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La situación creada tras el ERE al Régimen del 78

Griñán y Chaves durante el juicio de los ERE

Rosa María Artal

La sentencia de los ERE se aúpa en la actualidad como “tema del día”, cuando no deja de ser una evidencia más de la descomposición del llamado Régimen del 78. Durante cuatro décadas, se fue afianzando una forma de gobernar en ciertos territorios como si fueran cortijos regentados por una camarilla caciquil con ínfulas de virreinato. Ocurrió en Andalucía, sin duda, o en el Madrid, Valencia, Galicia o Castilla del PP, o en la Catalunya de los Pujol, por citar algunos que no todos. Lo hicieron amparados por complicidades y silencios. Añadiendo corrupciones a gran escala y de la mayor bajeza –se aprovecharon hasta de colegios o discapacitados- como la Gürtel del Partido Popular. Sin limpiar tampoco instituciones pringadas. La sentencia de los ERE andaluces es pues una condena a ese Régimen endogámico y enquistado, cuyos actores se permiten aún dar lecciones y seguir el baile del “y tú más” en el que diluyen responsabilidades. Y no puede ser. Esto se ha acabado, hay que limpiar a fondo y emprender un tiempo nuevo. Contra su férrea oposición.

Los principales responsables de los desmanes de ese tiempo son los que ahora quieren seguir marcando el debate político. Escuchar los bramidos de Aznar, González, Margallo, Leguina, Corcuera, Rodríguez Ibarra y de su desprestigiada corte mediática, da idea de la impúdica benevolencia con la que se juzgan a sí mismos. Muchos de ellos sí tenían cargos de responsabilidad cuando el mal camino se trazó.

Ahora toca durante unos días, unas horas, abofetearse con las sentencias, pero el tema de fondo es otro, por eso utilizan el más fácil. Toda esa morralla beneficiaria de intolerables desvíos en nuestra democracia se ha propuesto tumbar el gobierno progresista de PSOE y Unidas Podemos antes de que nazca. Todos gozan de privilegios sobre el resto, todos tienen mucho que callar y han callado, por cierto, demasiado. Desde la jerarquía católica española, a los jarrones chinos y tazas de muestrario políticos, a sus periodistas y medios de propaganda. ¿Cuándo les han oído quejarse siquiera de la pobreza, los recortes sociales, el ascenso de la ultraderecha que ya marca su impronta contra las mujeres y hasta contra los niños? ¿Saben que ese Vox, al que lejos de denunciar amparan, se desmarca hasta de la Convención de los Derechos del Niño de la ONU?

Oír a ese oscuro hombrecillo, llamado José María Aznar, hablar de “devastadoras consecuencias” del futuro gobierno, es un insulto a la inteligencia y a la memoria. Elementos esenciales de los que, al parecer, carecen una parte del electorado de su PP y de los que se han derivado de él, no sin razón, como Vox. Él prefiere un pacto de partidos corruptos como el suyo y aquel al que acusará de serlo aún: el PSOE. Sin Sánchez, eso sí.

Aznar, señor de las Azores, que embarcó a España como invitado de segunda en la invasión ilegal de Irak –cuyas consecuencias aún se pagan y seguramente aún se cobran-. La que costó la vida a 600.000 iraquíes y más de 4.000 soldados norteamericanos y a un periodista español y a 7 miembros del CNI. Aznar, el del Yak 42 contra militares españoles. El del Prestige. El que infló la burbuja inmobiliaria de la mano de Rodrigo Rato, padres de endeudamientos y desahucios. El que terminó de privatizar las joyas de la corona económica: ENDESA, Tabacalera, REPSOL, Telefónica y Argentaria, que buen papel nos harían ahora. Las que casualmente pasaron al control de amigos incluso compañeros de pupitre. Marido de la alcaldesa que vendió viviendas sociales a Fondos Buitre, suegro de Agag, cuya hermana aloja en su domicilio fiscal los chanchullos de esos 14 bloques de edificios de la Iglesia que se entregaron para los pobres y de las que se benefician los espabilados. Eso y mucho más. Y sigue aullando y siguen prestándosele oídos y micrófonos.

