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“Mi concepto de solidaridad internacional es un principio de denuncia, confrontación y lucha”

Juan Hernández Zubizarreta

José Manuel Rodríguez Pizarro

Lunes, 25 de septiembre. Una soleada mañana de otoño en Badajoz. Una compañera de la coordinadora de oenegés de Extremadura, CONGDEX, Verónica Carpio, y yo nos citamos en una céntrica cafetería de Badajoz con Juan Hernández Zubizarreta, a raíz del curso que impartía ese mismo día en la Casa de la Mujer de Badajoz bajo el título “Los desplazamientos forzados”, organizado por el grupo de Movilidad Humana de la Coordinadora.

Juan es una persona afable y sencilla pero con las ideas muy claras respecto a sus luchas y activismos, y sus mensajes, pese a que a veces puedan parecer descorazonadores, destilan un cierto optimismo y deseo de unión de fuerzas para generar el cambio social tan necesario en muchos aspectos. Doctor en Derecho por la Universidad del País Vasco, profesor del Departamento de Derecho de la Empresa en dicha universidad, miembro de Hegoa, Instituto de Estudios sobre Desarrollo y Cooperación Internacional, y, desde hace pocos meses, presidente de la ONGD Paz con Dignidad, Juan Hernández Zubizarreta se centró, entre otras cuestiones, en las causas de los desplazamientos forzados, qué le está ocurriendo al modelo capitalista y al heteropatriarcado, así como en las nuevas formas de explotación, expulsión y necropolítica, y el debate sobre el concepto de solidaridad internacional.

¿Cuál es tu visión sobre la movilidad humana, de las migraciones, a nivel internacional?

Hay que desglosar las distintas estructuras de poder: la posición de instituciones internacionales, de gobiernos, y de organizaciones sociales y parte de la sociedad civil.

Desde el punto de vista de los organismos internacionales, la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) y ACNUR pueden tener una posición bastante humanitaria, en un sentido positivo, con una idea de explicar qué está ocurriendo, por qué han aumentado los desplazamientos forzados. Lo explican y empieza a haber más informes sobre el cambio climático, cómo aparece el refugiado y refugiada climática, se abren a una reinterpretación del modelo clásico de la persecución del refugio frente a la huida. Hay acercamientos con la sociedad civil pero, desde un punto de vista teórico, las organizaciones de Derechos Humanos (DDHH), incluida la ONU, en la situación de capitalismo actual, están subordinadas a las organizaciones económico-financieras. Realmente quien imprime el ritmo sobre lo que ocurre con las migraciones son los informes del Banco Mundial, de la OCDE, que son los que marcan de manera clara y hablan de contención, de freno o de política de esterilización… y que, interpretándolo, hablan de que hay mucha gente en el mundo, que sobre gente.

El Derecho Internacional de los DDHH está siendo desplazado a pura retórica y hay una inversión de la jerarquía normativa, se está desacoplando. Y arriba, en el vértice, están los intereses de una minoría, defensa del capital, mercantilización de la vida y, debajo, lo que tiene que ver con derechos de mayorías y, por tanto, el sistema internacional de DDHH.

Los gobiernos están en una posición aliada de lo que dicen los organismos económicos internacionales. Cualquier presidente europeo hace un doble juego: hablan de democracia, valores europeos y fraternidad pero es todo discursivo, retórico, porque lo que piensan y hacen es justo lo contrario: cómo los frenamos, cómo no cumplimos lo cupos, cómo la migración y el refugio son molestos… y a partir de ahí construyen todos los mitos clásicos que conocemos: de avalancha, de invasión, que son terroristas, que nos quitan el trabajo, que quiebran la seguridad social… Es el cúmulo de justificación para que actúen con una crueldad brutal, tan brutal como que se muere gente sistemáticamente cada día en el sur, en el Mediterráneo o en el desierto. Y eso se llama necropolítica porque saben que se están muriendo, podrían ayudarles pero ya se ha decidido no hacerlo.

