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Luis Paret, el pintor que retrató el Bilbao ilustrado del siglo XVIII

Zona del paseo del Arenal desde donde Luis Paret pintó una de sus famosas vistas

Beatriz Olaizola

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Un año. Dos artistas. El primero, el de 'los caprichos', el que pintó 'La maja desnuda', el que aún hoy emociona con los fusilamientos del Dos de Mayo. Y luego, el otro. El eclipsado, el exiliado, el fiel al estilo rococó. Ambos se convirtieron en miembros de la Academia en 1780 y solo uno de ellos vivió durante diez años en la villa de Bilbao. 

En marzo de 1746, Francisco de Goya nacía en Fuendetodos (Zaragoza) y, un mes antes, lo hacía Luis Paret y Alcázar, quien llegó a convertirse en pintor de cámara del infante Luis de Borbón, hermano menor de Carlos III, rey de España entre 1759 y 1788. Además de contratarlo como retratista de la corte en 1774, el infante era amigo, confidente y mecenas de Paret, como también lo sería de Goya a finales del siglo XVIII. Sin embargo, un lío de faldas alejaría a Paret, quien una vez pareció destinado a convertirse en el pintor oficial de la corona, de Madrid y de España. A don Luis de Borbón le precedía su fama de mujeriego, de hombre de vida promiscua, lo que inquietaba a Carlos III, quien en 1775 decidió iniciar una investigación sobre su hermano. Las indagaciones lo llevaron hasta el pintor, Luis Paret, acusado de alcahuete del infante y castigado al destierro en Puerto Rico, donde permaneció durante tres años. En 1778 pidió que se le rebajase la pena y el rey accedió a su regreso a la metrópoli con la condición de que permaneciera a 40 leguas de Madrid (193 kilómetros, más o menos la distancia que separa la capital de Valladolid). Pero Pucela no fue la ciudad escogida por Paret para su nueva vida en la península. El destino lo llevó hasta Bilbao, donde en 1779 se reencontró con su mujer y se convirtió en el lugar que vio nacer a sus dos hijas. Allí viviría hasta 1788 o 1789, todavía se desconoce la fecha exacta, cuando finalmente pudo regresar a Madrid.

Un Bilbao diminuto, de calles estrechas y sucias. Un Bilbao comercial, dinámico y marinero. Un Bilbao de hierro e incipientes astilleros. Un Bilbao que se alejaba de sus toques provincianos y comenzaba a abrirse a la modernidad y a la mentalidad ilustrada. Un Bilbao al que Luis Paret se adaptó, que le proporcionó trabajó y que retrató. Un Bilbao al que ahora es posible volver gracias a la exposición 'Luis Paret en Bilbao. Arte sacro y profano', que ofrecen conjuntamente el Museo de Bellas Artes y el Museo de Arte Sacro, ambos en Bilbao. Más de 50 obras del artista entre ambos museos conmemoran el 275 aniversario de su nacimiento y condensan la esencia de la villa en el último tercio del siglo XVIII. “Sus pinturas y dibujos constituyen un documento histórico importantísimo. Nos está hablando de cómo era la ciudad”, señala José Luis Merino, conservador de arte antiguo en el Bellas Artes y uno de los comisarios de la exposición, en conversación telefónica. También explica que todavía se desconoce por qué Paret decidió venir a Bilbao o, una vez aquí, quién le introdujo en los ambientes ilustrados de la época, pero sí se sabe que en el Ayuntamiento, ubicado entonces donde ahora descansa el Mercado de la Ribera, le empezaron a encargar diseños para diferentes elementos urbanos, al mismo tiempo que la burguesía incipiente le solicitaba retratos inspirados en el estilo rococó de los cuadros de la corte o pinturas con motivos religiosos para decorar el interior de hogares y lugares de culto.

