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Ideología de la seguridad

Simón Alegre

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Durante el ocaso del siglo pasado, reputados pensadores como Francis Fukuyama esgrimieron el fin de la Historia ante la defenestración de las grandes ideologías omnicomprensivas. Los atentados del 11-S desmintieron tal versión de los hechos.

La amenaza que tan crudamente revelaron requería una respuesta global, una nueva homeostasis para el orden mundial aún liderado por Estados Unidos.

El terrorismo internacional se erigió en la competencia que, por su marchamo evidentemente negativo, podía seguir reforzando y sustentando el sistema de Estados post-Guerra Fría.

Debido a la complejidad inherente a un fenómeno tan multifacético como el terrorismo, las políticas que lo abordarían en el ámbito de las relaciones internacionales contarían con sus correspondientes reversos en materia nacional.

Es así como la ideología de la seguridad, el abuso de un legítimo orden por encima de la libertad, se extiende por Occidente. Un Leviatán hobbesiano que se extralimita en las condiciones del Contrato Social. Asimismo, los italianos cuentan con un vocablo, liberismo, para compendiar liberalismo económico y conservadurismo social, que son los progenitores de la mentada ideología de la seguridad, el Telón de Acero de la nueva era.

La ideología de la seguridad se camufla entre nuestras necesidades más comunes porque tiene un acceso privilegiado a los mass media. Se convierte en una de nuestras pulsiones básicas porque determinados telediarios nos machacan sistemáticamente con sucesos y deportes, noticias con verdugos y víctimas incuestionables. Nos meten. Mediante su aguja hipodérmica, el miedo en el cuerpo y ello aumenta exponencialmente las plantillas de las FOP y la seguridad privada.

El ciudadano, mientras tanto, inerme ante la avalancha de datos y aseveraciones oficiales. Te espían, pero es por tu bien. Los dirigentes a los que una mayoría social votó, que además alardean de patriotas, se pasan la soberanía popular por el forro para plegarse a intereses foráneos. Y si te quejas, te remiten a difusos requerimientos de superior orden jerárquico.

Por último, la ideología de la seguridad puede parecer de derechas, pero queda patente que la socialdemocracia también la aplica con convencimiento. Sirvan como ejemplos la Ley Corcuera o las deportaciones decretadas por el gobierno de Hollande.

En definitiva, una tendencia que va calando en los subconscientes y que sólo escandaliza cuando se plasma en una reacción tan desproporcionada como la nueva Ley de Seguridad Ciudadana.

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