La sociedad civil y la gente nos movemos en una dualidad complicada. Por un lado estamos quienes pensamos que esto es una atrocidad, una vuelta a épocas pasadas y que hay que intervenir de manera radical en la defensa de los DDHH con la desobediencia civil. Por otro lado se hallan otros sectores de la sociedad, muy invadidos por el miedo pues los valores de dominación son muy fuertes. Los valores hegemónicos penetran en la piel de la gente y los gobiernos y los medios de comunicación hacen todo lo posible para que la población tenga miedo. Estos gobiernos están generando la guerra entre pobres, de modo que el funcionario sea atacado por quien tiene un contrato parcial, el precario ataque al que tiene un contrato, el excluido ataque al precario, y todos estos ataquen a los refugiados y migrantes. Se genera esa lucha, esa guerra entre pobres, muy horizontal, que precisamente desde el punto de vista electoral es la que ha leído la extrema derecha, que va subiendo en algunos países. Nuestros gobiernos, que son timoratos, defensores del status quo, se van a dar cuenta de que el fascismo va a crecer y los va a desplazar por sus prácticas tan mediocres. El triunfo de Trump en EE.UU. ha sido la expresión y la consolidación de esta guerra entre pobres.

-Algo quizá necesario es una aclaración terminológica sobre lo que es una persona refugiada, migrante, desplazada… Es una confusión que tal vez no sea casual, ni inocente. Por otro lado, resulta imprescindible una revisión del Estatuto de los Refugiados de 1951, ¿no crees?

Situándonos en la crisis de los refugiados en el Mediterráneo en 2015, se vio cómo, por ejemplo, el ministro del Interior de por entonces decía que dividía entre refugiados: sirios buenos, afganos malos. Se decía “nos invaden las migraciones, los migrantes”. Desde luego, hay un acuerdo que ya no vale. La Convención de Ginebra de 1951 y el Protocolo de 1967 protege a la gente que es perseguida, porque no hay democracia, por temas raciales, en parte por la guerra… La idea común es la persecución. Y con el resto de gente que viene se hace un silogismo falso: migrante igual a voluntario; es lo que está anclado en el pasado. Gracias a la presión del movimiento feminista y de algunas sentencias, entre las causas de persecución se ha metido la violencia machista, en el sentido más amplio. El resto se considera voluntario.

El cambio climático, las tierras muertas, los desplazamientos por inundaciones, las prácticas de empresas transnacionales que especulan con la tierra y los alimentos, los acuerdos de comercio e inversiones que establecen macroestructuras muy coloniales. Todo esto está provocando que mucha gente no sea perseguida, sino que huye. Los gobiernos nos dicen, sobre esa gente, que no caben, la gente de Sudán que viene de Eritrea, de Mauritania... que viene huyendo de causas generadas por las políticas económicas de los gobiernos de países enriquecidos. Por tanto, la norma de refugio del Estatuto de 1951 no sirve.

A corto plazo los gobiernos están vaciando la Convención de Refugiados por lo que hay que pedir la ampliación de causas. Ellos achican las causas de la Convención de Ginebra, diciendo por ejemplo que vengan solo los sirios, acotando por nacionalidad, algo discriminatorio. Es algo que choca también con la idea de vulnerabilidad, la gente más vulnerable, como el caso de niñas y niños, personas con alguna discapacidad, personas LGTBI...

En resumen, hay que exigir el cumplimiento de la Convención, la necesidad de leyes nacionales de refugio ad hoc al Derecho Internacional de los DDHH, una norma comunitaria sobre refugio que afecte a todos los países; en definitiva, ir a ese perfeccionamiento. También hay que explicar que la gente que migra, que lo hace de manera voluntaria, es ínfima.

Debemos utilizar la palabra “refugio” como elemento central y ampliar las causas e incluir, por ejemplo, al refugiado climático. Otra visión es la construcción de una nueva categoría jurídica que hable de desplazados forzados y ahí incluiríamos secciones para hablar de migración, de refugio, y secciones para hablar del control del comercio internacional, de los acuerdos y de las transnacionales, etc.

-¿Cómo influyen el capitalismo y el heteropatriarcado en estos desplazamientos forzados desde un ámbito más práctico?

