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La pérdida de votos y el auge de Compromís-Podemos debilitan a Puig

Ximo Puig.

Voro Maroto

“Los que habían decretado la muerte del socialismo han fracasado”, dijo Ximo Puig, presidente de la Generalitat y líder de los socialistas valencianos el domingo tras las elecciones generales. Seguramente, así es, pero los resultados del PSPV-PSOE no son buenos. Con respecto a las generales de 2011, pierde siete puntos (26 contra 19%) y 170.000 votos (700.000 por 530.000). Por dar perspectiva, en Alicante, la segunda ciudad de la Comunitat Valenciana, votaron 173.00 personas el domingo.

Los resultados no son satisfactorios aunque si “honorables”, defendió el President, que aseguró que los comicios estatales no tendrán influencia en el Consell. Compromís y Podemos se han apresurado a ratificar las afirmaciones de Puig que, no obstante, es más débil que antes de las elecciones. Por varias razones:

Se convirtió en presidente, tras unas negociaciones a cara de perro con Compromís, porque, excluido el PP, su partido fue el más votado. Sin embargo, una reedición de la entente entre el partido de Mónica Oltra y el de Pablo Iglesias le daría la presidencia -de repetirse los resultados de este domingo o el de las autonómicas de mayo- al candidato de Compromís-Podemos.

Podemos -Y Compromís-Podemos- va al alza y el PSOE (también el PSPV) a la baja. Los socialistas valencianos no ocultan que llevan muchas elecciones perforando, convocatoria tras convocatoria, su suelo electoral. La tendencia de fondo parece inalterable. Y ni la presidencia de Puig ha logrado revertirla.

La delicada situación del PSOE puede jugar contra Puig y el PSPV. Pedro Sánchez, candidato socialista a la presidencia del Gobierno, tal vez tenga que elegir entre lo malo -unas elecciones anticipadas con Podemos cotizando al alza- o lo peor (faciltar un gobierno en minoría del PP con una abstención). Ese escenario podría ser la puntilla para los socialistas valencianos, que se verían arrastrados por una decisión tomada en Madrid a la que Puig ya se ha opuesto.

No son buenos tiempos para Puig, un presidente en minoría que, no obstante, aún puede tener mucho que decir. Una buena gestión en la Generalitat podría tener premio en las autonómicas de 2015. La estabilidad del Consell está, de momento, asegurada. Y Sánchez, en vez de escoger entre susto y muerte, también podría ser presidente del Gobierno gracias a una improbable pero no imposible alianza con Podemos, Unidad Popular y otros partidos de izquierda o nacionalistas.

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