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De liberal Mas a liberal Rajoy

La V de la Diada. / Edu Bayer

José María Calleja

A estas alturas del partido parece evidente que Artur Mas colmará de frustración a decenas de miles de catalanes al no convocar la sobada consulta y es más que probable que busque la gatera de las elecciones autonómicas urgentes, más o menos anticipadas. Si va solo, y no en compañía de otros, Mas perderá unas elecciones que serán un plebiscito triunfal para ERC, propulsor hegemónico y capitalizador de la ola soberanista a la que se subió Mas hace un par de años por miedo a quedarse fuera del carro ganador de la euforia de la estelada.

Este es el balance político de un liberal –brutal e impune recortador en lo económico y de lo público– que cuando CiU tenía 62 escaños convocó, en 2012, unas elecciones anticipadas, seguro de que lograría mayoría absoluta y que se pegó el batacazo al quedarse en 50. Como para estudiarlo. Él, que presumía de conocer a fondo Cataluña, y prácticamente a todos los catalanes, se estrelló por primera vez al bajar de 62 a 50 escaños y puede pegarse el segundo resbalón al encumbrar a ERC como partido más votado mientras CiU se diluye. Para estudiarlo. CiU se ha ido a negro –algunos de ellos ya lo saben– y son ahora de hecho dos partidos en busca de autor.

Entre medias, se ha producido una fractura en las tripas de la sociedad catalana, en su tradicional y civilizado modelo de convivencia, una quiebra sin precedentes y que no sabemos lo que tardará en suturarse, si es que se arregla.

Se ha cebado, en público, una expectativa de consulta que, cuanto más alto se subía, con más estruendo pensábamos que iba a caer. Se ha engañado a los catalanes con la ansiedad de una convocatoria que no se hará, como sabe Mas desde hace tiempo. Ahora vendrá el destrozo y un nuevo recuento de agravios que coserse en la solapa para seguir irritado.

Estuve el Onze de Setembre en Cataluña. Pude ver gente ilusionada hasta el éxtasis, que parecía tocar con las yemas de los dedos su ansiada independencia. Había también gentes que iban a la manifestación con seriedad, resignados, como cumpliendo de manera obediente la liturgia que se esperaba de ellos en ese clima de opinión efervescente. Vi medios de comunicación que de forma mayoritaria se llevaban el titular puesto de casa, a la hora de la ducha. Lo que sea, parecían decirse, pero que sea V, aunque las obras (¿3%?) y los árboles no nos dejaran ver el bosque de la V como la habían pensado los organizadores.

Hay decenas de banderas en los balcones, cada día más; cada vez menos senyeras y cada vez más esteladas. Hay un ambiente general de odio, rechazo, desprecio, a España, que no hace más que crecer y que antes no existía. Hay un régimen de miradas que no llegan a las vascas de los años más duros, pero que informan del deterioro. Había también, como digo, una cierta resignación en algunos: hay que salir a la calle aunque sepamos que no habrá consulta. Fractura, esa es la conclusión. Fractura social donde antes había convivencia civilizada, ideas frescas y modelos civilizados a seguir.

Han desaparecido de la agenda los recortes en sanidad y educación pública, no existen en el debate político oficial los críos que van al colegio con hambre, lo que debería ser la obsesión de un político comprometido con su gente.

La consulta no se hará, muchos catalanes añadirán una muesca, grande, de frustración a su currículum y el pijo liberal de Mas podrá explicarle al liberal pijo de Rajoy que lo público siempre ha sido un error.

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