“Era un pintor de una calidad increíble y que se encontró con un territorio baldío en el aspecto artístico, por lo que causó sensación en la ciudad”, cuenta Merino. De entre todas las obras que produjo en Bilbao, destacan sus dos vistas del parque del Arenal, ahora lugar de recreo, paseos, parques infantiles y mercados de flores los domingos, y antaño punto de encuentro entre comerciantes bilbaínos, ingleses (con pantalones de rallas blancas y azules, y bombín negro), franceses (de largas pelucas) y neerlandeses. Donde las mujeres cargueras, descalzas, iban y venían, y donde las clases pudientes advirtieron un filón de prosperidad, siempre y cuando se empedraran las calles que lo bordeaban. Las dos pinturas están ahora en el Museo de Bellas Artes, pero una de ellas, tal vez la más fiel a cómo era realmente la vista del Arenal en el siglo XVIII, ha viajado desde la National Gallery de Londres, donde cientos de turistas llevan décadas asomándose, como por una mirilla, a lo que cientos de bilbaínos tiene delante cada día. Para los curiosos, el museo ha colocado una réplica del cuadro al lado de la ría, frente al Teatro Arriaga, cerca del sitio exacto desde el que Paret dibujó. “Al fondo, donde ahora veríamos el Ayuntamiento, estaba el convento de los Agustinos. A la izquierda, el muelle de Ripa, muy poco poblado. A la derecha, el palacio Quintana (ya derruido) y un bosque (bosque que llegaría a tener unos 284 árboles), que termina en la iglesia de San Nicolás, que no aparece en la pintura. Es algo increíble, como retroceder en el tiempo. Como si viéramos una fotografía”, así se deleita Merino con las vistas del Arenal de Paret, con sus colores vivos, las tonalidades rococó y una técnica detallista hasta la extenuación. 

Esta réplica es la primera parada del recorrido por el Casco Viejo que el Museo de Bellas Artes ofrece como actividad complementaria a la exposición. Otro de los puntos clave de la visita, son nueve en total, y de la influencia de Paret en Bilbao, está en la plazuela de Santiago, donde, frente a la catedral del mismo nombre, aguarda una fuente con la pila en forma de cruz y adornada con guirnaldas y una urna en lo alto. Este diseño, más próximo al nuevo estilo que irrumpía en España, el neoclásico, fue un encargo del Consistorio bilbaíno a Paret y una muestra del interés por modernizar, elemento a elemento, las siete calles que conformaban la villa. Muchas de las propuestas ilustradas estaban enfocadas a la mejora del marco urbano y de la calidad de vida de los habitantes, con la construcción de espacios amplios de ocio o lugares más higiénicos, y Paret se convirtió en testigo y partícipe accidental de estas transformaciones. “Es curioso. La gente que no está vinculada al mundo del arte y sí está acostumbrada a pasar por delante de esa fuente no sabe que son de un artista coetáneo a Goya y que fueron diseñadas a finales del siglo XVIII. Le pasa como a todos los de la época, que lo ensombreció Goya”, se lamenta Merino. 

“Las representaciones de Paret sí reflejan el Bilbao de entonces. Existe una idealización, sobre todo de los marineros y de la burguesía, aunque no cabe duda que es una imagen muy aproximada”, indica el comisario de la exposición. Su legado en esa villa pequeña pero en crecimiento también se extiende a la indumentaria. El interés de las instituciones por mostrar una imagen renovada del país, lo llevaron a participar en la serie 'Colección de trajes de España', donde Paret decidió incluir cuatro estampas de la ropa de Euskadi y retrató a una ciudadana de Bilbao, además de a dos aldeanas y un aldeano de pueblos cercanos a la ciudad. “Son grabados de un gran valor documental y debido a su éxito, incluso fuera de España, se hicieron réplicas fraudulentas”, explica Merino. 

Junto con las vistas o los diseños urbanos, Paret consiguió ofrecer un retrato fiel, y saturado de color, de un Bilbao que en las décadas siguientes crecería demográfica y culturalmente, y que ahora se redescubre en los detalles neoclásicos y rococó de un pintor exiliado. 

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