El capitalismo tiene problemas de crecimiento, para realizar la fase de reproducción de capital. Y esos problemas le llevan a que el excedente de la economía financiarizada tiene dificultades en la construcción de nuevas opciones de economía productiva. Esto provoca que la tasa de acumulación de riqueza del capital se esté conteniendo, y están en fase expansiva. A ello hay que unir una crisis ecológica brutal, de límites materiales del planeta, tanto por el calentamiento como por la escasez de recursos naturales, energías fósiles, etc.

Para que se entienda, pedagógicamente, la tarta ya no puede seguir creciendo y si quieres que la acumulación de capital, de beneficios, sea tan codiciosa como la actual, teniendo en cuenta que la tarta no crece, hay que poner en marcha mecanismos. Respecto a las personas, estos mecanismos, ¿cuáles son? Agudizar la explotación, las expulsiones por desposesión y la necropolítica. En ese ámbito entran el CETA, el TTIP, los acuerdos de comercio… Es eso, para seguir aumentando la tasa de beneficios con poco crecimiento tienen que aprovecharse de los últimos resortes brindados a las mayorías sociales en Europa. Van a cargarse toda la política medioambiental, de protección de consumo, de derechos laborales…

Se amplía toda la estructura de explotación, en la relación jurídico-laboral, y ahí el patriarcado influye mucho, en toda esa explotación, en el ámbito de las mujeres. Las teorías feministas nos cuentan cómo la precariedad aumenta mucho entre las mujeres, se introduce a las empleadas de hogar o el tema de los cuidados, donde la sobreexplotación es mucha.

Parte de la explicación de Silvia Federici, sobre los feminicidios, tiene que ver con esto. Ella dice que en época medieval, antes del capitalismo, cuando a los hombres agricultores les quitan la tierra para la acumulación del señor feudal, les entregaban a cambio mujeres. El cuerpo de las mujeres y la destrucción de las brujas es objeto de mercantilización. Eso está ocurriendo ahora, por eso se está rearmando el machismo. El machismo, golpeado en su ideario de orden, golpeado por la crisis porque pierde poder adquisitivo, tiene una estructura de atacar al cuerpo de las mujeres, con situaciones como los feminicidios en Ciudad Juárez, México. Es la agresión directa al cuerpo de las mujeres.

La expulsión es evidente. Necesitan energía, mucho territorio para la agroalimentación, para los minerales, energías fósiles… y eso hace que en estos momentos el valor de la tierra, en sentido físico, sea mucho mayor al de las vidas y de ahí que expulsen a la gente, a pueblos de África, de América Latina y de otros lugares. Esas expulsiones generan biografías del horror, de gente expulsada de sus tierras deambulando por el planeta. Y a partir de ahí el poder ha agudizado el asesinato de lideres y lideresas, como Berta Cáceres, pero también de gente asesinada solo por el hecho de que molestan, no tanto por el hecho de que sean líderes, como es el caso de estudiantes, gentes que no consumen, no producen, no son útiles… Esto en Europa se traduce en lo que el filósofo y profesor camerunés Achille Mbembe acuñó como necropolítica, que es dejarles morir. No nos creemos que no haya dispositivos (radares, drones…) para localizar esos barcos en el Mediterráneo, impedir esos naufragios de refugiados y salvar sus vidas. Es necropolítica, es una política clarísima de dejarles morir porque sobran. A los que no se les deja morir se les expulsa y a una cuota, por la vía de la migración o del refugio, se les deja entrar, atemorizados, asustados, dóciles, para trabajar sobre todo en hostelería o en cuidados de personas. Ya entraría aquí la guerra entre pobres y la guerra hacia abajo de los salarios: que lo provocan los refugiados que llegan del mundo del horror y los aceptan a condición de que no se les eche. El capitalismo es tremendamente cruel.

-¿Qué tenemos que hacer desde el movimiento asociativo, respecto a todo esto, de cara a la ciudadanía? ¿Hacia dónde luchamos? ¿Qué herramientas tenemos para reivindicar todo esto? ¿Debemos estar unido todo el movimiento asociativo: el feminista, el ecologista… de forma que confluyamos las luchas?

