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Opinión - Vivir sobre un polvorín. Por Rosa María Artal

Moustafa, el refugiado sirio que sueña con aparecer en el libro Guinness de los récords

Moustafa Alkhatib

Maialen Ferreira

Todo su mundo se desmoronó cuando una bomba acabó con su casa y su familia. Ha timoneado un barco con 46 personas abordo desde Turquía hasta Quíos sin tener la mínima idea de navegar. Ha estado atrapado durante meses en esa isla griega, en medio del Egeo, y ha conseguido salir. Tras diversos contactos con la mafia ha llegado a España, su tierra soñada. Y ahora, quiere batir el récord Guinness de mover vehículos con su cabello.

“Puedo cumplir todo lo que me propongo. La gente me llama loco, pero sé que puedo hacerlo”. Son palabras de Moustafa Alkhatib, refugiado sirio de 45 años.

Después de tantos retos inalcanzables conseguidos, si algo define a Moustafa es que jamás se rinde. Parece mentira que tras ese entusiasmo y ganas de vivir se esconda la historia de un hombre que lo ha perdido todo.

“Tuve una vida fantástica. Un buen trabajo en marketing de productos farmacéuticos, una casa, un coche, dinero en el banco y mi familia: mi mujer y mis cuatro hijos. Un día salí de casa al trabajo y cuando volví no encontré mi casa, mis hijos, mi mujer y mi padre habían muerto. Pero vamos, en Siria, con la guerra, es lo normal. Lo que no entiendo es ¿por qué si yo antes vivía como un rey ahora tengo que vivir como un esclavo?”, la expresión en el rostro de Moustafa cambia al decir esas palabras.

Aquel día en la explosión, 25 años de la vida de Mosutafa se redujeron en dos minutos a cenizas. Su mujer, su padre y sus cuatro hijos, el mayor de tan sólo 15 años, dos gemelos de 12 y una niña de 4, perdieron la vida.

“No tenía otra cosa que hacer que salir, porque era muy difícil para mí vivir allí. Por eso busqué la manera de ir a Europa”, así comenzó su aventura de superación y retos para lograr su objetivo: la libertad.

Al preguntar a Moustafa cómo llegó a España, no puede evitar reírse: “it’s easy, with mafia”. Moustafa viajó de Siria hasta Turquía, donde la mafia se prestó a llevarle hasta Grecia a cambio de 1.600 dólares. Sin dinero, la única salida que se le ocurrió fue proponerles un trato:

“Les dije que yo conduciría el barco, la cuestión es que no tenía ni idea de hacerlo, pero era la única manera de salir de ahí gratis”, explica este superviviente de la guerra de Siria.

Y así lo hizo, con 46 personas a bordo, hombres, mujeres y niños, Moustafa se dispuso a recorrer los 16 km que separan Çeşme de la isla de Quios, en Grecia. Un viaje que en condiciones normales se realiza en 30 minutos pero que a causa del oleaje y la falta de experiencia del capitán, duró 2 horas y media.

“No puedo olvidar cuando me miraban (los pasajeros) a los ojos, es como que decían, 'por favor, sálvanos'. Me veían como a un superhéroe. Ellos no sabían que yo no sabía conducir el barco ni sabía lo que estaba haciendo. Yo había escuchado que mucha gente moría en el mar pero por suerte nosotros lo cruzamos”, señala.

Al preguntarle si no tuvo miedo, no puede evitar sonreír: “¿Miedo? Mi corazón estaba muerto, pero tenía que sonreír. Cuando estás en un barco de esos, si alguien tiene un problema, el problema se vuelve de todos. Por eso bromeaba con ellos, nos reíamos. No fue fácil”, cuenta al recordar a los hombres, mujeres y niños que salvó.

Moustafa y el resto de la tripulación llegaron a Quios el día que España firmó el tratado con Turquía, el 20 de marzo de 2016. Ese mismo día entró en vigor el Acuerdo UE-Turquía por el que todas las personas migrantes que llegan irregularmente en las islas griegas serían devueltos al país turco.

“Cerraron las fronteras. Gracias a Dios teníamos esos voluntarios que traían comida, ropa, de todo porque hacía mucho frío y no era fácil vivir ahí. Estuve 10 meses allí hasta que tuve la posivilidad de salir. Cuando hablas inglés, puedes hacerte amigo de los voluntarios, eso hice yo y me pudieron ayudar a salir. Así fui a Atenas”, relata Moustafa con un atisbo de esperanza en la mirada.

En Atenas contactó con otra mafia que le entregó un pasaporte falso de Suiza a cambio de dinero. Así fue al aeropuerto y logro pasar todos los controles sin ser retenido.

“Ya sabes, en cuanto los policías ven a alguien con cara de árabe lo retienen”, explica, “sin ser totalmente consciente me vi dentro del avión y en dos horas y media ya estaba en Barcelona. Libertad”, narra irradiando felicidad.

Una felicidad que no le duraría mucho ya que sin el idioma, sin conocer a nadie ni conocer absolutamente nada del sitio, le resulta complicado ganarse la vida. Por suerte, pudo contactar con algunos de los voluntarios que conoció en Grecia y fueron ello los que le ayudaron a pedir asilo.

 

Ahora, Moustafa está en Bilbao pasando unos días con una amiga pero vive en Córdoba y cuenta con un permiso de cinco años de residencia en condición de refugiado, de los cuales ha gastado dos. Sabe un poco de castellano, lo que le enseñan gracias a las clases que imparte el programa de refugiados pero no lo suficiente como para poder encontrar un trabajo.

“Me quedan tres años con ese permiso y lo más importante para mí es conseguir un trabajo. Me gusta vivir en España porque el clima es parecido al de Siria, la gente es agradable. No la considero diferente a mí. Cuando hable perfectamente español me sentiré como si estuviera en Siria” explica.

Moustafa ha logrado todo aquello que se ha propuesto y ahora lo tiene claro: quiere formar parte del libro Guinness de los récords. Durante su estancia en el campo de refugiados de Grecia, el hastío, la rutina, le llevaron a tener una idea loca pero de la que era seguro que era capaz de cumplir. Pidió a Salvamento Marítimo una ambulancia para realizar su sueño y ellos le prestaron una camioneta. Lo logró, pero eso tan sólo fue el principio.

Como lo ha venido haciendo hasta ahora, no se iba a conformar con eso, sabía que podía más. Y así los de Acnur le facilitaron uno de los autobuses de 12 toneladas que llevan a los refugiados de un campo a otro. 

“Estaba nervioso, no sabía si lo lograría. Al principio, cuando les digo cual es mi sueño todos me llaman loco pero cuando lo consigo, me aplauden. Si consigo aparecer en el libro de los récord, nadie me olvidará ni aunque me muera, mirarán ese libro y todos verán a Moustafa”, cuenta con la esperanza de que su sueño se cumpla.

Hasta la fecha ha conseguido mover una camioneta y un autobús, lo próximo a lo que aspira son un tren y un avión, por irreal que parezca.Además, Moustafa pinta y se dedica a poner piedras en equilibrio. Actividades que empezaron como un mero entretenimiento para que los días en el campo de refugiados de Grecia fueran más pasajeros, pero que le aportan la ilusión necesaria para seguir adelante y no rendirse pese a los obstáculos a los que se ha ido enfrentando a lo largo de su vida.

Un ejemplo de alguna de las obras realizadas por Moustafa Alkhatib:

Este es el vídeo que le grabaron en el campamento de refugiados de Quíos, en el que logró la hazaña de mover un autobús con su cabello. Ahora, su objetivo es que se difunda hasta que llegue a formar parte del libro Guinness de los récords: 

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