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Drogas, falta de higiene y abandono: las condiciones de los menores migrantes en Europa

El drama de los refugiados.

Maialen Ferreira

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Abubakar es un niño que con 17 años llegó a Melilla y no quiso declararse menor de edad: “Después de haber salido de mi país, rendirse no es una opción”. Como Abubakar, muchos menores que llegan a Melilla se declaran mayores de edad porque no quieren caer en el limbo y en la eterna espera de estar en el sistema de protección. Temen quedarse anclados a las puertas de Europa, entonces se declaran mayores de edad y se les manda al Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes (CETI). De esta manera, durante este tiempo en el que están ahí, les dotan de herramientas para que tengan una vida adulta independiente. Son menores que no dicen su realidad hasta llegar a la península. Durante 2018 Save The Children en Melilla ha atendido a 281 chicas y chicos que no quieren declararse menores, en su mayoría procedentes de Guinea Conakry, Guinea Bissau, Mali, Costa de Marfil, Sierra Leona, Senegal, Camerún, Argelia y Marruecos.

Usama, a diferencia de Abubakar, llegó a Melilla con 8 años, tras salir de su casa y pasar tres meses en situación de calle. Usama estuvo en calle porque no se sentía parte del centro de acogida de menores: “No encontraba mi sitio. Pensaba que el futuro está cruzando el mar”. Formaba parte de un módulo saturado donde era prácticamente imposible tener una atención personalizada. Con 9 años, se encontraba en situación de abandono, en la que creía que tan sólo sería visible al resto peleándose con otros niños. Para Usama, la única forma de ser alguien era cruzando a la península, ya que, por su posición geográfica les cuesta pensar que Melilla forma parte del territorio europeo. Con Usama estuvieron trabajando para que cambiara su enfoque y volviera a ir al centro para que así pudiera asistir al colegio. Gracias a un acompañamiento individualizado, Usama, quien actualmente tiene 12 años, participa de forma activa en las actividades para que el resto de los que eran sus compañeros de calle puedan ver que existen otras opciones. Durante 2018, Save The Children en Melilla ha recibido a 82 niños y adolescentes en situación de calle.

Estas son dos de las historias de vida de los menores que llegan a las fronteras europeas a diario. Save The Children celebra este miércoles 20 y jueves 21 de marzo en Bilbao el primer Congreso Internacional sobre Infancia en Movimiento, en el que diferentes ponentes expertos en la materia compartirán sus experiencias personales con el objetivo de crear un “espacio de reflexión y debate sobre las distintas vulneraciones y de derechos que viven niños y niñas migrantes y refugiadas en todo el mundo, a lo largo de su proceso migratorio”.

Durante la ponencia “Infancia en Movimiento en Europa: frontera sur de España, Mediterráneo, Balcanes y rutas abiertas en Europa”, la periodista Ane Irazabal; Tatjana Ristic, responsable de comunicación de Save The Children North West Balkans; Sayida Hamed, educadora de Save The Children en Melilla, e Iñigo Mijangos, presidente de Salvamento Marítimo Humanitario, han abordado las cuestiones migratorias relacionadas con el ámbito de los menores de edad desde sus propias perspectivas laborales y experiencias personales. Han querido recordar, además, que la fecha del congreso coincide con el tercer aniversario del acuerdo entre la Unión Europea y Turquía para frenar la llegada de migrantes a Europa.

Para Sayida Hamed, la palabra MENA –Menores Extranjeros No Acompañados- deshumaniza a estos menores, quienes pertenecen “ya de por sí a un colectivo bastante vulnerable” y “estigmatiza a un grupo de niños y niñas que por las circunstancias que se han dado se encuentran en una situación concreta”.

“Son menores extranjeros no acompañados, sí, porque lo son. Pero, personalmente, desde el equipo de 'Save' y, en concreto, desde Melilla, para nosotros son Menores Extraordinarios Necesitados de Amor”, ha indicado Hamed.

