Vecinos de San Diego denuncian problemas ligados a la droga y la delincuencia: “Nos han abandonado”
La estación de Metro de Nueva Numancia es la puerta de entrada a San Diego. La escasa iluminación navideña, una tienda de productos latinos y una abarrotada avenida de la Albufera marcan el inicio del recorrido por este barrio madrileño, situado en el distrito de Puente de Vallecas. Girar la esquina hacia Sierra de Cameros es casi una prueba de obstáculos. La basura rebosa en los contenedores y las bolsas se agolpan alrededor de la acera, entorpeciendo el paso y desprendiendo un olor espeso que se mezcla con el de la orina, presente en muchas esquinas. Es el primer golpe de realidad para los que llegan por primera vez al barrio y el pan de cada día para quienes viven allí.
“Esto es lo normal”, explican los vecinos de la Asociación Kasko Viejo. “Y solo es el principio”, advierten. Conforme el paseo va avanzando el deterioro de las calles va en aumento y cada pocos metros hay una historia que contar: “Aquí agredieron a un vecino hace unas semanas y en este local venden droga”. No hay ni un rincón que se salve.
Los vecinos van señalando uno a uno los puntos negros del barrio, como si dibujaran un mapa del abandono en el que las ubicaciones destacadas son los portales en los que se producen “trapicheos”, los solares ocupados ilegalmente y las calles repletas de basura. Todo con mucha cautela y disminuyendo el tono de voz cuando sospechan que alguien puede estar escuchando. Lo hacen por miedo, una sensación con la que conviven diariamente.
Una vecina, que prefiere mantener su anonimato, relata cómo su hija fue increpada y escupida por una mujer drogodependiente hace unos meses. Ella, que vivía fuera de Madrid, decidió volver al barrio para no dejar a su hija sola. “Va a llegar un punto en el que no vamos a poder salir a la calle”, señala. Solo fue una agresión menor, pero otros vecinos han salido peor parados.
El camarero de un bar ubicado en la avenida de la Albufera, sufrió un atraco al volver una noche a casa. Mientras caminaba por Sierra de Cameros, dos individuos se abalanzaron sobre él, lo tiraron al suelo y le golpearon repetidas veces. “Si no llega a ser por un coche que apareció y tocó el claxon, no sé qué hubiera pasado”, asegura. La violencia, al igual que el miedo, están presentes constantemente en San Diego. Los vecinos cuentan que también se han llegado a producir apuñalamientos y se han encontrado machetes bajo contenedores.
Toda esta violencia es solo la capa superficial de un problema más profundo: la presencia creciente de consumo y tráfico de drogas. El bulevar de Peña Gorbea se ha convertido en el epicentro visible del deterioro. “Es imposible pasar sin ver algo”, afirma una vecina. Aquí se mezclan consumidores que llegan de otros puntos de Madrid, personas sin hogar que pernoctan en la calle y un gran volumen de traficantes. La caída del clan familiar que controlaba el tráfico de drogas en el barrio ha multiplicado el trapicheo por todas partes. “Aquí vende droga hasta mi vecino”, señalan. Lo hacen en la calle, a plena luz del día y hasta con niños delante.
Cámaras y vigilancia policial
Fuentes municipales explican a Somos Madrid que la presencia de personas con adicciones tanto en la vía pública como en inmuebles del barrio usurpados de manera ilegal “genera un trabajo extraordinario para los servicios municipales”. En este sentido, recuerdan que las competencias principales en materia de seguridad ciudadana recaen en la Policía Nacional, aunque la Policía Municipal también está presente. “En coordinación con Policía Nacional ha llevado a cabo desde septiembre de 2024 distintas operaciones para desmantelar narcopisos en el distrito y, concretamente, en el barrio de San Diego. También, ha establecido patrullajes a pie en la avenida de Monte Igueldo a petición de comerciantes de la zona y se mantienen activos puestos fijos en el bulevar de Peña Gorbea”, señalan.
Desde el Ayuntamiento de la capital instan a la Delegación del Gobierno en la Comunidad de Madrid a que destine más recursos en la zona y al Gobierno central a que permita al Consistorio contar con más policías municipales. Por su parte, han incrementado la seguridad en la zona con la instalación, durante el anterior mandato, de un sistema de videovigilancia dotado con 25 cámaras. Los vecinos confirman la presencia policial en algunos de los puntos más conflictivos del barrio, pero consideran que la actuación, en general, es escasa. “Nos dicen que son insolventes y no hacen nada”, cuentan.
