@Retiario estudió biología pero siempre quiso aprender y contar historias reales. En tiempos remotos fue paleontólogo, pero desde hace décadas es periodista y profesor de periodismo. Cree en la ciencia, la tecnología y el poder de la humanidad para cambiar las cosas para bien, si se aplica. Pasa la mayor parte de su tiempo en Internet y es un firme defensor de la pluma (y la red) frente a la espada.
El mamut rubio
Cuando pensamos en los mamuts lanudos, esos enormes parientes del elefante que recorrieron Europa durante las épocas glaciales, nos los imaginamos de color marrón.
Y es razonable, porque este color (un marrón tirando a rojizo) es el que tienen las pelambreras de los mamuts que hemos encontrado congelados en las heladas estepas siberianas; animales que murieron hace decenas de miles de años que el frío ha preservado hasta tal punto que un viejo rumor de paleontólogos dice en en los años 60 y 70 se llegó a servir filete de mamut en algún congreso internacional de la disciplina.
Es obvio que la melena de los mamuts les era necesaria para resistir las bajas temperaturas, pero cada vez está menos claro que el color fuera el que nosotros creemos: el marrón rojizo que vemos en los restos momificados puede deberse a la descomposición post-mortem de los pigmentos del pelo y nuevas evidencias genéticas sugieren que los mamuts lanudos tenían una amplia variedad de colores, desde el castaño oscuro incluso a un ejemplar que podría haber sido rubio.
Lo cual tiene todo el sentido: los colores claros serían un mejor camuflaje en paisajes helados, aunque el tamaño de estas bestias haría que fuese difícil para ellos esconderse de sus predadores.
Lo que sí es probable es que los mamuts lanudos tuviesen dos pelajes, uno de invierno y otro de verano, tal vez con variaciones estacionales de patrón y color. Quizá la Siberia de hace 10.000 años era un paisaje mucho más colorido de lo que imaginamos, con grandes paquidermos peludos de colores variados, incluyendo el rubio.
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@Retiario estudió biología pero siempre quiso aprender y contar historias reales. En tiempos remotos fue paleontólogo, pero desde hace décadas es periodista y profesor de periodismo. Cree en la ciencia, la tecnología y el poder de la humanidad para cambiar las cosas para bien, si se aplica. Pasa la mayor parte de su tiempo en Internet y es un firme defensor de la pluma (y la red) frente a la espada.