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¿Iré a la cárcel si no me presento? ¿Castigarán a mis padres?: Las preguntas de los rusos que piden ayuda a una start-up para esquivar la guerra

Ilustración de Cristina García.

Mariangela Paone

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Caos, falta de información, escasez de medios y sobre todo angustia y miedo. Ha pasado poco más un mes desde que el presidente ruso Vladímir Putin decretara la primera movilización desde la Segunda Guerra Mundial, una decisión que ha abierto una brecha en el mensaje oficial sobre la “operación especial” en Ucrania, el eufemismo al que el Kremlin recurre para hablar de la invasión del territorio ucraniano.

Ilia Krasilshchik tuvo inmediatamente el pulso del pánico que el anuncio de Putin del pasado 21 de septiembre había desatado en el país. El exfundador del medio ruso independiente Meduza tenía un observatorio privilegiado: tras el comienzo de la guerra, junto a excompañeros, había decidido lanzar un nuevo proyecto que mezclara periodismo y activismo, ofreciera información veraz sobre la guerra y a la vez tuviera un canal siempre abierto para contestar a las preguntas y peticiones de ayuda de ciudadanos rusos y ucranianos. 

Para cuando Putin anunció la movilización, Helpdesk.media, la nueva start-up de Krasilshchik, llevaba menos de cuatro meses online y, de repente, se convirtió en una de las referencias para quien trataba de solucionar sus dudas o buscaba una vía para sortear el alistamiento. “Ahora los mensajes con preguntas nos llegan en el orden de cientos cada día, pero en el primer día después del anuncio de la movilización tuvimos 9.000 preguntas. Para entender qué significa, hay que pensar que en los cuatro meses anteriores en total habíamos recibido 5.000 mensajes. En un día tuvimos casi el doble de peticiones que en todos los cuatro meses anteriores”, cuenta Krasilshchik por videollamada. 

“¿Iré a la cárcel si no me presento?”. “¿Me pueden llamar a filas siendo un estudiante de posgrado?”. “¿Pueden llamar a un padre soltero?”. “¿Y a una persona con cinco hijos?” “¿Pueden incriminar a unos padres que se nieguen a dar información sobre el hijo que ha sido convocado para alistarse?”. Son solo algunos ejemplos de los miles de mensajes que han llegado a la línea directa de Helpdesk.media y que son aún visibles en su canal de Telegram, donde publican la pregunta anónima y la respuesta de manera que pueda ser útil para los que están buscando información. “Al principio la confusión era total. Tú estás viviendo tu vida normal y de repente llega esto y la gente quiere entender. Hay miles de preguntas diferentes, tantas cuantas las circunstancias personales de cada uno. Pero en el fondo la cuestión principal es la misma: ¿Cómo puedo evitar esa mierda?”, cuenta Krasilshchik. 

El mismo Putin reconoció que había que corregir los errores que se habían producido, pero mientras tanto centenares de miles de personas —según las estimaciones que circulan, aunque no haya cifras oficiales— han dejado el país por aire, con Turquía como uno de los principales destinos, o por tierra, hacia por ejemplo Finlandia o Georgia.

Hace dos semanas el presidente ruso anunció que la movilización parcial debería haber acabado para finales de mes. Y este viernes el ministro de Defensa ruso, Sergei Shoigu, anunció que el objetivo de movilizar a 300.000 reservistas se ha alcanzado. De ellos, según el ministro, 82.000 han sido ya enviados al frente y 218.000 están en adiestramiento.

Entretanto, se han publicado denuncias sobre la escasez de materiales y equipamientos o el alto número de órdenes de reclutamiento en las minorías étnicas.

Un ejército de voluntarios

Krasilshchik reconoce que contestar a todas las peticiones fue un reto enorme, porque había que encontrar en muy poco tiempo información fiable para dar sugerencias y asesoramiento legal también en contra de las versiones oficiales. “Al principio fue realmente difícil. No teníamos experiencia en esto. Dirigíamos a las personas hacia abogados expertos en asuntos militares, que sabíamos que eran buenos, pero lo mismo hacía todo el mundo. Y entendimos que esa no era la vía. Uno de ellos nos dijo que había tenido 600 llamadas perdidas en un día. Eso era imposible de gestionar. Así que decidimos hacer una guía para recopilar las informaciones más importantes y remitíamos las personas a la guía. Luego empezamos a sumar voluntarios y llegamos a tener mil voluntarios en un par de días. Y luego 20 abogados se sumaron también para asesorarnos de forma gratuita”, recuerda. Cuando por primera vez publicaron online una guía para evitar la movilización, casi inmediatamente las autoridades bloquearon la página. 

