La Fiesta del Árbol de la Ciudad Lineal o cómo plantar para poner en marcha una utopía progresista
Hacer como manera de demostrar lo que se quiere ser. Esta frase podría resumir parte de la filosofía del ambicioso proyecto de la Ciudad Lineal, que Arturo Soria puso en pie entre finales del siglo XIX y principios del XX. Algo más que un gran eje viario en el que convivían vecinos de diferentes clases sociales en las distintas tipologías de hogares unifamiliares con jardín que congregaba a sus lados. Una idea de ciudad que de desarrolló solo parcialmente y de la que aún contamos con vestigios materiales –en cuanto al trazado y un puñado de edificios– en el distrito que conserva su nombre.
La naturalización del espacio público y privado–“para cada familia una casa; en cada casa una huerta y un jardín”– era una de las piezas fundamentales del diseño de la Ciudad Lineal, que aún se pueden apreciar en sus espacios. Y, dentro de esta visión de ciudad, la Fiesta del Árbol se convirtió en la guinda comunitaria, en palabras de Arturo Soria, “el complemento natural de la ciudad lineal, de las ciudades higiénicas del porvenir”
En el árbol como símbolo confluían los vientos del higienismo y la tradición del republicanismo revolucionario, que siempre tuvo en el árbol de la libertad –que era plantado como manifestación del cambio, a veces con un gorro frigio– uno de sus estandartes cívicos. Aún despojado del carácter revolucionario heredado de la Revolución Francesa, cabe situar el acto de plantar colectivamente como un elemento propio de la cultura republicana y progresista que revestía el proyecto de Arturo Soria.
La primera edición tuvo lugar el 26 de marzo de 1896 con gran boato. Las Infantas Isabel y Eulalia asistieron en representación de un Alfonso XIII niño (que disculpó su ausencia por enfermedad) y se cantó un himno compuesto por Ruperto Chapí con letra de Fernández Shaw. Se plantaron 2.400 pequeños árboles en los terrenos conocidos como Cerro Centinela, situados entre Chamartín de la Rosa, Hortaleza y Canillas, que pasarán a llamarse Pinar del Rey.
La propuesta fue inicialmente sufragada con fondos públicos, pero en siguientes ediciones fue la propia Compañía Madrileña de Urbanización, rectora de la Ciudad Lineal, la que corrió con los gastos de la organización. Con el paso de los años, la fiesta –que cada vez congregaba más asistentes– fue perdiendo solemnidad y convirtiéndose en un festejo más popular. Se llevaron a cabo una docena de ediciones en diferentes zonas de la Ciudad Lineal y se plantaron unos 200.000 árboles hasta el año 1909.
Se plantaron especies variadas, entre ellas cedros, pinos, abetos, cipreses, eucaliptos, acacias y álamos. Las plantaciones tenían lugar, generalmente, en febrero y noviembre, que eran los momentos que se consideraban más óptimos para ello, pero en verano se llevaban a cabo actividades lúdicas o deportivas asociadas a la cita.
La iniciativa no podría entenderse sin la participación de niños y maestros, cuya presencia era recalcada especialmente en las páginas de La Ciudad Lineal, órgano de prensa de la compañía. La Fiesta del Árbol se convirtió en un elemento pedagógico de primer orden en un tiempo en el que todas las iniciativas escolares avanzadas preconizaban el contacto con la naturaleza, como muestra el opúsculo La Fiesta del Árbol, publicado en 1915 por el maestro Ezequiel Solana Ramírez.
En la revista de la Ciudad Lineal del 20 de junio de 1903 se anunciaba la intención de ampliar la ya habitual participación escolar con la creación de campeonatos “de lectura, escritura, de operaciones aritméticas, de ejercicios físicos de agilidad y destreza, como saltos, carreras y de toda clase de trabajos intelectuales, manuales y físicos”. Participarían los niños de los colegios públicos y privados que quisieran y los premios se otorgarían durante la celebración de una Fiesta del Árbol, dedicándose a cada uno de los ganadores un pequeño árbol, que sería bautizado con su nombre.
El gran impulsor de la Fiesta del Árbol de la Ciudad Lineal, junto al propio Soria, fue Mariano Belmás Estrada. El arquitecto, una figura importante de la corriente higienista, llegó a proponer un sistema para construir de forma rápida casas baratas e higiénicas para obreros. Arturo Soria contó con él como consejero de la Compañía Madrileña de Urbanización y participó sobre todo en asuntos referentes al saneamiento, suministro de agua y gas, alumbrado, así como en los estudios para el tranvía eléctrico. Belmás, que se distanció del proyecto en 1898, pasa por ser también el arquitecto de la primera vivienda unifamiliar de la Ciudad Lineal, inaugurada el 16 de julio de 1894 en el término municipal de Canillejas.
La Fiesta del Árbol fue dotada de marchamo de oficialidad al ser reconocida por el Real Decreto de 11 de marzo de 1904. En la publicación de la Gaceta de Madrid del día siguiente –el BOE de la época– se articulaba un procedimiento para que las localidades solicitaran participar en la Fiesta del árbol, la coordinación con los ingenieros de los llamados Distritos forestales y la concesión gratuita de semillas y plantones por parte del Estado.
De esta manera, la fiesta cívica se incluía en las políticas públicas de reforestación a través del Cuerpo de ingenieros de montes y las alcaldías. El Real Decreto daba por sentado en su parte expositiva la buena salud de la fiesta. “No es necesario, por fortuna, dar a conocer está fiesta, ni preocuparse de establecerla en España; que establecida está ya por la iniciativa particular, y no hay que cuidar más que de extenderla. Sin el apoyo oficial se ha abierto paso y son varios los pueblos de la Nación que pueden enorgullecerse de haberla celebrado”, decía. En 1915 la fiesta se hizo obligatoria en todos los pueblos de España y gozó de buena salud hasta el golpe de Estado que dio comienzo a la guerra civil.
La idea de plantar árboles de forma cívica y ritualizada no se recuperó hasta bien entrado el franquismo y, más decididamente, la democracia, momento en que numerosos movimientos vecinales volvieron a impulsar las plantaciones como forma de reclamar un espacio público más verde. Desde hace ocho años, el Ayuntamiento de Madrid celebra en la Casa de Campo una Fiesta del Árbol, que hace coincidir con el Día Internacional de los Bosques (21 de marzo) y plantaciones similares se han hecho habituales en otras localizaciones, como la Dehesa de la Villa, donde la administración y el tejido asociativo colaboran en multitudinarias plantaciones comunitarias de carácter festivo. La propia Asociación Legado Arturo Soria, junto con otros colectivos, se ha implicado activamente en la recuperación de la Fiesta del Árbol en el parque Calero. Ciento treinta años después de la primera vez en la Ciudad Lineal, organizarse para plantar árboles sigue siendo un impulso colectivo en vigor.
0