de potencia ante los nutridos efectivos orquestales y corales. La soprano y la mezzo tuvieron algunos ostensibles problemas de afinación. La orquesta presentaba una cuerda con 50 profesores (14 violines primeros, 6 contrabajos) y en el coro había 52 voces masculinas y 48 femeninas. 

El Réquiem de Fauré es el posterior cronológicamente, ya que fue compuesto en 1888 y se interpreta habitualmente la revisión que el autor hizo en 1900. El de Mozart es un siglo más antiguo, ya que lo estaba escribiendo en 1791, pero la muerte le impidió acabarlo. Lo completó su discípulo y ayudante Franz Xaver Süssmayr. El de Verdi fue estrenado en 1874 en Milán, en memoria del escritor Alessandro Manzoni, muerto el año anterior. Gabriel Fauré, que era creyente, escribió un Réquiem que trasmite una esperanzada melancolía. Omitió el Dies irae y añadió al final In Paradisum, un texto procedente del medieval Officium defunctorum, que deja una sensación de serena paz. El de Mozart, católico convencido, transmite el vértigo de quien se encuentra a las puertas de la muerte, aunque espera la vida eterna. Muy diferente, sin embargo, es el del agnóstico Verdi, impregnado todo él de una trágica desesperanza, evidenciada por los acusados contrastes de la partitura. 

Se ha dicho, a veces con intención peyorativa, que el Réquiem verdiano es operístico. El director de orquesta Hans von Bülow lo definió como “ópera con vestimenta eclesiástica”, lo que no se ajusta a la realidad, aunque la obra presente una evidente fuerza dramática, lógica en un Verdi de 60 años que ya había compuesto Don Carlos y Aida. Brahms acusó a Bülow de cometer “un error enorme” y añadió que “solo un genio pudo construir esa obra”. Es cierto, y también que hay mucho de operístico en ella. Es operística a menudo la escritura para las voces solistas, pero no la concepción global del Réquiem. Verdi busca nuevos sonidos en la orquesta y el coro para construir un poderoso retablo romántico sobre el terror humano ante la nada.

El inicio de la obra fue estremecedor, con el pianissimo de las voces masculinas al cantar la palabra Requiem sobre la misma nota. Les responden sopranos y contraltos antes de cantar todos juntos Requiem aeternam,también en pianissimo. El Dies Irae es un ejemplo del otro extremo, marcado Allegro agitato y fortissimo, con los golpes de bombo y timbales y las escalas descendentes en los violines que parecen describir la bajada a los infiernos. Especialmente característico de esta obra es el Tuba mirum, con el preludio de las trompetas, una parte de las cuales son marcadas lontane por Verdi, y Bernàcer las situó a ambos lados del coro (dos y dos), en la parte más alta. 

Liberame, Domine, de morte aeterna in die illa tremenda canta la soprano solista sobre la nota do y le responde el coro al unísono en un susurro marcado con cuatro p en la partitura. Es uno de los finales más impresionantes de la historia de la música, que transmite una desgarradora sensación de angustiada soledad. El público respetó un largo silencio antes de aplaudir con intensidad.

Sobre este blog

Este blog pretende transmitir reflexiones sobre música, literatura, arte, pensamiento y cultura en general, sin eludir la dimensión política. Trata de analizar la realidad, especialmente cuando, como ocurre con frecuencia, supera la ficción.

Autores

Etiquetas
stats