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“Perdí mi trabajo por la pandemia y ahora junto a mi mujer y a mis cuatro hijos dependemos de la caridad para comer”

Abdul Salam, en València.

Carlos Navarro Castelló

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“He pasado de tener un buen trabajo que me ha permitido vivir bien y sacar a mi familia adelante sin que les falte de nada a depender de la caridad para llevar comida a casa como consecuencia de la pandemia, anímicamente ha sido un golpe muy duro”.

Así se ha pronunciado Abdul Salam, un sirio de 56 años afincado en València desde 1985, cuando vino procedente de su país a estudiar arquitectura gracias a una beca.

Desde su llegada, nunca dejó de trabajar: “Tuve que dejar los estudios por cuestiones económicas y me puse a trabajar, primero en el campo, y posteriormente en la hostelería de camarero y de concinero; fui cambindo de establecimientos hasta que me asenté en uno que está en el centro en el que he trabajado los últimos 16 años”.

En todo ese tiempo, Abdul se casó y tuvo cuatro hijos, dos niños y dos niñas que ahora tienen 21, 19, 16 y 14 años, más un sobrino de 3 años y medio del que se han hecho cargo.

Según explica, “todo iba bien, ganaba 1.400 euros más 100 euros de ayuda por ser familia numerosa, hasta que justo antes de la pandemia el propietario del restaurante que se había jubilado lo traspasó, por lo que me quedé en el paro, aunque con con el compromiso de que el nuevo propietario me contrataría de nuevo”.

Sin embargo, eso nunca sucedió: “A los pocos días se decretó el cierre de todas las actividades por el estado de alarma y ya me quedé de forma definitiva en el paro; al principio podía ir tirando porque cobraba 900 euros pero luego me bajó a 649 que es lo que cobro ahora, por lo que con el alquiler de 400 euros de la casa, me quedan solo 249 para hacer frente al resto de gastos con cuatro hijos, más mi sobrino, es imposible”.

Fuen en ese momento cuando escucharon hablar de Casa Caridad, una organización a la que nunca hubiera pensado que recurriría y que de hecho no conocía. Según cuenta, una amiga de su mujer les dijo que fueran a preguntar a ver si podían ayudarles.

“Al principio no quería, era una situación muy dura, pero al final no quedó más remedio y la verdad que estamos muy contento porque nos encontramos con gente maravillosa y muy profesional, tanto los voluntarios como los trabajadores, les estamos muy agradecidos”, dice Abdul. En la organización cada 15 días les dan un carro con alimentación y además les tramitaron la solicitud en los servicios sociales del Ayuntamiento de València para abonarles recibos de agua y de luz.

“Hemos conocido a muchísima gente en Casa Caridad en nuestra situación; como consecuencia de la pandemia está pidiendo ayuda mucha gente de todas las nacionalidades”, afirma Abdul quien desde hace semanas ha vuelto a buscar trabajo para tratar de salir de su actual situación de precariedad.

Un 62% más de ayudas en lo que va de año

La situación de Abdul no es aislada. Fuentes de Casa Caridad han informado que si en enero de este año repartieron unos 800 kits de alimentos y productos de higiene, en abril se entregaron cerca de 1.300, un 62% más.

Durante el año 2020 la Casa Caridad València ha atendido de manera personalizada a más de 2.500 personas poniendo a su disposición los recursos de la ONG. “Con la llegada de la COVID-19 la atención en Casa Caridad tuvo que cambiar para poder dar solución efectiva a nuestros usuarios y a sus nuevas necesidades, y así lo hemos hecho. Hemos conseguido adecuarnos a las nuevas circunstancias, adaptando los servicios a la realidad que vivimos”, explica Luis Miralles, presidente de la entidad.

Tal y como advierte Luis Miralles, “la pérdida de empleo durante los primeros meses de pandemia, la situación de ERTE, la imposibilidad de encontrar nuevos trabajos o las dificultades para percibir rentas sociales ha generado que el perfil de la pobreza valenciana haya cambiado hacía unos rasgos más normalizados: personas con recursos habitacionales que han perdido el empleo y no tienen ingresos suficientes para mantenerse”.

Casa Caridad ha advertido del cambio de perfiles que se está observando entre sus usuarios. “Personas con contratos precarios que los han perdido por la crisis económica derivada de la pandemia y que no lo vuelven a recuperar, familias que cuentan con recursos habitacionales pero que no pueden pagar el alquiler, las facturas o la alimentación son el nuevo perfil que está empezando a llegar en busca de ayuda. Son gente que antes no necesitaban ningún tipo de recurso pero que ahora, por la pérdida de ingresos o en caso de tenerlos son insuficientes para llevar una vida digna, se han visto abocados a acudir a las ONGs”, explica Luis Miralles.

Por otra parte, el perfil femenino se mantiene como uno de los colectivos al alza año tras año siendo el 36% durante el 2020, dato que preocupa a la Asociación Valenciana de Caridad como indica la responsable de Trabajo Social, Cristina Sánchez afirmando que “la precariedad del mercado laboral, las responsabilidades familiares, la dificultad de acceder a una vivienda y la mayor vulnerabilidad hacen que mujeres que ahora están en nuestros albergues necesiten una atención especializada que el equipo de trabajo social de Casa Caridad realiza con un itinerario individualizado para dar respuesta a sus necesidades”.

Respecto a la procedencia de los usuarios, el 44% de las personas alojadas en el albergue de Pechina son españoles de los cuales la mitad son valencianos, un porcentaje que ha crecido con respecto a años anteriores. Además, desde la entidad advierte del aumento, en los últimos meses, de personas mayores de 65 años que son derivados a Casa Caridad.

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