Mi amigo Álvaro, que es periodista, suele enviarme algunos enlaces de sus trabajos en la radio. Y aquí está el “pero”: casi nunca los puedo escuchar.
Mi asesora musical de cabecera, Remedios, que siempre responde presta cuando le pido consejo para ponerle música a alguno de mis poemas, me envía por Whatsapp enlaces a vídeos de Youtube para que escuche sus sugerencias musicales, aunque… Tampoco los puedo reproducir tocando dos veces la pantalla de mi smartphone sin más. Al final escribo a mano la búsqueda porque los enlaces compartidos de Youtube no se me reproducen desde la aplicación que hoy pongo “bajo mi foco”.
-¿Has escuchado mi editorial de ayer?
No, Alvarete, qué va, si no pulsas un “intro” antes de copiar el link el Voice Over no lo interpreta como enlace. No lo puedo reproducir. Aclaro, para los legos en la materia, que el voice over es el lector que Apple ha desarrollado para que los ciegos podamos usar sus productos.
Y él, incansable, pulsa la tecla de línea en blanco y copia su enlace de nuevo. Me lo envía.
Verifico la pantalla del móvil escuchando y compruebo resignada, sí resignada, porque ya para qué me voy a “inritar”, que Whatsapp ha obviado esa línea en blanco. El supuesto enlace para mí es transparente.
Consecuencia: me quedo sin escuchar, una vez más, lo que me envía mi amigo Álvaro desde el Westsside de la ciudad.
Solo podré reproducirlo pidiendo ayuda a alguien que cuente con dos ojos plenamente funcionales.
Esta que describo es una situación que vivimos a diario los ciegos que usamos teléfonos móviles inteligentes, ejem, el cociente de inteligencia o de ignorancia, por ser más suave, de quienes desarrollan las aplicaciones sin tener mucha idea de accesibilidad dista mucho de estar en la media. El teléfono será un smartphone, el que desarrolla las Apps me parece que no, porque no se entera de que a los ciegos también nos gustaría usar sus ingenios, esas soluciones inteligentes que tan bonito suenan y más útiles nos resultarían y, de paso, nos facilitarían la inclusión, si alguien se hubiera tomado la molestia de pensar en nosotros.
Lo mismo sucede con los mensajes de audio enviados por Whatsapp. En este caso podemos grabarlos, reproducirlos y pausarlos, pero si los queremos compartir con alguien… ¡Ohmísera de mí y de todos los “dis”! necesitamos ayuda vidente, porque Voice Over no nos lee el botón de “reenviar”. Es frustrante, limitante y engorda. Sí, al final la ansiedad lleva a la ingestión compulsiva de calorías. Y si no tienes un vidente al lado te aguantas y ahogas la pena en una muffing doble chocolate.
Suelo conceder el beneficio de la duda y lo concedo también en este caso, aunque me cuesta creer que los desarrolladores de Whatsapp vivan en esta ignorancia. Sobre todo porque los ciegos comunicamos estas carencias de accesibilidad a las empresas. Somos un colectivo activo. Es bastante desagradable manejar una aplicación tan común y corriente en nuestros días a medias, sin disfrutar de sus opciones y potencial.