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El hospital de Txagorritxu, el punto cero de la pandemia en Vitoria, ya tiene camas libres en la UCI

Vista aérea del complejo hospitalario de Txagorritxu

Iker Rioja Andueza

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La pandemia de coronavirus no podía haber empezado en un lugar peor en Vitoria y en Euskadi. Golpeó de lleno el corazón de un hospital, el de Txagorritxu, que además había sido elegido como de referencia para el control del Covid-19 en Álava. La 'paciente cero' fue una internista que estuvo una semana -la penúltima de febrero- trabajando y en contacto con pacientes y otros colegas y otra semana más de baja sin que se le realizara una PCR. La consejera vasca de Salud, Nekane Murga, que ha conocido este foco de primera mano, reconoce que sin esos primeros contagios Vitoria no habría alcanzado las altas tasas de incidencia que ha tenido, muy superiores a las de Madrid o Lombardía. Este fin de semana ya se ha superado la barrera de que uno de cada cien vecinos haya dado positivo en la prueba.

Pero -sin querer dar los detalles- Murga exculpa al sistema sanitario como a principios de marzo hicieron, con una carta, los compañeros de Medicina Interna de la 'paciente cero', que negaron cualquier tipo de negligencia. Sea como fuere, la tozuda realidad es que en Txagorritxu se contagiaron desde la dirección -pocos altos cargos han eludido la cuarentena- hasta conductores de ambulancias, pasando por facultativos de varios servicios, enfermeros, celadores, personal de cocina, equipos domiciliarios que realizaban la prueba del coronavirus y, desde luego, pacientes. Alguno regresó a su residencia de ancianos, como es el caso del centro de Sanitas en San Martín. Dos meses después de que la internista regresara de un viaje por Andalucía, Txagorritxu empieza a respirar tras haber estado al borde del colapso. Por fin se nota de manera clara una caída de las hospitalizaciones y hay camas libres en la UCI.

El prólogo: Reunión en los laboratorios el 25 de febrero

El martes 25 de febrero este periódico titulaba que un médico italiano había dado positivo en Canarias. Y, en Italia, la prensa empezaba a alertar del “caos” que se avecinaba. En Madrid, el ministro Salvador Illa juntó a los consejeros de todas las comunidades autónomas. Allí estaba Murga. “El mensaje es de tranquilidad. No hay casos”, afirmó. Y añadió que las zonas de riesgo eran Asia y unos pocos puntos de Italia. Sin síntomas, incluso viniendo de allí, la recomendación era de “vida normal”. En paralelo, en la sexta planta del edificio de consultas externas de Txagorritxu, donde se ubican los laboratorios, cuatro personas con responsabilidad se reunieron ese día para analizar la situación en Medicina Interna. La conclusión que formuló uno de ellos es que no había que preocuparse. Días después, esa persona se vería despojada de algunas de sus funciones.

Capítulo 1: Se activa el protocolo el 28 de febrero

Todo cambió en 72 horas. La 'paciente cero' dio ya positivo en la PCR que se le hizo al ver que no remitían sus síntomas. Eran alrededor de las 19.00 horas de un viernes. La propia consejera, consciente de la magnitud del problema, se desplazó a Txagorritxu. De nuevo el escenario fueron los laboratorios. Se pidieron muestras de los contactos del primer positivo. Formalmente, se activó el protocolo de coronavirus a las 22.00 horas del 28 de febrero. Nadie sabe muy bien ahora cuándo se desactivará. A la mañana siguiente otra sanitaria ya había dado positivo. Al mismo tiempo, una joven que había regresado de Lombardía confirmó su contagio en Gipuzkoa, aunque ese foco acabó ahí. En Bizkaia la pandemia llegaría unos días después.

