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La luz al final del túnel no está en la misma carretera

Los Reyes promocionando el turismo en Las Palmas de Gran Canaria

Rosa María Artal

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Si hay algo claro en este momento de incertidumbres es que la luz al final del túnel no está en el camino al que nos abocan los hasta ahora beneficiados del sistema. La actividad mundial se ha parado por primera vez en la historia, era la forma más efectiva de frenar la pandemia del coronavirus. Un estudio de la ONU cuantifica en el 81% de la fuerza laboral (estimada en 3.300 millones de personas) la que se ha visto afectada total o parcialmente por esa suspensión. Como consecuencia se ha desatado una crisis económica global con algunas mínimas excepciones.  Los países con un tejido más débil son los más afectados.

El FMI prevé para España una caída del PIB del 12,8%, la mayor de Europa junto con Italia, y casi la misma que Francia. En Alemania andará por el 7,8%, con un aumento de décimas solo en el desempleo. Como ya sabemos, España y sus gobiernos apostaron por el turismo y el ladrillo como motor de la economía. La construcción pinchó por los excesos y el turismo ya registraba síntomas de retroceso cuando la represión de la Primavera árabe echó fuera a ese importante competidor en el norte de África. La drástica reconversión industrial dejó a España sin el pilar sólido del que disponen otros países y hoy, además, tenemos una gran dependencia del exterior en la industria. Por si faltara poco, en los años de gobierno de Rajoy, la inversión pública en I+D+i en España bajó un 9.8%, mientras que de media en la Unión Europea subió un 10.5%. Dibujando este vergonzante cuadro. ¿Qué sucede en Alemania? Todo lo contrario, en todos los puntos. ¿A qué así se entiende mejor? La oposición política y los medios a su servicio obvian este contexto deliberadamente.

Son necesarios algunos datos más. El gobierno español ha dado cobertura a los trabajadores con los ERTE. A casi 3 millones y medio. Aún ahora, como destaca el Financial Times, ha extendido esa prestación hasta septiembre a 2 millones de empleados. Introdujo el ingreso mínimo vital que se ha cobrado a partir de este viernes y prohibió el despido durante el estado de alerta. La crisis es mundial, la indecencia política en sus desorbitadas críticas se ceba en España, por añadidura.

Los empresarios se han reunido para pedir lo que quieren en la reconstrucción. Ayudas también, en curioso fenómeno dentro del liberalismo y libre mercado que socializa las pérdidas y nunca los beneficios. El Rey Felipe VI se vuelca con los empresarios y así declara: “Defienden nuestra economía, el bienestar de los ciudadanos y el porvenir de España”. Y la prensa de siempre pone su montaña de arena para apoyar. El Gobierno ha sacado de su pacto de reconstrucción el impuesto a las grandes, a las grandísimas, fortunas (empresarios y quienes viven de las rentas). Y no incluye tampoco la Reforma Laboral. Los ricos tienen quienes les defiendan y el gobierno más progresista que podremos tener en la vida en este país -por el camino que vamos- hace equilibrios en ese alambre sobre el foso lleno de pirañas que conocemos. Mal asunto, ceder otorga el permiso a ceder más, y no es reconocido como un valor.

Los empresarios lo tienen claro, recortes, como en 2008 en la crisis de la que todavía millones de pobres no se han recuperado. El Banco de España, que parece trabajar solo para los empresarios, pide recortes en pensiones y subida del IVA para todos. Sensible diferencia de política fiscal. La trinchera mediática sostiene y aprieta. Es “la clave erdadera” la que se le muestra a Sánchez, nada menos. Dicen en la CEOE que “las crisis no se financian con impuestos”, ellos prefieren -ya lo hemos experimentado largamente- los recortes salariales y las subvenciones públicas. Es su túnel y se lo gestionan ellos. Con la complicidad de varios millones de víctimas sin criterio. Su odio y su ruido taponan la visión de largo alcance.

Hay otros mundos. En Francia, la vicegobernadora del Banco Central, liberal y con el gobierno de centro-derecha de Macron, aventura la posibilidad de que el BCE anule deudas. En la línea del catedrático de economía Juan Torres López cuando propone entre otras medidas que el BCE compre deuda de los Estados para volver a emitir otra perpetua. Soluciones hay. Muchas más de las que parece.

A diferencia de los grandes medios españoles el New York Times escribe un editorial que, en el mismo sentido, va mucho más allá: “Conseguir prosperidad para todos y estabilidad democrática requiere imponer límites a la influencia política que ejercen los ricos. Requiere que el gobierno sirva a los intereses de los gobernados”. Demoledor en sus datos, como pocas veces se ha leído en un periódico de tan gran tirada. Y similar a los artículos e informaciones que en España sí publica el periodismo independiente. Porque dinero hay y no tiene que salir siempre del lado del más débil. También se pueden ajustar prioridades en el gasto en cuestiones que no sean esenciales para el bien común. Sanidad, educación, pensiones, servicios, dependencia entran en ese apartado y, casualmente, son los siempre amenazados de tijera por los que se han apropiado del túnel.

La pandemia de coronavirus ha demostrado el fracaso del capitalismo para resolver los problemas serios de las sociedades. Es la gente corriente el engranaje del sistema, no la economía financiera especulativa. Hace ya al menos una década que los movimientos de divisas producto de bienes fabricados apenas suponen el 10% del volumen financiero. La economía ya no se dedica a “fabricar cosas” y son una serie de “cosas” las que se han demostrado imprescindibles. La salida del túnel pasa por producir lo que realmente necesitamos. El sector sanitario sufrió salvajes destrozos con la tijera del PP fundamentalmente, aunque no solo. La ratio de médicos y enfermeros por países es sonrojante, y explica el enorme sacrificio que ha supuesto para los profesionales mantener la eficiencia, a costa incluso de su salud.

El Banco Mundial, que corrobora la recesión generalizada, salva de ella a pequeños países. Parecen tener en común que han apostado por la agricultura, no son tan dependientes de los servicios, incluso del turismo. Dramática la situación de algunos sectores en España a causa de las medidas contra la pandemia –en algunos casos por haberse agravado una crisis precedente-. Se están disparado los concursos de acreedores. En turismo, en comercio –incluyendo grandes centros comerciales-, y en la industria, como detalla Infolibre. No se puede tomar con frivolidad asuntos que afectan a tanta gente. La vuelta a una normalidad que dista mucho de haber regresado, que puede acabarse si rebrota la pandemia, ha de pasar por una verdadera racionalización de la economía. Millones de personas, muy tocadas algunas, están dispuestos a pesar de todo a seguir viviendo y prosperando con cuanto implica. Y ha de haber actividad para satisfacer sus demandas. Quizás otras diferentes, las que se necesitan. No va a ser fácil.

El mayor éxito del capitalismo es haber conseguido adiestrar a rebaños de fieles dispuestos a luchar por los privilegios de los más desaprensivos –en el caso de España- aun a costa de su vida o la de sus familiares. La luz al final del mismo túnel puede ser un despeñadero para muchos. Se impone extremar la atención. Y, por descontado, mucho mejor darse la vuelta y cambiar de rumbo.

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