El 'triángulo de Santa Catalina': las otras remodelaciones de la Plaza de la Reina de Valencia

La historia de la Plaza de la Reina de València, a los pies del Micalet y de la Catedral, es la historia permanente de una plaza en transformación. El recinto, que acaba de ser reformado para ganar 10.000 metros cuadrados de uso peatonal, nació en el hueco que dejó la demolición del convento de Santa Tecla, frente a la iglesia de Santa Catalina.
El convento del siglo XVI fue derribado en 1868 como parte de los planes para abrir la Calle de la Paz, vía que conectaría el parterre con la iglesia de Santa Catalina. En ese pequeño triángulo la plaza se perfila como punto de unión de las ampliaciones de las calles, en línea con la tendencia europea del siglo XIX, cuando se proyectan las grandes avenidas y los ensanches de las urbes.
El triángulo, a los pies de la torre de Santa Catalina, se bautiza diez años después como Plaza de la Reina para homenajear a Mercedes de Orleans, la esposa de Alfonso XII, aunque en la ciudad se populariza el nombre sin apellido y se mantiene como plaza de la reina hasta la República. En esta época la plaza que empieza a perfilarse ya es punto de encuentro del tranvía, primero de tracción animal y después eléctrico, cuyas vías se han rescatado en la última obra.

Desde su origen se barajan ampliaciones a través de los derribos de los edificios de las calles Campaneros y Zaragoza, que conecta la plaza con la Catedral desde su fachada barroca. En 1912 el Ayuntamiento de Valencia aprueba el Plan de Reforma Interior de la ciudad del arquitecto municipal Federico Aymamí, con cinco grandes actuaciones: apertura de la Gran Vía del Oeste y de la Avenida del Real, ampliación de la plaza de la Reina, formación de zonas verdes de barrio y dotación de escuelas. “El Plan Aymamí contempla una gran vía, llamada del Real, que une el arranque del puente del mismo nombre con la plaza. Se crean nuevas alineaciones para enmarcar la nueva glorieta, dando más importancia a la visual del Miguelete que a la portada de la Catedral”, apunta el arquitecto David Calvo, que ha divulgado recientemente la historia reciente de la plaza.
En 1929 toma el testigo Javier Goerlich, que sigue la línea marcada por su predecesor y comienzan los derribos para ensanchar la plaza. Goerlich, responsable de gran parte del diseño reciente de la ciudad, presenta varias ideas incendiarias que no llegan a ejecutarse, como demoler la iglesia de Santa Catalina, algo “incomprensible” y que le valió una lluvia de críticas. Poco después presenta una propuesta “no oficial” con el objetivo de resolver el conflicto del tráfico creciente, en el que solapan el tranvía con el transporte privado y propone una doble plaza dividida por un edificio porticado, generando un pequeño “square” alejado de macrosuperficies desiertas, indica Calvo. El consistorio, que sigue sin ver claras las ideas, abre convoca con el objetivo de pacificar la zona y respetar el patrimonio. A la convocatoria se presentan 18 proyectos, pero siguen sin cuajar.


En los sesenta se intensifica la dictadura del vehículo privado y la plaza se convierte en una macro rotonda con una fuente, con un parking para coches frente a la fachada barroca. En este periodo culminan los derribos de los edificios y desaparece la calle Zaragoza, vía comercial, con un “derribo indiscriminado” que deja “descontextualizada” la fachada barroca de la Catedral, orientada hacia ese camino ya inexistente. En la década siguiente se construye el parquin subterráneo -reformado con la presente actuación- y se instalan las paradas de autobús, consagrando el centro de la ciudad como un espacio para la movilidad a motor; el kilómetro cero de las carreteras de València.

Sesenta años después, el proyecto de reurbanización lleva al mínimo la circulación pública y privada y convierte la plaza en una explanada de 12.000 metros cuadrados para los vecinos. En la última intervención, firmada por el arquitecto José María Tomás, se busca recuperar la visión de la portada barroca con un lineal de árboles que indican dónde estaban los edificios derruidos. El proyecto, ya abierto al público, da prioridad al peatón, elimina los escalones y las barreras de accesibilidad y refuerza la vista del casco antiguo, devolviendo al triángulo entre torres el carácter de espacio público.

0