Las condiciones en las que viven estos menores al llegar a Europa, ya sea a Melilla, Italia, Grecia o los Balcanes, son parecidas: falta de higiene, enfermedades, drogas, violencia y sentimiento de abandono.

“Los jóvenes durante tanto tiempo en los campos de refugiados no tienen nada que hacer y fácilmente entran a las drogas, entran en el pegamento, en el alcohol, en los cócteles de medicación absolutamente incontrolados y todo eso también desencadena cuadros de ansiedad. Un fenómeno muy típico en Grecia y también en la ruta de los Balcanes esto será de diario, porque son las mismas personas que continúan el viaje. Es un patrón que se va repitiendo a lo largo del viaje y estas personas lógicamente se van desestructurando y van perdiendo todo su futuro en este camino”, ha señalado Iñigo Misanjos.

Por si fuera poco, las instalaciones en las que se encuentran estos menores también dejan mucho que desear: la falta de higiene de estos lugares trae consigo sarna y piojos, desnutrición o mala nutrición, mala calidad de la comida, el agua y la luz se cortan recurrentemente en el campo y no llegan con regularidad, y el agua embotellada no llega al 100% de la población.

Durante 2018 más de 25.000 refugiados y migrantes han llegado a los Balcanes, un 30% de ellos menores de edad. La ruta de los Balcanes es la ruta principal para los migrantes de Siria, Iraq, Irán, Afganistán y Pakistán. Tatjana Ristic ha recogido una serie de testimonios de 1.262 niños y niñas que han sido devueltos a sus países al no ser recibidos en Europa. Ha detallado cómo en esos procesos de vuelta les despojan de su ropa, de sus pertenencias y les tratan como a criminales.

Violencia contra las niñas e intentos de suicidio: los dos grandes tabúes de los campos de refugiados

Según estos expertos, no existen datos oficiales acerca de las niñas que sufren violencia física o sexual durante el viaje, ni durante su estancia en los campos de refugiados. Ristic ha señalado que se trata de “situaciones complejas y difíciles de detectar porque si las hay las mujeres no suelen denunciar y tampoco saben si la violencia la reciben de sus maridos. Por su parte, Mijangos ha recordado un caso ocurrido hace tres semanas en la isla de Chíos, en el que sí que les constaba que una niña fue abusada, pero tras llevarla al hospital el propio pediatra negó que hubiera sufrido ningún tipo de agresión.

“Nos quedamos muy desconcertados, pero es una situación bastante recurrente. El servicio de ginecología es un servicio muy refractario a la asistencia de mujeres migrantes o refugiadas. Es un médico griego, es un hospital público griego y nosotros somos una ONG extranjera en una isla que yo suelo considerar que es como un pueblo del Oeste, entonces hay que andar con cuidado con las cosas que se dicen y cómo se dicen”, ha narrado Misanjos, quien es uno de los marineros del Aita Mari, el barco para salvar refugiados.

La periodista Ane Irazabal, reportera freelance especializada en la crisis migratoria, ha explicado que uno de los fenómenos más graves que están experimentando es la alta tasa de intentos de suicidio en menores refugiados.

“Lo estamos viendo mucho en Grecia y cada vez más en Italia. Hace tres meses conocimos a una madre afgana y su hija, que intentaron suicidarse las dos juntas y fueron atendidas y ahora están bien, pero es un gran tabú y al mismo tiempo consecuencia del aislamiento forzado en el que viven”, ha señalado Irazabal.

Los ponentes han coincidido en que los migrantes y refugiados que llegan a Europa o que tratan de llegar cuentan con una gran capacidad de resiliencia, pero que la transformación más dura la viven en el momento en el que los niños dejan de ser niños y pasan a ser adolescentes, porque empiezan a darse cuenta de la realidad en la que viven, aquella de la que en un principio no eran del todo conscientes y se la tomaban como “un juego de niños”.

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