Desde que el canal está abierto, más de 21.000 personas han buscado allí asesoramiento. “A veces la gente pensaba que tenía todos los papeles para justificar que no eran elegibles, pero cuando llegaban a la oficina encargada les decían que no valían o no eran suficientes, porque el sistema es muy corrupto. Es un sistema anticuado, ineficiente. El principal consejo que nosotros hemos dado es que no se fiaran de los funcionarios y que no fueran a la oficina de reclutamiento. Y que no irían a la cárcel por ello. La multa máxima es de 3.000 rublos, unos 50 euros. Y aunque les mandaran a la cárcel, lo que es imposible bajo las leyes actuales, es mejor estar entre rejas que ir a la guerra y que te maten o tengas que matar a otro”, dice el periodista. 

Es también para sortear la censura que los principales canales de difusión de Helpdesk.media son Instagram y Telegram. “Tenía mis propios canales con mucha audiencia y solo los renombramos. Cedí mis redes sociales y he sobrevivido”, cuenta con una sonrisa Krasilshchik, que después de salir de Moscú en marzo se instaló en Tiflis. Sobre él pesa desde julio una orden de detención en Rusia por un post que publicó en Instagram denunciando que el ejército y el Gobierno ruso eran responsables de la masacre de Bucha. “Cuando nos despertamos el 24 de febrero y teníamos las notificaciones de que la guerra había empezado, de que Rusia estaba bombardeando Kiev... Yo he estado muchas veces en Kiev, tengo muchos amigos allí. Es una ciudad preciosa. Encendimos la televisión, algo que no hacemos casi nunca normalmente y vimos los bombardeos. Y en este momento yo simplemente entendí que todo había cambiado. Yo no había tenido nunca esa sensación en mi vida antes”, dice. “Algunos amigos dicen que mi situación es más sencilla, porque ya sé que no puedo volver. Pero ellos piensan que quieren volver y no saben si es peligroso o no. Al menos en mi caso, no hay dudas”. 

El reto de cruzar una línea roja

Tras dejar Meduza, Krasilshchik estuvo un tiempo alejado del periodismo y trabajó para la empresa Yandex en la parte de desarrollo del servicio de entrega de comida a domicilio. Una experiencia que le sirvió para imaginar cómo gestionar la línea directa de Helpdesk.media. El proyecto surgió, desde el principio, con dos almas: periodismo y activismo.

“Había dejado Yandex en noviembre y había empezado a hacer experimentos en mi perfil de Instagram. Cuando estalló la guerra pensé que la única cosa que tenía que hacer era escribir, porque esta había sido mi oficio durante 12 años. Al principio empecé con un excompañero un podcast en el que entrevistábamos a ucranianos desde Rusia. Queríamos saber lo que estaba pasando, desde el punto de vista de la gente común, ni políticos ni militares. Saber qué le pasaba a esta gente que tenía una vida normal y se la habían destrozado. Y se convirtió en algo muy popular, lo escuchaban entre 600.000 y 700.000 personas”, cuenta.

Luego decidió dar un paso más. “Escribí a unos amigos que eran todos excompañeros en Meduza y que también habían dejado el medio. Y les dije: tenemos que lanzar un nuevo medio y tiene que mezclar activismo y periodismo. Para cualquier periodista, esto es cruzar una línea roja. No puedes ser un activista y un periodista. Pero intentamos encontrar una vía. Y fue que el proyecto tuviera dos lados, independientes el uno del otro. En uno contamos las historias de esta guerra a través de las redes sociales y en el otro damos apoyo a la gente con nuestra línea directa de ayuda”. No podían imaginar que unos meses después el canal se convertiría en un último recurso para miles de personas que trataban de evitar el reclutamiento para la guerra.

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