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Taylor Swift está a punto de cambiar la ley del Copyright

Taylor Swift quiere cambiar la ley de copyright

Marta Peirano

Taylor Swift, la primera gran estrella que le dio calabazas a Spotify, que le cantó las 40 a Apple y que le plantó cara a Kanye West, carga ahora contra otro gigante de la música online: Youtube. La cantante ha publicado una carta al congreso de los EEUU, firmada con otros 179 artistas como Paul McCartney, U2, Vince Staples, Carole King o Kings of Leon, en la que exige una actualización de la Digital Millennium Copyright Act (DMCA) para acabar con la práctica que ha hecho famosa a la plataforma: usar, modificar y distribuir canciones protegidas por copyright sin pagar derechos.

Swift no es la primera que trata de modificar la ley que firmó Bill Clinton en 1998. La Ley de Derechos de Autor en el Milenio Digital, en su traducción al castellano, tiene dos secciones que han sido polémicas desde el día que entró en vigor en el año 2000, pero para dos sectores antagonistas de la sociedad digital.

Las dos cruces históricas de la DMCA

La primera es la que prohíbe que los usuarios utilicen un dispositivo de manera diferente para la que ha sido diseñado, saltándose los mecanismos de protección del aparato. La sección 1201 de la DMCA, teóricamente implementada para evitar el pirateo del producto, ha sido utilizada por los fabricantes para bloquear a la competencia su propio mercado, como ocurre con los cartuchos “propietarios” de las impresoras láser o los servicios de mantenimiento del ordenador.

La propia Apple invocó en su momento esta cláusula de anti-circunvalación para impedir que compañías como RealNetworks vendieran música para iPod. También impide que los propios usuarios hagan un uso legítimo del producto comprado legalmente, como cuando compra un DVD en Asia que no puede ver en EEUU por culpa del DRM.

La segunda sección polémica es la sección “Safe Harbour” (puerto seguro), que nada tiene que que ver con el acuerdo de protección de datos entre la Unión Europea y EEUU que se anuló el año pasado. El puerto seguro de la DMCA exime al proveedor de servicios de las infracciones de copyright cometidas por sus propios usuarios, siempre y cuando cumplan el proceso de “notice and takedown” (aviso y derribo) especificado en la sección 512. Este proceso requiere que el propietario o gestor del copyright advierta al proveedor de servicios de la infracción y el proveedor de servicios elimine el contenido ilícito. El usuario afectado puede, siguiendo el mismo proceso, reclamar la eliminación de su contenido.

La primera sección ha sido fuertemente atacada por organizaciones dedicadas a la libertad de expresión y los derechos del usuario, como la Electronic Frontier Foundation. La segunda, por la industria de la música, que considera que el “Safe harbour” ofrece a las plataformas online como Youtube permiso para usar su música para atraer usuarios sin pagar las licencias correspondientes, una excepción de la que no disfrutan plataformas dedicadas oficialmente al negocio, como iTunes o Spotify.

La primera revisión de la DMCA

Consideran los músicos -y varias majors- que el Safe Harbour “ha permitido que las grandes compañías tecnológicas crezcan y obtengan enormes beneficios permitiendo que sus usuarios lleven en su bolsillo cualquier canción que haya sido grabada en la historia, mientras que los beneficios de los escritores de canciones y los artistas son cada vez más exiguos”. El año pasado, la música por streaming generó a la industria 2.400 millones de euros solo en los EEUU, convirtiéndose así en su principal fuente de ingresos después de las descargas, la venta de discos materiales y las licencias de explotación comercial. La RIAA cree que debería ser mucho más.

Además, la DMCA obliga a los dueños y gestores del copyright a hacer de policías en plataformas ajenas, cuando consideran que son las propias plataformas las que deberían controlar los contenidos que publican. Es por esto que la carta de Taylor Swift y sus amigos es la última chispa en una explosión de hostilidades entre los grandes sellos, los artistas superventas y la plataforma de vídeo por streaming que compró Google en 2006. Y pasa ahora porque este año hay dos renovaciones pendientes: la de la propia DMCA, que cumple ahora su mayoría de edad y que está siendo revisada por la oficina del Copyright estadounidense y la Comisión de asuntos judiciales están revisando la ley de Copyright. 

Y la de los acuerdos de Youtube con las discográficas. Cuando Google la compró, Youtube acababa de firmar tres contratos independientes con CBS, Sony BMG Entertainment y Universal Music Group y de anunciar otro inminente con Warner Music para evitar varias demandas por infracción de copyright. Estos acuerdos expiran a lo largo de este año, y la industria quiere acabar con el “puerto seguro” antes de renegociar. Un paso que beneficiaría mucho a la industria del disco, que podrá multiplicar sus ingresos sin cambiar en nada su modelo de producción, pero que cambiaría para siempre la Internet que conocemos.

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