Aznar y Felipe González pillaron unas buenas puertas giratorias. Sus trayectorias les han desprestigiado. Saben mucho más sobre qué es bueno para sus bolsillos que de qué es bueno para España. González prefirió degradar su legado por esas y otras prebendas. Es marca del Régimen del 78. Los demás se reparten por las tertulias que no buscan luz sino disuasión de la verdad y la crítica, en las que periodistas auténticos creen que deben estar para que se oiga la voz de los hechos.

Y los medios. ABC pregunta ¿Apoyarías un gobierno PSOE, PP y Cs para evitar un gobierno Frankenstein?, tras haber decretado en portada que “La inversión extranjera se lo piensa”, por “Temor a la coalición sociocomunista”, por eso, dice, han puesto sus ojos en Portugal. Ese Portugal con un gobierno socialista que se apoya en el Bloco y en el PC. Su director se sienta a dar opinión en TVE.

Los empresarios que quieren evadir impuestos –a tenor de lo que seguimos leyendo-, temen ese gobierno. La supuesta Seguridad del Estado –seguimos leyendo- también, o serán más bien las cloacas que crecieron en su seno. Son un número ingente, un acoso intolerable que debería dar qué pensar a los ciudadanos íntegros.

Antena 3 remata este lunes con una pieza que presentan como “Escucharemos lo que opinan algunos expresidentes (del Gobierno español) sobre la situación creada después de las elecciones”. Menos mal que incluyen a Zapatero, que la aplaude, pero el encabezado se las trae ¡La situación creada! ¿Y qué pasa con “la situación creada” en gobiernos que ya sientan a la ultraderecha? ¿Y qué “situación creada” hubo con el acuerdo entre PSOE y Ciudadanos? Y así me pregunto hoy ¿Qué hacemos con “la situación creada” tras el ERE al Régimen del 78? Hay tantos medrando bajo su sombra.

¿Qué busca, por ejemplo, la impresentable jerarquía eclesiástica española siempre al lado de los poderosos con sus críticas al acuerdo de gobierno? Dinero. Lo que está en juego no es “la libertad de enseñanza” ni tampoco “el derecho que asiste a los padres para que sus hijos reciban la formación religiosa”, sino si el dinero público tiene que financiarlo“, escribe Ignacio Escolar en este análisis de la educación concertada. La escuela concertadaes un negocio de 6.000 millones de euros al año y dos millones de alumnos.

Los obispos además alientan en la COPE, emisora a cuyo funcionamiento contribuyen nuestros impuestos, una diaria apuesta por la ultraderecha. Algunas afirmaciones son denunciables. Pero deben formar parte de ese delirium tremens de barbaridades en la lucha por la audiencia.

Cómo será lo que pretenden esconder los prebostes del Régimen del 78 para que empleen de tal forma su artillería con tantas mentiras y malas artes. Cómo será no, cómo es.

Calificar al gobierno que se apunta de extrema izquierda es tan falaz como creer honestos a quienes así intoxican. Los calificativos con los que lo adornan –desde bolchevique a terrorista- entran ya en los agujeros mentales de sus propulsores. Igual también en sus carteras. El gobierno lo preside el PSOE con mayor sustento de votos que Unidas Podemos en él. No habrá medidas radicales, aunque pudieran ser necesarias. Pero representa una magnífica oportunidad para abordar un futuro que nos haga despegar de ese terrible lastre con el que cargamos desde hace décadas. Un punto de partida. Pablo Iglesias escribe en el diario británico The Guardian algunas premisas.

Este gobierno es el que quieren tumbar, antes siquiera de constituirse. A cambio de más cimientos de EREs y Gürtel. De más trampas, más miseria, más injusticias. Del “cuanto peor, mejor” tan peligroso e irracional si se cree en la democracia. “La situación creada” indica que la cuerda no da para más. Mucha suerte a los osados políticos que quieren afrontar el reto en estas circunstancias, pero no hay otra: la sociedad española lo necesita como el aire para respirar. Y basta mirar la faz de esos poderes torvos que ponen las zancadillas.

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