La droga influye directamente en la sensación de inseguridad que atraviesa el barrio. Muchos drogodependientes hacen lo que sea por conseguir dinero y los efectos derivados del consumo generan agresividad. Por esta razón, los vecinos denuncian que se encuentran indefensos cuando tienen que enfrentarse a alguna situación que conlleva dirigirse a alguien bajo los efectos de la droga. “Muchas mañanas te encuentras gente durmiendo en el portal y no te atreves a despertarles para que te dejen salir por miedo a una mala reacción”, cuenta una vecina.
Todo esto también impacta directamente en el estado de las calles del barrio. Los solares abandonados se han convertido en un almacén para personas sin hogar, que recolectan muebles, colchones y otros objetos que encuentran para ocupar estos espacios. La acumulación trae consigo la aparición de plagas como ratas o cucarachas e incluso ha habido algún que otro pequeño incendio.
Desde el Consistorio aseguran que “actúan con mucha regularidad en la zona”, tanto en cuestión de recogida de residuos, retirada de enseres y en materia de seguridad. Además, durante las visitas a la zona llevan a cabo “un trabajo de concienciación y sensibilización del cuidado del espacio con estas personas”. Sin embargo, los vecinos observan un “claro deterioro” del barrio.
El olor de las calles es otro elemento característico. “Hacen sus necesidades en portales, contenedores o entre los coches”, señalan los vecinos. En algunos puntos del barrio la mezcla entre la basura y la orina hacen casi insoportable transitar por allí.
Los establecimientos 24 horas con marcado carácter de licorería tampoco ayudan. Estos locales desempeñan un papel crucial en la vida -y el desorden- del barrio. Abiertos permanentemente, venden alcohol sin descanso y se han convertido en puntos de reunión que atraen discusiones, peleas y ruido hasta altas horas de la madrugada. Los más conflictivos se encuentran en la avenida de la Albufera, la calle Doctor Fernando Primo de Rivera y el bulevar.
Para las familias, vivir en este barrio se ha convertido en una experiencia marcada por la preocupación constante. La inseguridad condiciona rutinas básicas. Acompañar a los niños al colegio, permitirles jugar en la calle o incluso hacer vida social al aire libre ha dejado de ser algo cotidiano para convertirse en un ejercicio de vigilancia permanente.
“Ya han pasado cosas y aquí nadie hace nada”, advierte una vecina. Hace unas semanas una menor fue abordada por un individuo mientras regresaba del colegio, un incidente que solo pudo evitarse gracias a la rápida intervención de un vecino. Aunque no llegó a perpetrarse, la consternación en el vecindario es más que evidente. Según relatan desde la AV Kasko Viejo, casos como este refuerzan la idea de que el barrio “ha dejado de ser un entorno seguro en el que criar a una familia”.
Los vecinos lamentan que la Junta se encuentre “ajena” a toda esta realidad y haya vuelto a instalar el tradicional mercadillo navideño y un nacimiento iluminado en pleno bulevar, epicentro de la droga en el barrio. “Para qué ponen el belén si ya hay camellos todo el año”, ironizan.
La intervención del Consistorio con drogodependientes se produce a través del Programa de Mediación Comunitaria del Instituto de Adicciones de Madrid Salud, desarrollado por la Asociación Proyecto Hogar. Según detallan, lo hacen de forma semanal “ante el aumento de personas con problemas asociados al consumo de sustancias”. Cuentan que algunas se encuentran en tratamiento en el Centro Municipal de Adicciones (CAD) de Vallecas, mientras que otras no aceptan iniciar ningún tratamiento.
Algunas de estas personas son también personas sin hogar. Para abordar estos casos indican desde el Ayuntamiento que llevan a cabo una labor de coordinación continuada con el Equipo de Calle 5 y el Programa Istmo del Instituto de Adicciones de Madrid Salud. Asimismo, se coordinan con los profesionales de los centros de Servicios Sociales del distrito. “Esta intervención socioeducativa incluye acciones de contacto, asesoramiento, apoyo, acompañamientos y derivación con relación al consumo de sustancias y las situaciones de exclusión social en las que se encuentran, analizando sus demandas y marcando unos objetivos consensuados de trabajo”, describen.
