El Papa pretende declarar la pena de muerte inadmisible ante cualquier circunstancia
La defensa de la pena de muerte que hace la Iglesia Católica en algunos casos puede tener los días contados. Su Catecismo justifica su implementación cuando “esta fuera el único camino posible para defender eficazmente del agresor injusto las vidas humanas”, en su artículo 2267. “La enseñanza tradicional de la Iglesia –prosigue– no excluye, supuesta la plena comprobación de la identidad y de la responsabilidad del culpable, el recurso a la pena de muerte”. Una tesis muy distinta al quinto mandamiento, “No matarás”, y a la histórica protección de “toda vida humana” de la institución.
Sin embargo, el papa Francisco pretende poner fin a esta defensa, tal y como aseguró la semana pasada durante una conferencia con motivo del 25º aniversario de la aprobación del Catecismo. Bergoglio recalcó, tajante, que “la pena de muerte es inadmisible”. Y no solo eso: anunció que este asunto “debería encontrar en el Catecismo de la Iglesia Católica un espacio más adecuado y coherente”.
“Debemos afirmar con fuerza que la pena de muerte es una medida inhumana que humilla la dignidad personal”, añadió Francisco, quien declaró que esta práctica “es en sí misma contraria al Evangelio, porque se decide voluntariamente suprimir una vida humana que es siempre sagrada ante los ojos del Creador y de la que sólo Dios en una última análisis es verdadero juez y garante”.
“Esta problemática no puede ser reducida a un mero recuerdo de enseñanza histórica sin hacer emerger no solo el progreso en la doctrina y obra de los últimos pontífices, sino también en la cambiante consciencia del pueblo cristiano, que rechaza una actitud concordante ante una pena que socava en gran medida la dignidad humana”, añadió el Papa, quien insistió en que a ninguno le puede ser quitada no solo la vida, tampoco la misma posibilidad de un rescate moral y existencial que vuelva a favor de la comunidad“.
Justifica la pena de muerte en defensa propia
Más que una declaración de buena voluntad, también hubo hueco en las palabras de Francisco para la autocrítica al admitir que “también en el Estado Pontificio, en alguna ocasión, ha recurrido a este extremo e inhumano remedio, descuidando que debe primar la misericordia sobre la justicia”.
“Asumamos las responsabilidades del pasado y reconozcamos que esos medios eran dictados por una mentalidad más legalista que cristiana”, subrayó el Obispo de Roma, quien criticó que, también en la Iglesia, “la preocupación por conservar íntegros los poderes y las riquezas materiales habían llevado a sobrestimar el valor de la ley, impidiendo ir en profundidad en la comprensión del Evangelio”.
Tradicionalmente, la Iglesia ha reconocido que existen circunstancias en las que la pena de muerte podría considerarse defensa propia, y es el único caso en la que estaría justificada, aunque tendría que ser el último recurso posible. Así sucedió, por ejemplo, tras los atentados del 11-S en EEUU o la invasión de Irak, cuando la Santa Sede (que estuvo en contra de la guerra) sí admitió que en algunas ocasiones la “eliminación” de terroristas o francotiradores que disparaban contra la población civil podría ser éticamente admisible.
Ahora, el Francisco da un paso más, y anuncia que, en ningún caso, la Iglesia puede aceptar la pena de muerte, sea cual sea la razón que la motive. “A nadie le puede ser quitada no solo la vida, sino la posibilidad de un rescate moral y existencial que vuelva en favor de la comunidad”, recalcó el Papa, quien lanzó un aviso a los ultraconservadores que pugnan por que nada cambie en la tradición de la Iglesia, hasta el punto de querer declarar “hereje” al líder de la Iglesia.