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Si regalas un animal, mejor de peluche

José Luis Gallego

“Ya sé qué le vamos a regalar a tu sobrino: como es tan amante de los animales le podemos comprar un perro como el de mi amiga Conchi, más mono…”

Así puede empezar una pesadilla a tres bandas: para el perro, para el niño y para la amiga de Conchi. El año pasado fueron rescatados más de 100.000 perros abandonados por sus dueños. El 40% fueron regalados. Respecto al número total de abandonos resulta imposible dar una cifra exacta, pero podrían superar el cuarto de millón anual.

El abandono de animales es una de las peores manchas en nuestro expediente como seres humanos. Antes de caer en la tentación de convertir a un perro, un gato o cualquier otro animal en un regalo navideño, es necesario tener en cuenta los consejos de las fundaciones y organizaciones que velan por sus derechos y que se resumen en un mensaje que nos recuerdan cada Navidad: un perro no es un juguete.

Los niños no son conscientes de la responsabilidad que conlleva hacerse cargo de un animal de compañía, por eso es necesario hablarlo muy bien con ellos y con el resto de la familia antes de ofrecérselo. Se trata de confirmar entre otras cosas que será bien acogido, que recibirá todas las atenciones que necesita y merece o que podrán destinarle el presupuesto anual que requiere su correcto mantenimiento.

Después de confirmar que la llegada del animal a casa será aceptada por todos, lo primero que hay que saber es que antes de comprar la mejor opción es adoptar: elegir alguno de los animales que están en las protectoras y centros de acogida aguardando una segunda oportunidad para dar y recibir todo el amor que llevan dentro.

Estas entidades, que velan por el bienestar de los animales abandonados y realizan una importantísima labor social al responsabilizarse de ellos, suelen tener webs con imágenes de todos ellos y días de visita para que los posibles adoptantes puedan conocer a los animales personalmente y escoger el adecuado. Una observación particular en este sentido.

Ya sé que se rompe la magia del regalo, pero como ya hemos aprendido que un animal no puede ser una sorpresa, mi consejo personal es acudir al centro con la persona que va a hacerse responsable de él para propiciar el efecto flechazo: un momento que puede ser inolvidable para ambos. Ese gato o ese perro triste y desvalido, acurrucado en el fondo de su habitáculo y al que no hubiéramos prestado atención, puede llevar tal carga de ternura y amor en la mirada que se convierta, a los ojos de su futuro dueño, en el animal más bonito del mundo.

Bien. Ya tenemos a nuestro animal adoptado en casa. Ahora debemos atender un aspecto en el que inciden todas las asociaciones de defensa de los animales, la tenencia responsable: la lista de compromisos que contraemos con él y con la sociedad cuando pasamos a ser propietarios de un perro o un gato. Una serie de responsabilidades que van mucho más allá de destinarle el espacio necesario, cumplir con sus necesidades diarias de atención, alimentación, aseo, ejercicio o las visitas programadas al veterinario.

Porque tal vez muchos no lo sepan, pero al adoptar un animal de compañía estamos sometiéndonos a una serie de normativas legales de obligado cumplimiento. Una larga serie de compromisos legales como el de inscribirlo en el censo de nuestro Ayuntamiento, colocarle un microchip, contratar un seguro de responsabilidad civil, abrir y mantener al día una cartilla sanitaria donde se recoja el plan de vacunación y su historial de enfermedades o, en el caso de que tengamos previsto viajar con él, solicitar el Pasaporte Europeo para Animales de Compañía.

Hay muchas más cosas que justifican el famoso lema de que un perro no es un juguete, por eso me atrevo a recomendarles que si no lo tienen absolutamente claro eviten las sorpresas, eludan caer en responsabilidades que tal vez tengan que lamentar y, si van a regalar un animal, que sea de peluche.

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