Capítulo 2: Arranca marzo, arranca el caos

“No nos hacíamos bien a la idea de lo que se nos venía encima. Recuerdo ese primer fin de semana. Llegamos a trabajar y estaba todo el mundo con las mascarillas. Todos. Los celadores pedimos a las enfermeras que nos dieran una mascarilla ese día y la tuvimos puesta. Pero ya al día siguiente todo el mundo la tenía quitada. No se sabía muy bien cómo actuar”, ha contado a este periódico Loli Ruipérez, una sanitaria que llegó a estar grave en la UCI pero que salió de ella en medio de una ovación de sus colegas. El 2 de marzo, el primer día laborable, y en las jornadas siguientes se sucedieron los acontecimientos. Poco a poco, se fueron conociendo nuevos contagios relacionados con el primero, como el de Loli, a la que la prueba le tardó en llegar. También surgió el brote de la residencia de Sanitas y los primeros fallecimientos allí. El teléfono de atención específica habilitado, el 900 20 30 50, empezó a estar colapsado en Vitoria. Los sanitarios en cuarentena se contaban por decenas. Se alcanzó pronto la cifra de 250 y desde ese momento Osakidetza dejó de actualizarla. Empezaron a crecer las voces que alertaban de que Txagorritxu y la ciudad iban a tener un problema serio a cuenta del Covid-19. Pero la vida todavía siguió normal unos cuantos días más.

Capítulo 3: La primera cuarentena el 8 de marzo

Justo a última hora de un intenso fin de semana, con actos políticos de cara a las elecciones que nunca se iban a celebrar -incluido un mitin en el Palacio Europa del lehendakari, Iñigo Urkullu, que excusó a Murga del acto porque estaba gestionando la crisis-, dos partidos del Baskonia y uno del Deportivo Alavés en el que muy pocos usaron los dispensadores de desinfectante para lavarse las manos y los actos del Día de la Mujer, Vitoria se golpeó de bruces con la realidad. Salud puso en cuarentena la residencia de Sanitas, que sumaba varios fallecidos y decenas de positivos. Además, era público ya que los asistentes a un funeral en el cementerio de El Salvador estaban contagiándose en masa. Ese brote se extendió en Haro (La Rioja), en Labastida, en Navarra e incluso en Tomelloso (Castilla-La Mancha). España vio cómo la Guardia Civil, con trajes casi de astronauta, confinó un barrio entero en Haro y la Ertzaintza tuvo que empezar a hacer lo propio en algunos puntos de Vitoria y Labastida.

Capítulo 4: cierran los colegios

Dos días antes de que la OMS cambiara de “epidemia” a “pandemia”, la semana arrancó con los colegios de Labastida y uno de Vitoria cerrados, medida pionera en España, como remarca el Gobierno vasco. Esa misma mañana, la consejera de Educación, Cristina Uriarte, se reunió con los directores de todos los centros de la capital y con los rectores universitarios. A mediodía ya se conoció que bajarían la persiana desde el martes y durante dos semanas que han quedado muy superadas. Sin embargo, los estudiantes de campus de otras localidades pudieron seguir con su rutina. Decenas de alaveses llenaron autobuses esa semana con destino a Leioa, a Sarriko, a Deusto y a otras facultades. Los alumnos sin clases pasaron a llenar parques, las reuniones que se querían evitar se reprodujeron en plazas como la Virgen Blanca o Los Fueros y muchos de los más pequeños, quedaron al cuidado de sus abuelos el mayor grupo de riesgo.

Capítulo 5: sin mascarillas ni camas de UCI el 12 de marzo

Avanzaba la semana y Txagorritxu acumulaba ya 100 pacientes ingresados con Covid-19 y una presión asistencial notable, acrecentada por la acumulación de bajas. El 75% de los casos en Euskadi eran en Álava por aquel entonces. El material de protección empezaba a escasear y empezaron a surgir denuncias de las plantas del hospital y del personal de las ambulancias. Este periódico pudo conocer ese día una primera orden de Salud por la cual se “requisaban” mascarillas para abastecer a Txagorritxu. Entretanto, en el hospital ya había empezado la transformación para ganar espacio para los pacientes más graves de Covid-19 y la zona de quirófanos de Traumatología se había reconvertido en nueva UCI. El viernes 13 de marzo, asimismo, Osakidetza puso en marcha un servicio de apoyo psicológico para los profesionales sanitarios de Álava.

