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OPINIÓN

V I V I E N D A

House Wall on the River, 1915, de Egon Schiele.

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No se puede titular este texto “la noche de los goteros largos” porque sería una barbaridad. Vivienda. Hay ciertos problemas en este país que debemos abordar de forma transversal y comprensiva, alejándonos de recetas mágicas que simplifiquen... Vivienda. Pero ¿por qué ahora…? Vivienda. V I V I E N D A. No hay vivienda. O la hay, pero inalcanzable. Y esto no es por la certera intervención de Rufián del otro día ni por el anuncio del teléfono 047. Un número empoderador para informar sobre vivienda. Es porque salta a la vista y es una de las mayores preocupaciones sociales. Vivienda. Que de 45 años para abajo, los que tienen pisos en propiedad los han recibido de sus padres —por lo menos la entrada—. Vivienda. Y esa entrada incluye un 20% del valor del piso para la hipoteca + 15% de gastos de compraventa (datos de Valencia para PRIMERA vivienda). Porque los papis que pueden trafican algo llamado “la herencia en vida” con la esperanza de que a su descendencia se le quite la cara de miedo en algún momento antes de los 40 años. Vivienda. 

Porque para ir tirando la gente hace de todo. Y especula con lo poco que tiene. Vivienda. Si no, se mete en trullos espantosos en los que es díficil imaginar ninguna vida decente. Porque se habla tanto de decencia en el congreso. Vivienda. Y luego están los que le sacan partido a cada magro cuarto de su casa, alquilándolo a estudiantes americanos a los que sirven three-meals-a-day para que dejen sus calientes 600 euritos al mes. Si los aprietan un poco, les caben hasta dos. Vivienda. Les sonríen, les dicen que Valencia es “super sunny, a very nice and warm city”, a la que vez que miran su cuenta bancaria de reojo en el móvil. Las mieles del co-living. Mmmmm. Mi sueño húmedo de yumer es vivir en un bajo de 35 metros cuadrados, con luces frías e infestado de cucarachitas. Y ponerlo en Airbnb, si no me pilla el casero, mientras me voy en Fallas a casa de un colega; capaz que le saco 500 pavetes. Fantasía neoliberal. 

Por otro lado, están los pensioners, los pensionistas. Los que trincaron, vaya. Ellos no quieren hablar de vivienda. No mucho. Inquietos tal vez por el sordo rencor de las generaciones siguientes que, sí, sí quieren. Es normal que las personas mayores tengamos más que las que vienen por detrás, dicen. Tampoco estamos montados en el dólar, se defienden, pero es difícil hacerlo con un perro rabioso ladrando a la puerta de su segunda residencia. Ellos (¿ustedes?) sienten que se lo han ganado. Y tienen razón; son derechos adquiridos, lo diría cualquier sindicalista. Pero no hay vivienda (o sí la hay, pero no para quien empieza, vaya). Y no se construye vivienda de protección oficial; ni los que tienen las competencias, ni los que no. NADIE. Y, mientras, a jugar a que estamos conteniendo el alza del alquiler, como si no se hubieran llevado casi todos los pisos al mercado del alquiler de temporada, por lo que sé, desregulado.

La única esperanza de un señor de 42 años, cuenta en un reportaje de terror, es que se mueran sus padres y heredar su piso. Cría cuervos. Cualquier crisis que hace tambalear la vida de un adulto, hoy, lo lleva de vuelta a la casilla de salida paterna, de donde otros nunca se mueven. Porque la parte del pastel de la vivienda asumible ha desaparecido. Oh, lo siento, llegaste tarde. Nosotros también lo tuvimos difícil. Hay que contestar, entonces: te enseño unos grafiquitos con el esfuerzo económico que dedican los hogares a vivienda hoy en día y comparamos. Te desafío en el río al amanecer. Es broma, señores: los que pueden ayudan a sus hijos. Pero no todos pueden. Y otros han hecho de la propiedad inmobiliaria su forma de vida ¿Por qué no lo decimos? Hay grandes tenedores también entre los boomers que especulan y votan a derecha e izquierda indistintamente.

Entonces, en según qué ámbitos, se escuchan cosas como que el problema es que llegan nosécuántos inmigrantes cada año y claro. O que son el miedo a la okupación y las restricciones del Gobierno las que han jorobado el mercado del alquiler. Mis hijas, que también oyen por ahí sus cositas, me dicen un día mientras vamos al parque: por cada mil okupaciones, un desalojo. Yo pienso, no debería preocuparos: sois cuatro, no vais a tener casa que os ocupen. Así que toca tener a mano ciertos datos como los que sintetizó Rufián: que más de un 50% de las nuevas operaciones de compraventa se hacen sin hipoteca o que solo el 14% es para primeras residencias. Que no se está gravando como toca la entrada de capital especulativo con la vivienda. Les cuento también que no es fácil ahorrar y que esa es la única manera de comprar una casa. Les estoy dando sus primeras lecciones de economía turbocapitalista en lugar de hablarles del verso en Calderón o del símbolo en Borges. Soy un fracaso como madre. 

Mis hijas, que también oyen por ahí sus cositas, me dicen un día mientras vamos al parque: por cada mil okupaciones, un desalojo. Yo pienso, no debería preocuparos: sois cuatro, no vais a tener casa que os ocupen

Lo arreglo como puedo, cuento por la noche la fábula de la cigarra y la hormiga, pero no me gusta el mensaje que estoy dando. Las familias estamos pringadísimas a este nivel; hablen con quien quieran que no lleve a sus hijos a un colegio carísimo, claro. Una de mis hijas hace sus cálculos para saber cuánto necesitará para vivir y es como si viera los números desfilando por su cabeza. En fin, qué quieren: salvo que vivan entre algodones, los niños huelen las preocupaciones, saben que si has trincado un alquiler medio decente no te puedes mover. Quieto parao. Que quien pilló casa en propiedad tiene un tesoro. Que no hay. Ya no hay vivienda decente para los que llegan tarde.

¿Gaza? Ok: vivienda. Mazón, lo mismo, dimisión: vivienda. El valencià, vixca o visca: vivienda. El premio Planeta, qué vergüensa, cuántas casitas se podrían comprar con él. Vivienda. El aborto en la Constitución, súper urgente, sí. Vivienda. Vivienda aunque se maten al amanecer el presidente de la RAE y el director del Cervantes. Vivenda por mucho que Ábalos o el novio de Ayuso. Usted no es decente, usted tampoco: vivienda. La prensa también tiene (¿tenemos?) cierta responsabilidad en el debate público. Vivienda, vivienda, vivienda.

[Un buen libro sobre esto, que ofrece soluciones elaboradas y realistas, El problema de la vivienda, de Javier Burón].

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