Esa irreductible muchachada scout
Ya se sabe que no hay una realidad única. Por lo menos hay dos. La de dentro y la de fuera. Las dos viven a la par, con sus discusiones, con sus afectos y diferencias, con su permanente interpelación mutua para que la de dentro permanezca tranquila y sosegada -consciente del deber cumplido- y la de fuera sea el resultado, siempre enriquecido, del debate llevado a cabo entre las dos realidades. Esa mezcla de realidades se da en nosotros mismos. Y cada uno la resuelve como puede para no acabar más loco que Machín con aquello de amar dos realidades a la vez y no estar loco. También se da en los partidos políticos. Y aquí la cosa es si cabe más compleja. Cada partido se aplica el cuento y entabla con más o menos entusiasmo la discusión entre lo que se cuece en sus entrañas y lo que al mismo tiempo está sucediendo en sus alrededores. Es así como se va construyendo la materia orgánica de los partidos y a la vez la intervención de esos partidos en la realidad política circundante.
Sin embargo hay veces en que los partidos ciegan la salida al exterior y lo que hacen es vivir a tope lo que pasa dentro de sus tripas. Es lo que desde hace años -muchos años- le está pasando al Partido Socialista. Su única lógica es la interna. Me hace gracia que intentemos encontrar en sus comportamientos la lógica de las dos realidades. No existe esa lógica dual: sólo la interna. Lo que sucede fuera le importa poco. Todo el tiempo lo dedican sus miembros a las batallas en su propio territorio interior, como si trataran de exorcizar a lo bruto aquella tensión que amartillaba el ánimo de Teresa de Jesús y que ella solventaba cocinando estupendos guisos y poemas. El Partido Socialista no cocina estupendos guisos ni poemas sino una mezcla explosiva de tentaciones de poder interno y la filosofía cainita que se asienta y desarrolla en el odio al compañero o compañera de partido que hace oídos sordos a sus requerimientos de poder. Esta filosofía no es nueva. La impuso sin contemplaciones el responsable máximo de lo que hoy está quedando del PSOE. Hablo de Felipe González. Este hombre pertenece al club de los multimillonarios del planeta, anda enredado en asuntos más o menos turbios que atañen sólo a esos multimillonarios: pero, por muy raro que nos parezca, sigue mandando en su partido. No se atreve a toserle ni dios.
La lógica interna del partido, bajo la vigilancia estricta de Felipe González y su muchachada scout, se acaba de decantar por la negativa a construir una estrategia conjunta con la izquierda para el Senado. Esa decisión es especialmente grave para el socialismo valenciano. Aquí se podría haber dejado sin representación senatorial al PP pero la valentía inicial de Ximo Puig se ha visto anulada por la orden superior de acudir en solitario a los comicios de junio. Una decisión que ha llenado de insatisfacción al socialismo autóctono y de alegría a Isabel Bonig, que venía abogando, con el cinismo que la caracteriza, por un socialismo valenciano fuerte y alejado de los “comunistas”. Esa estrategia conjunta era la manera más clara y sencilla de arrebatar la mayoría absoluta al PP en una Cámara que, mientras dure, será el tapón inconcebible a las decisiones que salgan del Congreso. Desde la lógica exterior no se entiende. Si Pedro Sánchez quiere ser presidente, le interesa un Senado que le permita gobernar sin el obstáculo que supone un Senado en manos absolutas del PP. Pero claro, a lo mejor Pedro Sánchez quiere ser presidente pero Felipe González no quiere que lo sea. Ni Susana Díaz. Ni Eduardo Madina. Ni Tomás Gómez. Ni una lista enorme de jefes del partido que lo que quieren -lo que ya querían el 20D- es que su candidato pierda las elecciones el 26 de junio para que sea Susana Díaz la nueva jefa del partido. Ésa es la lógica interna del Partido Socialista. La única que contemplan. La de fuera no les interesa. Les da igual. Les importa poco lo que se les diga, que algunas voces interiores y muchísimas exteriores les digan que se están suicidando, que sus bases -esas bases de gente pequeña que se dejan la vida peleando a cara de perro con el PP- se merecen un respeto, que hace ya muchísimos años que la calle ya no lo percibe como un partido de izquierdas, que es una auténtica barbaridad que las altas instancias del partido clamen por una gran coalición de gobierno en España presidida por el Partido Popular.
Mientras tanto, la campaña electoral está en marcha con todas sus baterías cargadas para la victoria. Todos los partidos se reclamarán aspirantes a esa victoria. El PP y Ciudadanos se arman para formar pareja de baile en la pista donde se exhibirán los resultados. No lo tienen fácil porque los votantes de Rivera que salieron por piernas del PP volverán a su origen al sentirse traicionados por el pacto anterior con los socialistas. Lo tiene más fácil -o eso creo- la coalición de izquierdas. Con Podemos, Izquierda Unida, Compromís y las confluencias varias que se anuncian es muy posible que se alcance una mayoría que, con los votos del PSOE, consiga cambiar esa especie de destino aciago a que este país parecía condenado los últimos años. Pero claro, hay que señalar un matiz importante que tiene que ver con la lógica interna y externa de los partidos. Es muy posible que el sorpaso de la izquierda sobre el PSOE se produzca. Y ahí vendrá el espectáculo: ¿a quién y qué apoyarán entonces Pedro Sánchez y los suyos? Lo que apoyarán Felipe González, Susana Díaz, Madina y tantos otros del cainismo interno está muy claro: convocar el Congreso del partido para defenestrar a Pedro Sánchez y promover la gran coalición gubernamental con el PP y Ciudadanos. Pero aquí la pregunta: ¿sacará de una vez la cabeza el Partido Socialista de su lógica interna y la pondrá a discutir con lo que pasa en la calle? Hablo del Partido Socialista en el que alguna gente aún confía. No en el de Felipe González ni su muchachada scout. De ese Partido Socialista hablo. De ése.