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The Guardian en español

La represión del gobierno marroquí contra los disidentes del Rif multiplica el éxodo a Europa

Activistas rifeños ondean banderas amazigh en una protesta

Saeed Kamali Dehghan

Alhucemas (Marruecos) —

En la plaza de Mohammed VI de Alhucemas, escenario de unas revueltas que ya llevan un año, un arco iris gigante se deja ver sobre el Mediterráneo, desde lo alto del acantilado en esta empobrecida región del Rif. 

Pero en las calles la vida no es tan alegre para los amazigh. Oficiales con equipamiento antidisturbios llenan la plaza, preparados para las protestas con motivo del aniversario de la muerte de un pescador local, Mouhcine Fikri.

En 2016, Fikri fue triturado hasta la muerte en un camión de basura mientras intentaba recuperar su pesca, confiscada y tirada a la basura por la policía. La trituradora mecánica del camión lo mató cerca de la plaza, provocando revueltas populares que se extendieron por todo el país.

Las protestas dieron fuerza al Hirak ash-Shaabi, el movimiento popular del Rif. Éste fue el mayor desafío para las autoridades marroquíes desde la primavera árabe de 2011, cuando el rey otorgó ciertas concesiones con la esperanza de disminuir el revuelo. Marruecos ha respondido arrestando a los líderes del Hirak, metiendo en prisión a periodistas y tomando medidas drásticas contra los protestantes.

Éxodo del Rif a Europa

Esto también está provocando un éxodo de habitantes del Rif perseguidos y de jóvenes desempleados, muchos de los cuales están intentado llegar a Europa. Este verano aumentó considerablemente el número de refugiados y de migrantes que han arriesgado sus vidas en el recorrido que separa Marruecos de España.  

Según las últimas cifras de Frontex, la agencia europea de fronteras, “en los primeros ocho meses del año, el número de migrantes que han cruzado a España [principalmente desde Marruecos a través del estrecho de Gibraltar]  llegó a alrededor de unas 13.600 personas , casi tres veces más que durante el mismo período en 2016”. 

Autoridades europeas están observando el desarrollo de los acontecimientos de cerca. Tras conseguir contener el flujo de migración a través del Mediterráneo central vía Italia y por el Este vía Grecia, Bruselas no quiere que se abra otra vía por el oeste.

Marruecos ya es uno de los principales focos de inmigración a largo plazo del sur de Europa, y los enclaves de Ceuta y Melilla se han vuelto cada vez más difíciles de cruzar. La situación en el Rif puede generar una nueva ola de jóvenes marroquíes dirigiéndose hacia el norte.

El Mortada Iamrachen, un antiguo imán de la mezquita local y destacado activista,  fue encarcelado en junio por su apoyo al Hirak. Este hombre de 30 años asegura que su detención fue un golpe tan grande para su padre que murió el mismo día que él fue llevado a la cárcel de la capital, Rabat.

“La ciudad de Alhucemas vive en un estado de tristeza y rabia, marcadas por el desempleo, la falta de recursos económicos, las drogas, la inmigración secreta y los arrestos que han contribuido a esta situación catastrófica”, dice en una entrevista en la ciudad. “Nuestras familias sufren y cuando salimos, no saben si volveremos a casa o acabaremos en la cárcel”.

La muerte repentina del padre de Iamrachen obligó a las autoridades a ponerle en libertad, pero muchos –incluido el líder de las protestas, Nasser Zefzafi– siguen entre rejas. Se cree que al menos 400 personas permanecen en prisión por su conexión con el Hirak, muchos en la cárcel Ouchaka de Casablanca. Algunos de ellos están en huelga de hambre.

Cuando Zefzafi hizo una llamada a manifestarse por la muerte de Fikri, la plaza Mohammed VI se convirtió en el escenario principal de las protestas. El 18 de mayo los ciudadanos de Alhucemas protagonizaron una gran manifestación en la que pedían “libertad, dignidad y justicia social”.

