Rajoy, el hombre que respetaba a las mujeres
Mariano Rajoy se ha visto obligado a hablar de algo que no le gusta, la igualdad, y de algo que le gusta aún menos, el derecho a la huelga, sobre todo si se la están haciendo a él. Esta vez no ha podido esquivar la pregunta porque se la ha hecho en directo Ana Rosa Quintana. O quizás ha respondido (a la rajoyesca) porque Ana Rosa es una mujer y el próximo jueves es 8M y no había escapatoria. Rajoy será lo que quieras, pero contesta, no se levanta de una silla y se va, si acaso aburre al sillón con perífrasis y lugares comunes hasta que es el propio sillón el que decide marcharse.
Para disimular la falta de pasión por un asunto no hay como usar la palabra “respeto”. Rajoy ha dicho que respeta la huelga feminista y a las que la reivindican porque están “en su derecho”. El derecho y la ley como muro helado donde estrellar los amagos encendidos de un cambio social que es ya imparable.
Hay una gran diferencia entre respetar algo y que algo te queme, te pique, te revuelva. En ese matiz reside la diferencia entre que tomes algo como un reto personal, que luches con vehemencia o que des unas palmadas en unas espaldas, acompañadas por unas educadas palabras de ánimo. A Rajoy le preocupa la igualdad, seguramente es cierto, lo mismo que le puede preocupar la dura existencia del mendigo, los familiares de las víctimas de Franco o las reivindicaciones laborales de los trabajadores de bingo. O sea sí, pero no.
Rajoy nos respeta y nos comprende pero. Hay muchas cosas que arreglar pero. Las mujeres son ninguneadas o injustamente tratadas pero. Su discurso delata cierta incredulidad. Y aquí vienen los hechos: como él mismo ha dicho en la entrevista, en su gobierno y su partido hay mujeres que mandan. Con ese ejemplo personal de sus cuatro altos cargos mujeres y su vicepresidenta y su secretaria del PP quiere conformar la idea de un mundo que avanza hacia el feminismo, en el que no hay que exagerar ni sobreactuar con huelgas porque “vamos en la buena dirección”.
Una dirección en la que él no ha remado demasiado. Heredó la Ley de Igualdad, se ha mostrado contrario a las cuotas, se ve incompetente para arreglar la brecha salarial y son las propias mujeres las que están marcando ahora la agenda. La igualdad no va de experiencias personales, presidente, sino de problemas comunes y políticas sociales. En lugar de respetarnos como se respeta a un satélite, de lejos, haga un esfuerzo por vernos y por oírnos.