Capítulo 6: Cuando Vitoria superó a Wuhan y se cerró voluntariamente

El fin de semana del 14 de marzo Vitoria amaneció con las persianas bajadas. La mayoría de bares y comercios cerraron de manera voluntaria aunque aún no se había declarado el estado de alarma y mientras el Gobierno cuestionaba que en Euskadi hubiera necesidad de confinamientos. “El paseo en la calle es libre y la actividad deportiva en la calle no tiene limitación”, dijo ese sábado en Radio Euskadi el portavoz del Gobierno vasco, Josu Erkoreka. Horas después, Pedro Sánchez activó el estado de alarma general. Aquella noche, a las 22.00 horas, la ciudad salió a sus balcones y ventanas y aplaudió por vez primera a los sanitarios. A la mañana siguiente, Vitoria estrenó el estado de alarma superando la tasa de contagios de Wuhan, el origen del neovirus llamado en realidad Sars-Cov-2.

Capítulo 7: Coronavirus y sólo coronavirus en Txagorritxu

Para el puente de San José, 19 de marzo, Txagorritxu ya se había reconvertido casi en exclusiva en un centro contra el Covid-19. Tomar el ascensor en la clínica daba una idea clara de cuál era el panorama. Planta primera, quirófanos de urgencias, maternidad, pediatría y, sí, la capilla. Planta segunda, coronavirus. Planta tercera, coronavirus. Planta cuarta, administración y oncología. Planta quinta, coronavirus. Planta sexta, coronavirus. Planta séptima, coronavirus. Todavía en los días siguientes hasta la capilla tendría otras funciones. Había sanitarios que definían cada guardia como una “guerra”. Ya en aquella época los pacientes considerados “no reanimables”, es decir, no candidatos a UCI en caso de empeoramiento, eran derivados al hospital de Eibar, en Gipuzkoa, donde han fallecido algunos alaveses. “Se hacen traslados de enfermedad respiratoria a todas horas. Llegamos y en Urgencias todos los 'boxes' ocupados y con gente sospechosa de tener Covid-19 en sala de espera”, informaba un operario de ambulancias.

Capítulo 8: Una gran noticia el 24 de marzo

En medio de las malas noticias, un vídeo se hizo tan viral como el Covid-19 en Vitoria. Era Loli saliendo de la UCI en medio del aplauso de sus colegas. “Me he despertado en otro mundo”, cuenta ella sorprendida por lo ocurrido en pocas semanas en Vitoria y en el planeta. Y añade: “Espero que no se olvide después el trabajo que están haciendo todos los profesionales de la Sanidad”. Entretanto, seguían multiplicándose las denuncias por falta de material. “Nos han estado diciendo que no había riesgo por no tener contacto con los pacientes. ¿Pero no subimos los carros a las plantas y luego nos devuelven los cubiertos y los platos?”, se preguntaba una operaria de las cocinas, un equipo con seis positivos. “Es la pelea de hacernos ver”, apunta en nombre de los profesionales no estrictamente sanitarios que se baten como sus compañeros en el día a día de los hospitales.

