Viento del Norte es el contenedor de opinión de elDiario.es/Euskadi. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.
Un tren con futuro
El proyecto ferroviario de alta velocidad en Euskadi parece que está pasando paulatinamente de ser la “Y griega vasca” a ser la “tragedia griega vasca”. Cuando se inició el proyecto, las previsiones eran que para este mismo 2013 estaría ya circulando el tren de alta velocidad entre Vitoria y Bilbao y que el tramo guipuzcoano se incorporaría para el 2016. La llegada de la crisis acabó de un plumazo con estas previsiones realizadas, como tantas otras, al calor de una burbuja que se materializó en la proliferación de infraestructuras innecesarias por toda España. Ahora, las inversiones desde Madrid se han congelado y el Gobierno Vasco no puede con todo para financiar los tramos del TAV que aún quedan por terminar.
Probablemente muchos lectores me discutirán la afirmación de que el TAV era y es innecesario. Y lo comprendo perfectamente: en una sociedad como la nuestra, basada en el modelo consumista, en la globalización y en el movimiento de personas y mercancías cuanto más rápido mejor, un enlace ferroviario de alta velocidad con Europa no parece nada descabellado. Resultan más fácilmente discutibles otros tramos de AVE que se han ejecutado y puesto en marcha en otras zonas de la península, líneas que ahora se demuestran insostenibles y deficitarias por la falta de viajeros que puedan amortizar las grandes inversiones realizadas.
En el caso de Euskadi, todos conocemos la gran contestación social que ha tenido el proyecto a lo largo de los años. Una respuesta social que no ha impedido que los grandes partidos que apoyan el proyecto lo estén ejecutando hasta sus últimas consecuencias y que, a pesar del frenazo que ha supuesto el recorte de la inversión desde el gobierno central, están dispuestos a culminar, aunque los plazos se alarguen indefinidamente.
Y lo más triste de este asunto es que esta infraestructura no va a conectar nada más que las tres capitales vascas. La conexión con el TGV francés se ha descartado de momento, al igual que la conexión con Burgos. De forma indefinida, no podremos viajar en alta velocidad ni a Madrid ni a Paris desde Euskadi. Entonces, ¿es realmente necesario seguir enterrando dinero público en la que ya es la infraestructura pública más cara de nuestra historia? ¿Se puede reconducir el proyecto?
Partidos como Aralar, Ezker Batua, la coalición Bildu o Equo siempre se han mostrado contarios al TAV. Y no solamente por su impacto medioambiental, algo que ya no tiene remedio en la mayoría de los tramos ya construidos. Desde Equo hemos planteado la transformación de la “Y” vasca en una red ferroviaria mixta de transporte de personas y mercancías, que dé servicio a las ciudades de tamaño medio existentes en su trazado y que enlace las infraestructuras logísticas ya existentes. Esta medida permitiría que todo el daño medioambiental y el gasto público no hayan sido totalmente en vano.
La reconversión de la “Y” vasca en una red de cercanías, algo mucho más acorde con nuestra realidad social actual, permitiría reducir el uso del vehículo privado y las emisiones contaminantes que conlleva. Medidas adicionales como la implantación de un billete único y la creación de nudos intermodales que faciliten la comunicación con núcleos de población dispersos, favorecería la movilidad sostenible real en Euskadi y permitiría amortizar la enorme inversión realizada, algo que difícilmente sucederá de mantenerse el proyecto tal y como fue concebido.
Otra ventaja de revisar el proyecto y convertirlo en un red mixta de viajeros y mercancías sería la de reducir el número de camiones que saturan las carreteras vascas. Ya que no podemos evitar el transporte de mercancías internacional que circula sobre todo por Araba y Gipuzkoa, al menos se podrá reducir el tráfico interno dentro de nuestra comunidad, evitando emisiones contaminantes que aceleran el cambio climático que ya estamos sufriendo.
Por último, también quedan en el aire los proyectos de entrada de las vías a las capitales vascas. Por ejemplo, en el caso de Vitoria-Gasteiz, el equipo de gobierno del popular Javier Maroto aún mantiene una partida simbólica en los presupuestos de 2014 para el soterramiento de las vías en su paso por la ciudad. Este proyecto no era más que otro pelotazo urbanístico, gracias a la cantidad de suelo liberado y sobre el que se pretendían construir viviendas. Todo un ejemplo de la apuesta por retomar el modelo del ladrillo, tan querido por el Partido Popular.
Desgraciadamente, los representantes políticos en las instituciones que pueden modificar el proyecto del TAV para convertirlo en una red ferroviaria realmente práctica, no parecen estar por la labor. Si las cosas no cambian y aunque se alarguen los plazos, la mayoría de la ciudadanía vasca verá como circulan sobre sus cabezas esos trenes veloces pero casi vacíos y que les habrán costado millones de euros que se podrían haber empleado en otros proyectos más útiles y más necesarios en el delicado momento en el que nos ha tocado vivir.
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