Los residentes del barrio no son los únicos que sufren esta situación. Muchos negocios también se han visto afectados por el abandono institucional. En este paseo hay dos paradas significativas, una en la copistería de José Luis y otra en una tienda de reparación de televisores. Las historias de ambos explican bien cuál es el punto en el que se encuentran los comerciantes de San Diego.
José Luis vive y trabaja allí, pero no sabe si pronto tendrá que vender su casa. Todas las noches escucha peleas debajo de su ventana que no le deja descansar. No recuerda lo que es dormir con tranquilidad. “Me estoy viendo obligado a irme”, cuenta. No quiere abandonar el que ha sido su barrio durante años, pero se niega a seguir aguantando esta situación. Ha intentado poner en conocimiento del Ayuntamiento de la capital esta situación, pero ha sido ignorado. “Si Almeida tuviera la basura que tengo yo en la puerta, otro gallo cantaría”, comenta resignado.
Los dos hermanos que regentan la tienda de televisores han ido un paso más allá y se han decidido por cerrar su negocio y abandonar su actual vivienda. “No queremos trabajar rodeados de violencia, ni que nuestros clientes tengan miedo de venir”, explican. Desde su escaparate, con vistas privilegiadas al bulevar, observan cada día escenas de todo tipo. “Este verano vimos como mantenían relaciones sexuales enfrente, incluso han defecado en nuestra puerta. Es insoportable”, cuentan. Ellos, como otros muchos ya han hecho estos meses atrás, abandonan el barco: “Nos vamos a quedar sin los comercios de toda la vida y mientras tanto solo abren tiendas 24 horas que lo que hacen es seguir ampliando el malestar del barrio con la venta indiscriminada de alcohol”.
Los datos que explican el deterioro
San Diego, con más de 40.000 residentes, es el segundo barrio más poblado de Puente de Vallecas y uno de los más densos. Casi uno de cada tres residentes es extranjero y el barrio ocupa el segundo puesto de Madrid en porcentaje de población nacida fuera de España. América Latina es la principal procedencia de la inmigración, seguida de África y Asia. Además, es el barrio con más menores de 15 años del distrito, por lo que un importante porcentaje de los empadronados son niños.
Según el Instituto Nacional de Estadística (INE) el barrio figura entre los más vulnerables de la ciudad, solo le supera San Cristóbal, en el distrito de Villaverde. Los ingresos son bajos, hay un alto nivel de desempleo y una gran concentración de familias con menores en situación de pobreza. La renta per cápita ronda los 9.000 euros y uno de cada cuatro menores vive en hogares con ingresos inferiores a 5.000 euros al año. Sus manzanas se encuentran entre las más pobres de la ciudad, según el mapa de rentas del año 2025 publicado por elDiario.es hace unas semanas.
El paro en Puente de Vallecas, donde San Diego se inserta, es el distrito con mayor número de parados de la ciudad. En la actualidad registra más de 16.000 personas sin trabajo, casi el 12% del total de la capital, de las que la mayoría son desempleadas.
Las mujeres no son únicamente el grupo más castigado por el desempleo, también se encuentran amenazadas por la violencia que sufren. Más de 250 mujeres del distrito están registradas en el sistema Viogén. Además, según cuentan los vecinos, se han detectado numerosos casos de sumisión química en discotecas y las agresiones a prostitutas son bastante frecuentes.
“Es evidente el estado de deterioro del barrio”, señalan los vecinos. Aunque las cifras no son alentadoras, desde Kasko Viejo destacan la importancia que tienen las personas que habitan San Diego a la hora luchar contra esta situación. Cuentan con un tejido asociativo importante, aunque cada vez más pequeño, y un sentimiento de unión que se esfuerzan por reforzar.
San Diego es un espejo de la cara más dura de la capital. En todo este entramado apuntan al Ayuntamiento de la ciudad como principal culpable de lo que sufren. Consideran que Ángel Niño, concejal presidente de Puente de Vallecas, no se ha interesado en todos estos años al frente del distrito en conocer su estado ni las preocupaciones de los vecinos. “Ni se le ha visto, ni se le espera”, remarcan. Luis Sánchez, vocal de la AV Kasko Viejo, resume este sentimiento colectivo: “Nos han dejado solos, nos han abandonado”.
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