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Tapar la mierda con la bandera

Gumersindo Lafuente

No les asiste la legalidad, tampoco la prudencia. Pero les da lo mismo. Prefieren incendiar un partido de fútbol o provocar un conflicto institucional con tal de abrir un debate que tape sus miserables corruptelas. El Partido Popular está especializado en esas artimañas de comunicación. Y ahora lo que toca es acallar los ecos de las confesiones de Marjaliza. Pero su mierda empieza a ser tan grande, tan maloliente, tan extendida, que ni siquiera en Cataluña van a encontrar suficientes banderas para taparla.

Y que no nos vengan con cuentos. La decisión de la muy conservadora Dancausa está absolutamente respaldada por el ministro del Interior y por lo tanto por el presidente Rajoy. No es creíble que un asunto tan delicado, que afecta a Cataluña, en el que está mezclado el Rey Felipe VI, que asistirá a “su” final, se deja en manos de una delegada del Gobierno.

Pero qué se puede esperar de un ejecutivo que premia con medallas a policías que apalean a personas indefensas. De un presidente que se confiesa alérgico a los debates y que siempre que puede huye del contacto con la prensa. De un partido que cree que lo democrático es que les dejen gobernar en minoría por la gracia de dios, seamos serios y demás simplezas sin sustancia.

El Partido Popular, lo estamos viendo, está atravesado por la corrupción. Muy al contrario de lo que dicen sus portavoces, no son unos cuantos casos aislados. Los nombres y los cargos que van cayendo demuestran que tanto en las instituciones, sobre todo ayuntamientos y comunidades autónomas, como en las estructuras regionales del partido, había un sistema plagado de irregularidades. Desde la sede central de Génova a los pasillos de la de Valencia, pasando por los consistorios que han controlado por años en Madrid.

Tienen ministros, consejeros y tesoreros que están o han pasado por la cárcel (Matas, Granados o Bárcenas); otros dimitidos (Soria) o al borde del abismo (Rato); alcaldes imputados, diputados en la cuerda floja... y aún se atreven a dar lecciones a los demás y a pronosticar el Apocalipsis si pierden el poder. Por tener, también atesoran en sus filas a Esperanza Aguirre, un personaje que haría las delicias de David Chase, el creador de Los Soprano. Y ahí están, sin una miaja de vergüenza, calentando debates estériles que al final pueden estallarnos a todos en la cara.

Entiendo que las autoridades catalanas se molesten y hayan anunciado que no asistirán al partido. Sin embargo, creo que lo más inteligente sería justo lo contrario. Deberían ir y protestar con su presencia. Explicarle en directo al Rey, al presidente y a los ministros de turno, que se están equivocando, que el efecto que van a lograr es justo el contrario al que pretenden. Salvo que, en definitiva, lo que en realidad quieran el PP, Dancausa, el ministro de las medallas a la virgen y Mariano Rajoy, sea atizar cada vez más la hoguera del anticatalanismo pensando en un rédito electoral. Y ahí, el que debería decir basta, desde su posición institucional y por el bien de todos, debería ser el Rey.

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