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Una dulce despedida para La Duquesita

Somos Chueca

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Después de tres generaciones manteniendo vivo el arte de la pastelería madrileña, La Duquesita cerrará sus puertas el 30 de junioLa Duquesita. Luis y Teresa, sus amables propietarios, se jubilan y no han encontrado recambio generacional para hacerse cargo del negocio, que lleva en pie en la Calle Fernando VI número 2 desde el año 1914. Eso sí, las recetas quedan a buen recaudo y se las llevarán a Córdoba, donde tienen previsto comenzar una nueva vida.

La Duquesita es un establecimiento centenario que conserva su diseño y sabor original. Desde fuera dos grandes escaparates, que Teresa prepara con mimo y esmero, incitan los curiosos a pasar y probarlo todo. En el interior hay dos espacios bien diferenciados: a un lado el mostrador para despachar los dulces y el pan, al otro una pequeña barra con una encimera de mármol bien trabajada por los años y unos taburetes metálicos (más bien modernos si tenemos en cuenta el entorno) en los que poder tomar alguna de sus tentaciones dulces y saladas mojadas en un café.

Tras uno de los espejos del fondo se esconde una puerta que da paso al obrador, donde se elaboran artesanalmente casi todos los productos que venden. «Todo fresco y natural, sin conservantes, y con las materias primas de la mejor calidad», insiste en recalcar Luis mientras prepara un listado de encargos para poder satisfacer los deseos de sus clientes más fieles, que ya están haciendo acopio de viandas para cuando cierren.

Con su despedida se va también parte de la Historia de Madrid y de los secretos de la nobleza española, fieles clientes de esta pastelería-confitería desde sus orígenes; pero también de otros personajes tan relevantes como José Antonio Primo de Rivera, apasionado de sus suizos y sus yemas.

Ni la Guerra Civil fue capaz de acabar con La DuquesitaLa Duquesita: aunque la falta de materias primas provocó que sus puertas estuvieran que estar abiertas de manera intermitente y que la emblemática estatua de alabastro que preside el local sufriera un ataque que le dejó marcas en su cuello y una mano.

En sus vitrinas hay auténticas joyas, como esa antigua lata de hojalata que Luis enseña con orgullo y que tiene grabado el número telefónico que tenían antiguamente, el 2218, cuando eso de tener teléfono era un lujo sólo en manos de unos pocos. «Con motivo del centenario, el año pasado hicimos estas reproducciones también en metal que ahora la gente se está llevando de recuerdo», dice emocionado mientras guarda la original.

Muchos clientes y vecinos se enteran de la noticia al pasar por el escaparate y leer la nota que dice «La Duquesita cuelga el mandil» y la respuesta de todos ellos es unánime: «¡Pero qué pena, se os va a echar mucho de menos!». «Es una decisión muy meditada que tomamos en abril. Junio era el mes perfecto para poder completar un ciclo y no dejar a ningún cliente tirado, porque cuando empieza el frío ya comienza el baile», explica un emocionado Luis.

Una clienta le aborda preguntándole por la receta de los pestiños, a lo que él responde que «Hoy en Internet lo tienes todo». Ante sus insistencia, Luis acepta compartirla, pero es hablarle de «harina floja» y al ver su cara de póquer le explica con una paciencia infinita que «no todas las harinas son iguales, unas son más elásticas y otras más firmes».

Satisfecha, antes de abandonar el local con la receta debajo del brazo y una buena caja de pestiños de aprovisionamiento para cuando ya no estén, pide un pionono para tomar en el local y exclama «Mmmm ¡qué delicia! Me tienes que contar el secreto, que los que hacéis vosotros son especiales. Ese toquecito crujiente de fuera es lo que marca la diferencia. ¡Cuánto los voy a echar de menos!», le dice mientras se aleja.

Entra entonces una pareja de turistas, a los que Luis atienden en un perfecto francés. «Es que vienen muchos extranjeros: franceses, italianos, japoneses... desde que salimos en una guía internacional todos los días viene alguno. Y según nos han contado en esa guía no sale cualquiera, solo sitios buenos», nos comenta orgulloso. Al rato llega una pareja de americanos que, sorprendidos con el sabor de los bollos, el café y los precios, no dejan de hacer fotos y se animan a dejar su dedicatoria personal para el recuerdo en el libro de firmas.

No son los únicos que han querido dejar por escrito sus sentimientos. Personas anónimas y algunas otras conocidas, como Lorenzo Caprile (que hasta le ha hecho un modelito a La Duquesita), también han hecho sus aportaciones, con emotivos mensajes como «Un museo de endulzar la vida (todo un arte) desaparece» o «La Duquesita pierde su ducado y nuestro barrio pierde uno de los espacios que hacen que la ciudad sea más amable y visible».

Enmarcado, a la salida del local se puede leer el siguiente poema que Joaquín Gómez de Segura le dedicó en su 85º cumpleaños y que sintetiza a la perfección la historia del negocio y muchas de las delicias dulces que se han servido generación tras generación, fieles a la tradición pastelera que Luis heredara de su abuelo Romualdo y de su padre, don Mariano, fundador de la ahora cerrada Escuela de Pastelería de Madrid, cuna de grandes profesionales pasteleros.

Madrid te vio nacer en esta calle del Sexto Rey Fernando,

con nombre de aristócrata te hiciste famosa en todo el barrio.

Y pronto tu prestigio se extendía

al gran Madrid, triunfando

en esta noble Villa del Madroño

y el oso, palmo a palmo.

De Reyes tu roscón maravilloso

vitola tiene de rango,

igual que del carnaval los pastelillos,

las torrijas en marzo...

Auténticas delicias que cautivan

tus rosquillas del Santo,

que llegan con el mes maravilloso

y florido de mayo.

En junio traes de guapa modistilla

los suspiros, llegando

del Santo los buñuelos y los huesos

famosos, ricos ambos.

De mazapán anguilas, ricas frutas

de almíbar, y entre tanto

así La Duquesita cumple ahora

ochenta y cinco años.



Joaquín Gómez de Segura
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