Capítulo 9: El 25 de marzo listo el 'nuevo' Txagorritxu

La curva de contagios no se detenía por mucho que haya parado la gran industria de Vitoria de manera voluntaria (Michelin) o forzada (Mercedes-Benz). El problema de la residencia de Sanitas se extendía a otras residencias y las funerarias avisaban de que el escenario era dantesco. Osakidetza se puso en el peor de los escenarios y habilitó dos plantas con camas en tiempo récord en el edificio de consultas externas de Txagorritxu. “Nos pilló a todos de improvisto. Decidieron habilitar bastantes zonas. Contrataron a empresas externas: electricidad, albañilería o pintura. Éramos 30-40 operarios haciendo diferentes tareas en turnos 24/7. El momento de colapso fue tan brutal y se planteó eso. En un día el plan estaba montado. Las dos plantas estaban en días. Había una de gente del copón. Tardes, sábados y domingos. Nos ofrecimos fuera de turnos. Había un ambiente muy bueno”, explica un operario del Servicio Vasco de Salud que participó en la operación. Cuenta que una tarde les visitó la consejera Murga, que antes había ido con cámaras y fotógrafos. Ese otro día les dijo que eran “héroes”. Por otro lado, se medicalizó el Gran Hotel Lakua, se cubrió la ausencia de ambulancias con furgonetas de Mercedes-Benz y taxis y se vació la residencia y centro de paliativos San Onofre, ahora de IMQ, para derivar casos. Llegó a haber otro plan para acelerar las obras de las nuevas Urgencias de Txagorritxu y ponerlas también al servicio de esta lucha. “Si le damos una cama, habría gente de 40 años que se quedaría en la calle”, se les llegaba a decir a algunos familiares de personas mayores contagiadas en aquellas fechas.

Capítulo 10: Llega el pico de la pandemia

Aunque Osakidetza asegura que el pico en Euskadi se produjo el 25 de marzo y que desde entonces existe una fase de estabilización, lo cierto es que fue el 27-28-29 de marzo cuando la ocupación del Hospital Universitario de Álava -que incluye las sedes de Santiago y Txagorritxu- tocó techo. En la UCI el tope fue de 41 ocupantes y, en total, el máximo de ingresos llegó a 378. La curva de hospitalizaciones no ha dejado de caer desde entonces, si bien en el caso de los ingresos influye también que la gente en hospitalización a domicilio -se han dado de alta neumonías por sistema para liberar espacio- o los derivados a Lakua y San Onofre no salen en la estadística. Han llegado a ser más personas monitorizadas fuera de los hospitales que dentro de ellos. No obstante, la mejora es real. Desde principios de abril hay camas libres en las UCI e incluso se han devuelto a Cruces cinco respiradores que fueron enviados para reforzar las unidades de cuidados intensivos en el peor momento. Las plantas habilitadas en Txagorritxu, por el momento, no han sido necesarias.

Capítulo 11: Sin ambulancias y temor a privatizaciones

Con la estadística en la mano, los ingresos iban siendo cada vez menos y, sobre todo, el porcentaje de positivos en función de las pruebas realizadas era proporcionalmente pequeño respecto a la que fue en los peores momentos, cuando ni siquiera se hacía la PCR a personas con claros síntomas y semanas convalecientes. Algunos sanitarios celebraron como una victoria la recepción de máscaras FFP3, las más seguras, después de semanas racionando el material e incluso leyendo directrices escritas sobre la importancia de reutilizar las protecciones por la escasez de suministros. Ese lunes, sin embargo, se celebró una asamblea virtual de algunos trabajadores. Las aguas ya venían revueltas desde antes de esta crisis por los temores de nuevas privatizaciones de servicios de Txagorritxu, como limpieza y mantenimiento, ya parcialmente externalizados. “Hemos parado las movilizaciones, porque las fuerzas se requerían en otro lado. ¿Pero qué va a pasar con nosotros cuando la situación se normalice?”, se pregunta una trabajadora de las unidades afectadas. ¿Y qué ha ocurrido con las áreas ya privatizadas? Desde una de las contratas de ambulancias, Ambuibérica, un conductor añade que el 38% de la plantilla ha estado de baja en los últimos días. De 20 vehículos para traslados, solamente nueve han estado operativos en plena emergencia al no cubrirse las vacantes. “¿La alternativa es que hagan nuestro trabajo taxistas y las furgonetas de Mercedes-Benz?”, se pregunta.

Epílogo: Uno de cada cien... al menos

El 12 de abril es el día 45 de la pandemia en Vitoria. Han fallecido más de 200 personas, la mayoría de edad avanzada. Es además el fin de semana en que la ciudad ha superado la barrera de que uno de cada cien de sus habitantes tenga ya una prueba positiva en Covid-19, el doble que en Bilbao, más que en Madrid y más que en Lombardía, en Italia. Pero este domingo ha habido solamente 29 positivos, el mejor dato desde hace semanas.

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