Saber escuchar
Si alguna vez lo logramos, hemos dejado de escuchar, y este es uno de nuestros problemas: saber escuchar. Pues escuchando, sobre todo a gente que piensa de otra manera, se aprende. Ese es el mensaje principal de la niña Momo, el personaje de Michael Ende en la novela, para menores y mayores, de mismo nombre de 1973. Quizás estaría bien que se impusiera como lectura obligatoria entre nuestros políticos. De hecho entre todos.
Saber escuchar, aunque puede ser un don, es un arte que también se aprende. Momo tiene una característica no tan peculiar: que a los que escucha se vuelven más ocurrentes, más inteligentes, incluso si son cortitos. “Lo que la pequeña Momo sabía hacer como nadie era escuchar. Eso no es nada especial, dirá, quizás, algún lector; cualquiera sabe escuchar. Pues eso es un error”, escribió Michael Ende (1929-1995). “Muy pocas personas saben escuchar de verdad. Y la manera en que sabía escuchar Momo era única. Momo sabía escuchar de tal manera que a la gente tonta se le ocurrían, de repente, ideas muy inteligentes. No porque dijera o preguntara algo que llevara a los demás a pensar esas ideas, no; simplemente estaba allí y escuchaba con toda su atención y toda simpatía. Mientras tanto miraba al otro con sus grandes ojos negros y el otro en cuestión notaba de inmediato cómo se le ocurrían pensamientos que nunca hubiera creído que estaban en él.” Es decir, que no solo gana el que escucha, sino el que habla, pues también hay que hablar (únicamente escuchar es egoísta).
Casi medio siglo después de aquella obra de Ende, la consultora McKinsey ha publicado su “Guía del Ejecutivo para Escuchar Mejor”. Resumidas, sus recomendaciones son tres: 1. Mostrar respeto. 2. Mantenerse callado mientras el otro habla (80% del tiempo, recomiendan otros, mientras que un estudio científico señala que la mayor parte de la gente no sabe cuando callarse o seguir hablando). 3. Desafiar las suposiciones (los buenos escuchantes tratan de entender -y cuestionar- las suposiciones que se esconden bajo la superficie de cada conversación). Cabría añadir, saber también percibir y atender a lo que no se dice. En el fondo, de eso se trata: de lograr una conversación, personal o incluso nacional, también con sus silencios o sobrentendidos. Incluso una conversación silenciosa a través el tiempo, como es la lectura, especialmente de pensamientos que nos sorprendan. Saber escuchar es también saber leer.
Momo, que ha marcado a varias generaciones de niños y de mayores, es pre-internet, pre-teléfonos inteligentes, pre-redes sociales y pre-aplicaciones de videoconferencias por Zoom, Teams u otros sistemas que se han disparado con la pandemia, los confinamientos y el trabajo en casa. Van a dejar una impronta de distanciamiento social. A través de Twitter no es escucha, más a través de YouTube, aunque no sea propiamente escuchar. Todas estas tecnologías han favorecido, desde hace años, la conectividad sí, mas también las cámaras de eco -en la que uno solo escucha aquello con lo que concuerda-, y favorecido una era de polarización, en la que la gente ha dejado de escucharse.
El votante de Trump no escucha al de Biden, aunque este, ya como presidente, está demostrando tener no solo capacidad de persuasión sino de ser persuadible, lo que le está convirtiendo en un dirigente progresista, que está dejando en la cuneta mucho progresismo europeo y a la propia Europa. Sí, ha aprendido a escuchar una clase media y trabajadora que el Partido Demócrata había abandonado (y que se pasó en una parte importante a Trump). Biden sabe que la necesita para proseguir con su agenda.
Entre nosotros, se escucha poco. A veces se oye, como aquel diputado del PP que increpó con un “¡Véte al médico!” a Íñigo Errejón cuando este empezó a hablar de las derivadas de salud mental de la pandemia (aunque gracias a eso, el mensaje del dirigente de Más País se volvió viral y fue no ya oído sino escuchado por mucha gente). Lejos de la tradición del buen parlamentarismo español y europeo, los debates se han convertido en una sucesión de monólogos, demasiado a menudo con textos leídos.
El reciente debate en el Congreso sobre el estado de alarma y sobre el plan de recuperación y transformación, derivó en eso, en un no escucharse, con lo que nos jugamos como país. Escuchen las preocupaciones de la gente. En eso, el CIS sí es útil: las primeras preocupaciones de los españoles son la situación económica y la pandemia. Con tiempos difíciles por delante.
Estar en campaña electoral -siempre estamos en ella- no es excusa. Y las campañas electorales han perdido atractivo. Quizás no estaría de más hacer de Momo lectura, o relectura, obligatoria para los aspirantes a cargos electos (y no electos), y seguir los consejos del escritor alemán, o en su defecto, los de McKinsey.
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