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Subir el salario mínimo no es el enemigo del empleo

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El pasado martes el Banco de España hacía público su informe sobre: Los efectos del salario mínimo interprofesional en el empleo. En dicho informe se concluye que la economía dejó de crear del orden de 180.000 empleos debido al aumento del salario mínimo (164 euros mensuales) y de cuyo resultado se han hecho eco la mayoría de medios de comunicación, pero sin entrar en otro tipo de consideraciones. 

En el citado informe se puede extraer: la decisión de subir o no el SMI no puede circunscribirse al impacto de este instrumento en un solo factor. En el caso de haber agentes beneficiados y perjudicados por una medida de este tipo, sería conveniente analizar la importancia de los cambios en la renta de los diferentes colectivos, así como el impacto de estos cambios en variables agregadas relevantes, como el consumo, la inversión y el ahorro. 

En este sentido, el informe solo ha tenido en cuenta, según reconocen sus autores, el impacto del incremento del SMI en el empleo, pero advierten: quizás existan argumentos de mejoras en la equidad que podrían compensar el incremento de desempleo involuntario que podría derivarse de un aumento del SMI.

Asimismo, el informe advierte: hay que ser cautelosos en la interpretación de los impactos estimados.

En este contexto, creo que sería adecuado tomarles la palabra y poner en tela de juicio algunos de los argumentos expuestos. 

No es cierto que el aumento del salario mínimo realizado por el gobierno de Sánchez destruyese empleo, como citan muchos medios de comunicación.  Si los datos son sagrados y las opiniones son libres, es interesante aportar determinados datos que pueden poner claridad y precisión.  

Así, durante el ejercicio 2019 (período del informe) el empleo creció en más de 402.000 personas que representa el 2% de incremento (idéntico resultado que el facilitado por la Seguridad social). Por su parte, el desempleo se redujo en más de 112 mil personas (-3,4%), según la Encuesta de Población Activa (EPA).  

Según el supervisor bancario, el aumento del SMI ha tenido un mayor impacto adverso sobre el empleo entre los trabajadores más mayores del mercado laboral. Al mismo tiempo, los jóvenes han sido el colectivo que más ha visto reducidas sus posibilidades de encontrar un trabajo.

De nuevo no resulta complicado verificar la certeza de dichas argumentaciones y comprobamos que el empleo de los mayores de 55 años aumentó en más de 227.000 lo que equivale a concentrar del orden del 60% del empleo total creado con un crecimiento interanual (+6,7%) muy superior a la media del período (2%).  

Por su parte, entre los más jóvenes (menores de 25 años) el empleo creció en 57.000 que representa aproximadamente el 7% de crecimiento frente al 2% de la media.  De este modo, su tasa   de desempleo disminuye en 0,60 puntos porcentuales. 

Por lo tanto, subir el salario mínimo no ha dañado el empleo sino más bien todo lo contrario. Debemos considerar que la variable empleo no tiene que ser el único factor que justifique el aumento del SMI, sino también la equidad y la igualdad. De este modo, su aumento es evidente que ha beneficiado y mejorado la capacidad económica de los 1,5 millones de personas que perciben el SMI, y que trabajan en sectores que se han visto muy perjudicados, debido a su vinculación, por las restricciones al COVID-19 y, por lo tanto, en puestos de trabajo más precarios y vulnerables. 

Además, el informe del Banco de España no concluye en los mismos términos que se expresan determinados medios de comunicación. En concreto: por el incremento del SMI, hubo un menor crecimiento del empleo colectivo con menores salarios. Resulta muy difícil de saber si es por el aumento del propio SMI o porque ha existido una disminución en la cartera de pedidos de las empresas. Su decisión de ampliar plantillas es debido a que esperan aumentar sus ventas. El aumento del empleo no está relacionado con su nivel salarial, sino con el volumen de actividad. Sin olvidar que si aumenta el poder adquisitivo de cierta parte de la población aumentará el consumo por el crecimiento de la demanda de bienes y servicios.  

No es moralmente defendible aliviar nuestra situación económica a costa de algunas de las personas más pobres y más vulnerables de nuestro país. No debemos olvidar que el objeto de la revisión del SMI fue que las personas con bajas rentas salariales pudiesen recuperar parte del poder de compra perdido durante los años anteriores.

Por último, en materia de cohesión social el salario tiene una dimensión superior a todo tipo de prestación. Sin olvidar que es un instrumento eficaz de reducción de las desigualdades. Para bajar el paro no es necesario favorecer la multiplicación de puestos de trabajo mal pagados. El salario no es el precio de una mercancía, sino más bien el principal medio de vivir para la mayoría de las personas. 

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