3.000 personas hacen ciencia sin cobrar para que Eurostat mida la calidad de vida en España
Eurostat necesita saber cuántas codornices, tórtolas o mochuelos hay en España. Y necesita saberlo cada año. Para averiguarlo, solo hay un modo: salir a patear el campo y contar pájaros. Y cada año, España consigue enviar ese dato a Europa prácticamente gratis.
¿Y para qué quieren unos funcionarios de la Comisión Europea en Luxemburgo saber cuántos mirlos o petirrojos quedan en nuestros campos? Este censo, el Common Bird Index o índice de aves comunes, es uno de los indicadores más fiables que maneja Eurostat para tomar el pulso al estado general del bienestar en Europa y, de hecho, es una de las mediciones que conforman uno de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU, el número 15, sobre Vida en Ecosistemas Terrestres. Se sabe que el número y la evolución de las poblaciones de aves son excelentes indicadores de la salud de un ecosistema, por eso los censos de aves son una herramienta tan codiciada.
Entonces, ¿cuánto les cuesta a las administraciones elaborar estos censos? En España, como en otros estados miembros, estos censos son realizados en su mayoría por un puñado de profesionales y un ejército de personas voluntarias, especialmente amantes de la ornitología, coordinadas alrededor de los programas de seguimiento de la Sociedad Española de Ornitología —SEO/BirdLife— que luego remite los resultados al European Bird Census Council (EBCC), la fuente que usa Eurostat para sus cálculos.
La crisis se llevó por delante la inversión pública en estos censos y, hasta ahora, el Estado sigue sin retomar su responsabilidad sobre estos trabajos. SEO/BirdLife mantiene habitualmente una docena programas de seguimiento y censos de aves: desde los programas Sacre y Sacin, que miden la tendencia de aves en primavera e invierno respectivamente, hasta censos especializados de aves acuáticas o de aves y clima, pasando por los programas de anillamiento científico. Entre todos, movilizan anualmente a unas 3.000 personas, probablemente el mayor contingente de personas voluntariamente implicadas en acciones de ciencia ciudadana en España. Semejante trabajo solo es posible gracias a la colaboración de ornitólogos voluntarios y a las aportaciones de más de 13.000 socios.
Los 400 millones de euros que Europa no paga
Hace unos años, Eurostat estimó que el valor que aportan estos ornitólogos voluntarios podría oscilar entre los 10 y 20 millones de euros anuales. También calculó que, si hubiese que pagar la totalidad de los programas de seguimiento a precios de mercado, la cifra se dispararía a horquillas de entre 100 y 400 millones de euros.
Según Juan Carlos del Moral, coordinador del Área de Ciencia Ciudadana de SEO/BirdLife, en este momento hay miles de personas involucradas en diferentes programas de seguimiento de la vitalidad de nuestros ecosistemas. “Con los participantes actuales, una cifra que varía constantemente, la aportación de los voluntarios costaría cerca de un millón de euros”, explica Del Moral.
Esta cifra es una aproximación de lo que se ahorra el Estado español por una tarea que recae sobre los hombros de una ONG que lleva años creciendo, pero que aún está lejos de poder asumir la continuidad de este trabajo científico y su altísimo coste.
“Por un lado, nos emociona que miles de personas dediquen su tiempo, sus recursos y sus conocimientos de manera altruista para recabar datos científicos con una relevancia social y política tan profunda; pero al mismo tiempo es doloroso comprobar que las administraciones hacen dejación de funciones en una materia tan sensible como la investigación científica aplicada a la conservación; se trata de conocer indicadores ambientales esenciales para garantizar el bienestar y la prosperidad de nuestras sociedades, y sin embargo, dependemos de esta ONG y del trabajo desinteresado de gente que no cobra por hacer un trabajo muy exigente”, explica Asunción Ruiz, directora ejecutiva de SEO/BirdLIfe.
Estas son algunas de las razones que llevan a SEO/BirdLife a lanzar periódicamente campañas de concienciación para que cada vez más personas apoyen su labor y se hagan socias de la primera organización conservacionista de España, que en 2019 cumple 65 años. Igualmente, varias veces al año tienen que realizar llamamientos para que cualquier persona amante de las aves se anime a colaborar en los censos, como el que acaba de iniciarse para cuantificar las grullas que invernan en España.