Martínez-Almeida, ese señor bajito al que le gustan los símbolos
La escena transcurre en un programa de televisión. Se observa una clase, un grupo de 15 niñas y niños sentados en sus pupitres y a Martínez-Almeida (alcalde de la ciudad de Madrid) de pie, delante de la pizarra. La trama del programa consiste en que los niños estudian el perfil del invitado para luego hacerle las preguntas que irá respondiendo a modo de profesor. Descubren que el alcalde de Madrid es bajito, soltero y no tiene el pelo blanco.
Empiezan las preguntas y llegan las respuestas. Las primeras dentro de lo previsible. Poco a poco, estas se dirigen a temas de actualidad como Madrid Central, la contaminación, los toros, la maternidad subrogada... El político del PP se maneja con tranquilidad y sin dejar de abrazarse a lo que los afines a su partido suelen tachar como 'dictadura de lo políticamente correcto' y el resto nombramos sencillamente como 'tener educación'.
Llega la pregunta de “si cree que lo ha hecho bien Manuela Carmena” y Martínez-Almeida –consciente de lo queridísima que ha sido y es la exalcaldesa– se olvida de la testarudez a la que nos tiene acostumbrados para deslegitimar el 'legado de Carmena'. Delante de los niños, opta por referirse a ella con respeto, cariño y cercanía para decirles que Manuela lo ha hecho lo mejor que ha podido y ha tenido la mejor de las intenciones posibles. Las niñas y los niños sonríen, Martínez-Almeida se siente un 'buen tipo'. De hecho, esa es la imagen de conjunto que puede llegar a ofrecer en los algo más de treinta minutos que dura el programa si no se hubieran viralizado dos de sus respuestas. Ambas dejan claro que Martínez-Almeida no va a ser un alcalde de usar y tirar, que tiene suficientes mimbres populistas como para estar donde está por méritos propios.
La primera de las respuestas que han suscitado controversia fue a la pregunta de cuál es la diferencia entre izquierda y derecha: “Nosotros (la derecha) vamos a poner todos los medios para que seáis vosotros los que decidáis qué queréis ser y la izquierda, sin embargo, va a querer decidir por vosotros”, dijo Martínez-Almeida. Más de la mitad de la clase le desaprobó con un suspenso mayoritario.
No tengo duda de la sinceridad de la respuesta, sí la tengo sobre su veracidad. No creo que visto lo visto, el actual alcalde de Madrid pueda poner el suyo como ejemplo de proyecto político que antepone a las personas y no decide por ellas. La derecha que él representa con su gobierno municipal, en estos poco más de 100 días de gobierno, ha dejado claro que quien decide en Madrid no son, precisamente, ni las vecinas ni vecinos de la ciudad. Es más, al repasar la gestión hasta ahora realizada, es fácil observar como la mayor parte de las medidas adoptadas por Martínez-Almeida en estos cuatro meses van contra los intereses públicos, la salud de las personas y los espacios donde la ciudadanía pueda tomar sus propias decisiones.
El alcalde del PP se ha negado a reclamar los más de 25 millones de indemnización que debía pagar Ana Botella por perjudicar el patrimonio público del Ayuntamiento; va a privatizar el Servicio municipal de Orientación Jurídica gratuita; ha descolgado pancartas contra la violencia de género de los balcones de sus juntas de distrito y le baila el agua a Vox y su cuento de la ideología de género; ha cancelado ciclos de cine y pregones en los barrios, censurado la presencia de artistas en las fiestas y cerrado arbitrariamente la emisión de la radio municipal con formas y descalificaciones lamentables para un representante público; ha emprendido una cruzada irracional y clasista contra el espacio comunitario de La Ingobernable; ha cerrado sin dar explicaciones la Oficina de Derechos Humanos; está retrasando de manera injustificada la tramitación de proyectos urbanísticos elegidos por 45.000 vecinos de las zonas más vulnerables de Madrid; ha eliminado los servicios de dinamización y participación ciudadana que se pusieron en marcha en varios distritos para apoyar la convivencia y... sí, terminará por abrir el acceso a Madrid Central a los vehículos privados.
La lista va a ser interminable para cuando termine la legislatura si nadie de la oposición no lo impide, algo que parece improbable viendo como Más Madrid está más preocupado en lo que les pasa a ellos en política que em hacer políticas sobre lo que le pasa a la gente.
La otra respuesta que se ha hecho viral en las redes sociales, y que más revuelo suscitó entre las niñas y niños, fue cuando Martínez-Almeida dijo preferir donar dinero antes a Notre Dame que al Amazonas. Lo mejor de ese momento es cómo el grupo de chavales trata de convencer al alcalde de que está en un error diciéndole “pero si el Amazonas es el pulmón del mundo” mientras Almeida se reafirmaba zanjando: “sí, pero la catedral de Notre Dame es el símbolo de Europa, y nosotros estamos en Europa”.
La cara de incredulidad de las niñas y los niños me representa. Completamente. Es muy difícil comprender, desde la ingenuidad, que alguien que tiene la responsabilidad pública de velar por el bien común –y que además gobierna sin haber sido el representante político más votado– tenga tan poca capacidad de mirar más allá de sus narices (sus ideas) y abstraerse de la retórica del populismo patriótico que recorre Europa y América contra la globalización. Un discurso anti-derechos que, tras ver las reacciones de las niñas y niños ante las palabras de Martínez Almeida, parece que no cala entre las generaciones más jóvenes que piensan en global y actúan en lo local. Quizá sea por esto por lo que 'la derecha descentrada' está obsesionada con lo de 'adoctrinar'. Quizá es que tienen miedo a que si se educa a las niñas y los niños desde la pedagogía de la empatía y la tolerancia, desde los derechos humanos y por un mundo sostenible se queden sin dogmas ni símbolos a los que recurrir para tener credibilidad y por tanto, sin Poder (hacer lo que les dé la gana a costa de los demás).