La peor represión empezó a finales de mayo, con una serie de arrestos. La policía antidisturbios interrumpió a golpe de porrazos y gas lacrimógeno la protesta del 20 de julio en la plaza. Imad el-Attabi, un joven de 20 años herido ese día, murió a principios del mes siguiente. Desde entonces, las protestas esporádicas tienen lugar en otras ciudades del Rif, y estos días han organizado manifestaciones por el aniversario de la muerte de Fikri.

Rutas de migración a Europa

The Guardian conoció en Alhucemas a Nawal Ben Aissa, amazigh de 36 años y madre de cuatro niños, que asegura que es la primera vez que sale a protestar en toda su vida.

“El Hirak pide un mejor futuro, ser capaz de vivir, tener un trabajo, un hospital oncológico, una universidad. Salimos a protestar para pedir estas cosas”.

La universidad más cercana está en Oujda, cerca de la frontera con Argelia, a unos 260 kilómetros de distancia. Los enfermos de cáncer tienen que hacer un viaje de 12 horas en autobús para ir a tratarse a Casablanca –pocos pueden permitirse un billete de avión–.“La gente prefiere ir a España, ir a Europa, porque aquí no hay trabajo”, explica Ben Aissa.

En junio la arrestaron dos veces y de nuevo en septiembre; ahora está a la espera de que se celebre su juicio. “Estoy acusada de retransmitir en directo las protestas en Facebook, animando a otros a salir”, dice Ben Aissa. “No tengo miedo porque estoy reclamando mis derechos, pero mi madre y mi padre sí tienen miedo. Lloran”.

El hermano de Naoufal el-Moutaoukil, Ilyas, lleva en la cárcel desde junio. Señala que las medidas represivas en Alhucemas están animando a muchos a irse. “Emigrar es la única opción que queda, y conlleva un gran riesgo”, dice el-Moutaoukil. “Cruzar el estrecho de Gibraltar no es un juego… hay algunos que llegan a España y hay otros que mueren. Dejan su país porque no tienen ningún futuro en Marruecos”.

Migraciones por falta de trabajo y represión

The Guardian se reunió en Algeciras y Tarifa con refugiados que han huido de las persecuciones en Alhucemas a principios de este verano. Dos hermanos, de 28 y 19 años, y sus dos primos, los dos de 21 años, estaban entre los rescatados en el Mediterráneo en agosto. Llegaron en motos de agua desde la playa de Souani, después de viajar unos 180 kilómetros por mar.

“Éramos cuatro en la moto de agua. Nos costó seis horas ir de Alhucemas a Motril”, dice uno de los cuatro jóvenes del Rif, que buscan asilo en España. “La policía antidisturbios marroquí nos pegó durante las protestas. Tengo señales en mis manos. [También] nos fuimos por trabajo. No hay trabajo en el Rif”.

La tensión del ambiente en Alhucemas es tal que este periodista fue detenido en medio de su entrevista con Iamrachen por agentes de paisano, escoltado a Casablanca por tres oficiales y deportado a Londres. De camino entre Alhucemas y Casablanca, the Guardian presenció el nivel de pobreza del Rif: carreteras en mal estado, ausencia de infraestructuras básicas y pueblos en total desamparo.

Sherif Mansour, del Comité para la Protección de Periodistas (Committee to Protect Journalists), dice que al menos tres periodistas están entre rejas por trabajar en temas sobre lo que ocurre en la región, y al menos tres más fueron deportados este año. “En Marruecos se está presenciando un retroceso dramático de la libertad de prensa”, dice Mansour.

En septiembre, el Observatorio para los Derechos Humanos criticó al rey de Marruecos por maquillar las pruebas del abuso policial en Alhucemas. En su discurso con motivo de la Fiesta del Trono en julio, Mohammed VI hizo referencia por primera vez a los sucesos en Alhucemas, criticó la falta de desarrollo en la región pero defendió a las fuerzas de seguridad por “llevar a cabo su labor con valentía y paciencia”.

El 29 de julio, indultó a 42 miembros del movimiento Hirak pero muchas de sus figuras clave siguen en la cárcel. “El verdadero problema es el rey”, dice uno de los ex prisioneros, que pide no ser nombrado. “La gente está empezando a hablar de él, pero todos tienen miedo. Él es el verdadero problema en Marruecos”.

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