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Podem, el Botànic y Juego de Tronos

Antonio Estañ

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Algo que escuché recién entrado a Les Corts fue que Mónica Oltra era una gran fan de la serie danesa Borgen; hace unos días, en las declaraciones en las que el actual Secretario General de Podem, Antonio Montiel, anunciaba su renuncia a presentar candidatura, afirmaba querer alejarse de “el juego de tronos”; incluso he compartido alguna mesa con Manolo Mata, síndic del PSPV, donde se refería a House of Cards para explicar algunos aspectos de la acción parlamentaria.

La política en los últimos tiempos ha ganado espacio mediático y cultural y las referencias a series como éstas suelen ser frecuentes para establecer comparaciones con la realidad política. El problema que presentan es que, con mayor o menor realismo, muestran la política como una cuestión de carácter personalista, mediada por acuerdos que unos señores toman en espacios muy concretos, haciéndose trampas, giros de trama, traiciones y amagos dentro de los despachos, alejados de la sociedad. Esta dimensión existe, por supuesto, y hay que contar con ella, pero no es ni la única ni mucho menos la fundamental o definitoria de lo político, ya que deja fuera del mismo toda la dimensión de lo social, como si la sociedad fuera un mero “decorado” ante la actuación de personajes -y por eso algunos somos más de The Wire, que muestra el carácter estructural y relacional del poder-.

L’Acord del Botànic, su pervivencia y equilibrios, son cuestiones que han marcado la política valenciana y en cierta medida la 2ª asamblea de Podem pero explicar estas cuestiones desde el personalismo -el juego de tronos-, no sólo no nos dará una visión fiel del tema, sino que nos muestra cierta incapacidad de integrar a la sociedad en las transformaciones que este pacto debía y debe suponer para el futuro del País Valenciano. Sobre todo, cuando este pacto debía ser con la sociedad valenciana.

La vida parlamentaria y la gestión de gobierno centrada en lo inmediato y urgente favorece esta visión y además impide una mirada larga y ambiciosa. La atención a la urgencia a menudo dificulta la capacidad de abordar transformaciones de calado que perduren en el tiempo. Por eso, el rol fundamental de Podem en esta etapa tenía que basarse en dos aspectos y hacer aquello que los miembros del Consell no podían hacer:

Hacer a la sociedad valenciana verdaderamente partícipe de l’Acord del Botànic como partido-movimiento en contacto permanente con ella; y situar la mirada más lejos, pensar cambios más profundos, plantear estrategias más valientes. Concentrarse en delinear las grandes políticas de transformación a largo plazo.

Dos aspectos que en el fondo son uno, ya que para consolidar y profundizar esas políticas del cambio es imprescindible que nuestro pueblo las acompañe, es necesaria una sociedad civil que fiscalice el ejercicio del poder institucional, plantee exigencias y se movilice cuando las demandas populares no sean atendidas y, a la vez, defienda y proteja las conquistas alcanzadas. Necesitamos generar un clima cultural en nuestra sociedad de manera que quien gobierne, independientemente de quien sea, tenga que respetar las políticas sociales y democráticas logradas hasta el momento. Necesitamos desarrollar medidas para que la corrupción sistémica sea imposible de nuevo; pero además es necesario crear instituciones en el seno de la sociedad civil como medios de comunicación, espacios de producción intelectual, organizaciones sociales que consoliden las mejoras sociales conseguidas y pugnen por profundizarlas de manera constante. Desarrollar un movimiento popular que defienda las conquistas y empuje para llevarlas más lejos.

Durante sus dos décadas de gobierno, el Partido Popular desarrolló una hegemonía cultural que no se basaba solamente en el poder institucional, sino en generar un proyecto autonómico compartido basado en dos elementos: uno, la promesa de enriquecerse de forma fácil y rápida sobre la base de un modelo productivo cortoplacista y que fomentaba la corrupción; y dos, una identidad valenciana que recogía elementos regionalistas y se construía a partir de la división y la confrontación simbólica entre el propio pueblo valenciano, fomentando su desvertebración.

Este es el reto actual: construir los apoyos sociales suficientes para que el retorno del Partido Popular no sea posible en las próximas décadas actuando en esos dos sentidos.

Sustentando un modelo productivo alternativo que asegure empleo de calidad, bienestar y la sostenibilidad de nuestro territorio a largo plazo, algo que pasa, entre otras cosas, por ganar autogobierno y convertir la reivindicación de una financiación digna en una demanda arraigada en nuestro pueblo. Y construyendo una identidad colectiva valenciana nueva, asociando la idea de “lo valenciano” a un orgullo popular arraigado territorialmente, inclusivo, diverso y opuesto a las élites que lo saquearon.

Esta tarea no puede recaer en manos del PSPV, en crisis de legitimidad y proyecto por su falta de valentía y complicidad con la reelección de Mariano Rajoy, que cierra filas entorno a Susana Díaz y un modelo de España de corredor central y que representa la decisión del PSOE de acercarse al PP en vez de construir un país nuevo.

Ni tampoco puede ser una tarea exclusiva de Compromís, con límites bien delimitados para penetrar en la diversidad del País Valenciano y ahondar determinadas políticas.

En esa tarea Podem tiene que jugar un papel dirigente, autónomo y valiente; ser el catalizador de un nuevo proyecto valenciano que nos permita construir una alternativa social y cultural de bienestar y riqueza. Esa función no se puede abordar con una receta redactada en Madrid, ni con una visión puramente institucional. Ese es el debate fundamental y político de la 2ª Asamblea Ciudadana de Podem, cómo convertir Podem en lo que necesita el proyecto valenciano para sustentar y profundizar el cambio.

Estamos en un momento definitorio para el futuro del País Valenciano tras 20 años de Partido Popular y nuestro inusual estado en la política estatal, debemos definir el papel de Podem para definir el proyecto valenciano hacia un futuro de cambio político que signifique el bienestar de nuestra gente y la protección de nuestra tierra ante los que sólo han jugado con ella.

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