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El ruido como estrategia

El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, conversa con la vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría.

Sara Mateos

El apocalipsis va a llegar. Pero en esta ocasión y por desgracia, no lo dice Arrabal. Una horda de pederastas y traficantes de droga inmersos en partidos políticos que merecen la misma denominación, sin distinción, y que pretenden convertir España en una sucursal de la república bolivariana de Maduro, nos acecha.  

El Partido Popular, los únicos demócratas en este mundo apocalíptico, ya saben cómo enfrentarse a ellos. No son en vano un partido revolucionario. Llevan tiempo ensayando la estrategia de la respuesta omnívora ante cualquier pregunta: siempre Venezuela (como antaño otros mantras). Pero las salidas de tono, que ya existían antes de hacerlo Podemos o Maduro, se deslizan hacia la hipérbole excediendo ahora el ámbito político. El contubernio judeo-masónico-comunista-internacional parece resucitar.

Y es que este verano ha sido el de las obscenidades. Inauguró la temporada de soflamas el portavoz del PP en la Asamblea de Madrid, quien definía a Podemos como “un grupo de pederastas, abusadores sexuales y traficantes de drogas”. La penúltima ha sido en Castilla-La Mancha a tenor del pacto de gobierno entre PSOE y Podemos. El minuto de gloria para la también portavoz del PP en el parlamento autonómico, Ana Guarinos. La lindeza, que Podemos “está llena de delincuentes”, desde “pederastas” hasta “defraudadores”, todo ello sazonado con la transformación de Page en el Maduro manchego y “la imposición de un gobierno social-comunista”.

Pero no queda ahí la cosa. El más notable fenómeno de transmutación lo ha sufrido Manuela Carmena, la alcaldesa de Madrid, que cual Stalin, ha puesto en marcha una iniciativa para “adoctrinar bebés” regalando libros.  

Del mismo modo que en días de acuciante calor éste provoca en el horizonte, envuelta en una tenue neblina, la visión del cielo reflejado en el asfalto, esta actitud refleja lo que viene irradiando el CIS, aunque seguramente no terminará con el fenómeno estival. Lo de este verano puede ser sólo la muestra de la línea que van a seguir. La elevación del tono y la zafiedad es directamente proporcional a la bajada en las encuestas. Y lo que están empezando a proyectar no es precisamente un espejismo.

Porque si abandonamos el mundo distópico que nos quieren presentar, lo que la realidad muestra de bruces es un partido implicado en un elenco de casos de corrupción, con resoluciones judiciales que llegan a considerarles organización criminal. Lo que es real, es la imagen del presidente del Gobierno declarando en un juzgado en un caso sobre financiación ilegal del partido del que es presidente. Condición que lejos de avergonzarle, ni tan siquiera impidió que se dirigiera con condescendencia al tribunal.

Por eso necesitan hacer ruido. Oscurecerlo todo y llenarlo de humo, de pederastas o hasta de zombis si llega el caso.

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