Superegos, arte contemporáneo y el parque del Retiro
Txomin Badiola (Bilbao, 1957), uno de los más renombrados escultores vascos surgidos en los 80 (junto a Juan Luis Moraza, Peio Irazu, Ángel Bados, María Luisa Fernández, Ricardo Catania...) expone en el Palacio de Velázquez del Retiro madrileño. Ya tocaba. Pero antes de entrar en la exposición y por su relación con ella, hay que comentar un poco la política de exposiciones o, por mejor decir, de comisariado que está llevando el Reina Sofia, del cual depende el Palacio.
El director del Reina Sofía es Manuel Borja, cosa sabida. Quien nombró en el 2012 como subdirector a João Fernandes, proveniente del Museo Serralves de Oporto, por donde también pasó Vicente Todolí, luego director de la Tate Modern. Parece que el subdirector de un mastodonte como el Reina debe ser una persona bastante ocupada con las funciones del cargo. Pero a Fernandes, sin duda animado por la dirección, aún le sobra tiempo para haberse convertido, no ya en el comisario-jefe del museo, sino en comisario para todo.
Cualquier director/subdirector de un museo firma alguna exposición de vez en cuando. Es normal. Pero es que Fernandes comisaría a destajo. Nada menos que 15 exposiciones desde el 2013. A casi cinco por año. Como orientación: para un comisario, montar una exposición de cierto porte, como han sido estas 15, requiere como muy mínimo un año de preparación, con trabajo creciente y casi exclusivo los dos últimos meses. Fernandes tiene ayuda, claro, pero es materialmente imposible que una persona con un empleo de alta dirección pueda atender, al menos con el tiempo debido, tanta exposición.
Es cuestión de preguntarse si muchos de los montajes que se han visto en estos últimos años no han sufrido debido a esta imposibilidad manifiesta de estar a lo que se supone debe estar un comisario. La dirección se ahorra unos euros y mantiene de paso un control férreo sobre las exposiciones, porque a los comisarios independientes, ya se sabe, los carga el diablo e igual salen respondones. Otra consecuencia es la entronización de un solo punto de vista y el desprecio a otras aproximaciones que no sean las del dúo director/subdirector. Pensamiento único, suele llamársele. El visitante del Reina no suele conocer estas historias, solo las padece.
Los egos presentes en otra escena familiar
El caso de Otro family plot resulta paradigmático. Según destaca Badiola, “¿qué mejor que hacerla [la exposición] a través de esos otros que pertenecen al círculo más inmediato de lo que me define a mí o de lo que me identifica como artista?”. Así pues, el comisario nominal es Fernandes, el efectivo la cuadrilla artística de Badiola (son vascos y amigos). Siete allegados y alguno más han decidido lo que va y cómo va. Esto se resume, según el colofón del díptico de sala, en que “la polisemia de la trama familiar que da título a esta exposición se revela a sí misma a través de la autonomía curatorial en relación con la institución museológica. Txomin Badiola nos es contado por Txomin Badiola”.
En fin, este subsumir el ego individual en el ego ampliado de las amistades más cercanas, para regresar en última instancia al ego original que firma la exposición, tal vez satisfaga dichos egos, pero no es lo que se entiende hoy por dinámicas colectivas, como se da a entender. Es curioso que Badiola sí tiene trabajos colectivos pero aquí no aparezcan. De nuevo, el visitante probablemente no tenga conciencia de todo ello, ni le importe gran cosa. Paseaba por el Retiro y entra a mirar por si hay algo que atraiga su sana curiosidad.
El Palacio de Velázquez está lleno de cosas. Formalmente la exposición es atractiva porque Txomin Badiola proviene de rigorismos formales como el de Oteiza y mientras la muestra es abigarrada, las piezas tienden a lo escueto y bien acabado.
Pero adornar un casón en el Retiro con objetos algo misteriosos y agradables a la vista, desde esculturas de acero muy bien pensadas a pabellones de madera que ocultan televisiones, realizados con la mayor pulcritud y detallismo, no parece el fin de esta exposición. Podría serlo, dada la inespecificidad de buena parte del público que por aquí circula. Pero Otro Family Plot está en el Retiro como podría estar en el mismo Reina: no hay negociación con la cotidianeidad del lugar, es arte contemporáneo puro, duro y repleto de ideas no muy aparentes presentadas de forma algo opaca.
Ordenación en ocho fases
Según Badiola, la ordenación se concreta en ocho apartados: Formas deseantes, bastardas e insatisfechas; Sobrevivir entre signos, ser signo; Un Yo-imagen. Alteridad ineludible. Todo es vanidad; Necesidades públicas/ Pasiones privadas; El grupo, la banda, el comando; Avatares de la forma; Espacio, cuerpo y lenguaje y Frase-imagen-cosa. Además y para dejar espacio a excursos hay otros cuatro temas: Formas del arte y formas extra-artísticas; El marco y los límites de la representación; El doble y la repetición y Carga y descarga. Cada quien sabrá si esos temas le dicen algo, pero representan las inquietudes del artista. Aunque en la exposición nunca queda muy claro qué corresponde a qué.
El trabajo de Badiola se compone de unas cuantas tipologías. Al principio, en la segunda mitad de los 80, primeros 90, ese trabajo cristalizaba en esculturas metálicas desnudas. Su primera y brillante exposición en Soledad Lorenzo (1987) era tan hija de Malevich y el suprematismo como del mencionado Oteiza. Piezas austeras que llegaban hasta donde quizá llegó la modernidad. Aquí hay bastantes, distribuidas por todo el espacio.
Diferentes técnicas
Otra parte supone una evolución de lo anterior: esculturas metálicas pero esta vez de formas menos sobrias, pintadas en colores y con la inclusión frecuente de sillas de tipo colegial. Otra diferente son una serie de montajes de madera, material con el que suelen también estar construidos sus pabellones, donde la escultura encuentra a la arquitectura. Finalmente hay obras en varias técnicas que podríamos llamar planas por contraste a lo volumétrico/escultórico del resto.
Sin embargo, es raro que el súper-ego no haya incluido nada de una serie de fotografías muy peculiares, que contrastaban con todo lo anterior. Obras que tratan de un momento histórico-cultural muy preciso, el algo ambiguo de la escena techno/house de los 90. Suponían una novedad radical en su obra. Coloristas, cotidianas, divertidas y muy intencionadas. El CA2M de Madrid tiene una de ellas, You better change (for the better). Es un trabajo muy interesante, precisamente porque no pega en el contexto general. Igual Badiola se arrepiente de ellas, pero cabe preguntarse si una exposición retrospectiva organizada por un Museo Nacional debe ser de el artista o sobre el artista. Porque esto lleva consigo un catálogo que se convertirá en referencial y donde igual no está toda la información.
No es que este Family Plot, que ya apareció en 1994 como nombre de una exposición en la galería John Weber de Nueva York, esté mal. Más bien al contrario, es muy interesante e invita a repetir trayectos. Muchas obras tienen un sentido ulterior, aunque antes se advierte que son bastante enigmáticas. Pero ya solo en lo sensorial representan un conjunto que vale la pena. Seguramente esta exposición podría haber estado mejor realizada y pone demasiado en evidencia el solipsismo de bastante arte contemporáneo. Pero el paseante puede salir satisfecho: ha visto muchos trabajos muy bien hechos y sigue luciendo el sol sobre el Retiro.