Las dos cosas hay que hacerlas a la vez. Nunca vamos a conseguir sentarnos todos los movimientos, va a ser algo escalonado, como históricamente creo que se ha hecho. Hay que empezar a caminar en prácticas muy radicales de solidaridad. Radicales en el sentido de que lo que no hacen las instituciones lo tenemos que hacer nosotros. Por otro lado hay que conjugar la idea socrática de que me preocupa lo que te pasa a ti, estés cerca o lejos; es un valor humano que hay que recalcar. Este valor ético humanitario de los movimientos no puede quedar aislado. Hay que unirlo a un concepto de solidaridad que, para mí, es la agenda común contra el enemigo común; es un principio de solidaridad político de denuncia, de confrontación y de lucha. Parece que la solidaridad es un concepto blando pero ha de ser duro, me preocupa lo que le pasa al otro y la lucha contra los culpables de todo este asunto. Tiene que ver con un trabajo de ataque a los causantes.

Otro tema es que las personas refugiadas y migrantes son sujetos políticos, es algo muy importante. Y, por tanto, no les ayudamos. Son sujetos políticos en horizontalidad e intercambiamos. Es una solidaridad de intercambio, de lucha contra un enemigo común.

Y ahí el movimiento feminista es central porque a veces se confunde la idea de una ayuda humanitaria con las mujeres, colocando en campañas fotos de niños hambrientos, maltratados en el refugio, junto a mujeres. Eso es un horror porque la mujer no es un sujeto vulnerable sino un sujeto de derecho. Un sujeto vulnerable es la niña, el niño. Es una valoración muy importante que nos ha enseñado el movimiento feminista, como el ponernos las gafas moradas en toda la ruta migratoria, en las causas, las agresiones y las violencias sexuales, en la islamofobia... A la vez las mujeres son garantes de la cultura de origen y se enfrentan contra el racismo a la llegada. Las mujeres son sujetos políticos claros en el sentido de que gritan, reivindican, tiran piedras porque no les dejan pasar, protestan, hacen sentadas, dejan de comer…

Esto nos tiene que quitar la idea de “pobrecito refugiado” que yo le ayudo. Hay que tenerlo con cuidado porque hay personas con muy buena voluntad que por tener la idea política de la solidaridad de confrontación no quiere decir que no escalonemos bien. Y a la gente que tiene buen corazón, buena voluntad y quiere entregar jerséis, bolígrafos… a mí eso me parece bien siempre y cuando politicemos a esa gente y rompamos el cascarón de los valores hegemónicos. No les despreciemos colocándonos en una élite vanguardista de solidaridad sino que hay que incluirlos a la lucha. Eso quiere decir que hay que cambiar la idea de movimiento de vanguardia, de pocos, bien cohesionados, principios muy claros. Quizá todo eso hay que abrirlo, principios más laxos y hay que sumar porque el enemigo es muy cruel. Y combinar la denuncia política con la ayuda humanitaria, que ésta sea el paraguas político. Hay que sumar, sumar… a plataformas de ayuda a refugiados, de inmigrantes, SOS Racismo, movimiento feminista, etc.

Como método de trabajo, los clásicos: organizar, confrontar y decir, con campañas de sensibilización, teatro, performances, caravanas… y con la idea central, ya dicha, de lo que no hacen las instituciones tenemos que hacerlo nosotros, y eso requiere un aprendizaje y una desobediencia civil radical no violenta. La desobediencia se mueve en la dualidad entre legalidad y legitimidad, no es lo mismo. Es verdad que es discutible y a veces cómo haces que la legitimidad sea legalidad. Acerca de los actos de desobediencia civil, tenemos que creer que, si los consideramos legítimos, pasen a ser legales y por lo tanto tenemos que acumular mayorías sociales. Hay que desobedecer en el sentido de acoger a personas sin preguntar de dónde vienen, si tienen papeles…, de empadronar a personas refugiadas en España para que tengan una estructura jurídica que les permita acceder a ayudas o de bloquear la salida de buques cargados de armamento español rumbo a Arabia Saudí.

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