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La xenofobia también se contagia en esta pandemia

Un voluntario de la Cruz Roja abriga con una manta a uno de los niños llegados en una patera a la costa de Caleta de Caballo, en el norte de Lanzarote, en septiembre de 2020

Mónica G. Salomone /Agencia SINC

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“En muchas partes del mundo el hambre mata más que el coronavirus”, dice la abogada Lala el Mami desde Lanzarote, por teléfono. “Muchos seguirán jugándose la vida en una patera si no pueden venir de otra forma”, añade. El Mami asiste a migrantes que por la pandemia ven interrumpido en Canarias su viaje a Europa; sin un sistema de acogida preparado, miles de ellos pasan días en los muelles. En lo que va de año han llegado más de 16.000 migrantes a las islas, la mitad solo en el último mes.

Es, advierten los expertos, un tipo de situación que alimenta la xenofobia, un fenómeno que la covid-19 puede acrecentar. Instituciones internacionales ya detectan un aumento en incidentes de odio atribuibles más a un “racismo estructural” exacerbado que a unos pocos extremistas.

Investigadores consultados por SINC aseguran que nadie está libre de prejuicios racistas y que el principal peligro está en el discurso que los normaliza. En este texto repasan trampas que lo hacen falsamente atractivo.

“Las conductas racistas no son exclusivas de individuos ignorantes o declaradamente racistas”, escriben los sociólogos de la Universidad de Castilla-La Mancha (UCLM) María José Aguilar Idáñez y Daniel Buraschi. “Son elementos latentes en nuestro horizonte cultural y pueden resurgir fácilmente en momentos de crisis, miedo o incertidumbre”.

La pandemia es uno de esos momentos. Miko Stanek, sociólogo de la Universidad de Salamanca, usa las expresiones “ambiente propicio” y “caldo de cultivo”. El miedo al contagio, a la falta de recursos sanitarios y al derrumbe económico son ingredientes de un cóctel explosivo que fomenta el rechazo al otro. Buraschi habla de “tormenta perfecta”. Hay una “amenaza sanitaria muy potente porque no la ves venir, no la entiendes, no sabes cómo defenderte”.

“En épocas de incertidumbre, y esta lo es, tendemos a sentirnos más seguros con lo que más conocemos, que suele ser lo cercano; pensamos que la amenaza viene 'de fuera'. Tendemos a explicar una situación compleja con algo simple, por erróneo que sea”, apunta Stanek.

Un sesgo histórico

No es algo nuevo, ha recordado en The Lancet el médico e historiador Alexandre White, de la Universidad John Hopkins (EE UU): “La xenofobia ocurrida en relación a la pandemia de covid-19 puede situarse en una historia que retrocede hasta las epidemias del siglo XIX (…). El sesgo contra los no europeos, a los que se culpaba de diseminar la enfermedad, históricamente ha resultado en agresivas medidas racistas y xenófobas aplicadas en nombre del control sanitario”.

White recuerda las duras cuarentenas a que eran sometidos en Europa los peregrinos a la Meca a finales del XIX, o el confinamiento masivo fuera de la ciudad de la mayor parte de la población negra de Ciudad del Cabo en 1901, durante una epidemia de peste.

En los últimos meses, y aun reconociendo que faltan datos obtenidos de manera sistemática, instituciones como la Organización Internacional de Migraciones, la Organización Internacional del Trabajo o la propia OMS han alertado ya de un aumento de sucesos xenófobos en distintas partes del planeta.

“La covid-19 ha exacerbado el racismo y la discriminación”, declaraba en julio Michael O'Flaherty, director de la Agencia por los Derechos Fundamentales de la Unión Europea (FRA, siglas en inglés), en una conferencia telemática organizada por el think tank europeo CEPS (en inglés, Centro para Estudios de Políticas Europeas). “Ha promovido el discurso de odio contra determinados grupos [como asiáticos, musulmanes o gitanos], exacerbando tremendamente las desigualdades”.

Pandemia como pretexto

El boletín de junio de la FRA recopila evidencias de que “la pandemia es usada cada vez más como pretexto para agredir a minorías que ya sufren discriminación racial y crímenes de odio, como los migrantes, los descendientes de inmigrantes y los gitanos, en particular en las redes sociales”.

La FRA cita un mapa interactivo de la organización ENAR (siglas de Red Europea Contra el Racismo), con casi 200 sucesos en Europa entre enero y abril de 2020 que demostrarían “cómo esta pandemia está aumentando y sacando a la luz el racismo estructural existente y las desigualdades en el mercado de trabajo, alojamiento o en el trato que dispensan las fuerzas del orden”.

El mapa —que no es exhaustivo, reconoce ENAR— se basa en noticias en medios de comunicación y en informes de ONG, y recoge agresiones de odio, situaciones en que se restringen derechos básicos —como el acceso a la salud— o casos de brutalidad policial. En España se señalan también la pobreza de los trabajadores que recogen fruta y las manifestaciones convocadas por grupos de ultraderecha.

Las conclusiones de ENAR y la FRA encajan con las del informe elaborado por el Equipo de Implementación del Decenio Internacional para los Afrodescendiente en España, junto a Rights International Spain (RIS), que registra “más de 70 incidentes racistas y prácticas institucionales discriminatorias” en España durante el estado de alarma.

Quienes estudian las actitudes ante el fenómeno migratorio, no obstante, todavía no pueden probar con evidencias que el rechazo se esté agudizando, porque faltan estudios sistemáticos. Aún así Javier Polavieja, sociólogo de la Universidad Carlos III de Madrid, vaticina a medio plazo “una explosión de estudios sobre actitudes xenófobas y pandemia”; en su opinión “la noticia sería que la xenofobia no aumentara”.

“¿En un hotel a gastos pagados?”

El solapamiento de la amenaza sanitaria con otros factores se vio este verano en Tunte, en Gran Canaria, donde los vecinos montaron una barricada para impedir instalar a migrantes que creían infectados —no lo estaban—. El pueblo, que acogía ya hacía tiempo sin problemas a un grupo numeroso de inmigrantes, se quejaba esta vez “por el coronavirus”, recogen las crónicas.

¿Fue Tunte el conato de un gran incendio en preparación? Tras la reactivación a finales de 2019 de la 'ruta canaria' para llegar a Europa, muy peligrosa, en 2020 la llegada de pateras a las islas se ha incrementado enormemente.

En Canarias no hay una red de acogida estable, a pesar de que suelen llegar pateras —a veces, muchas: en 2006 trajeron más de 30.000 personas—. La pandemia ha reducido drásticamente los traslados a la Península y los inmigrantes están siendo alojados en hoteles, a menudo después de pasar días en los muelles con escaso acceso a baños y duchas. Las redes sociales se han llenado de comentarios, no todos positivos.

“¿Por qué? También se benefician trabajadores de hoteles que estaban cerrados”, dice la letrada Lala El Mami. Ella, saharaui, viajó a España por primera vez con ocho años con el programa Vacaciones en Paz y más tarde volvió para estudiar; insiste en que “nadie sale de su país así porque quiere, sino por políticas de explotación y colonialismo”. Y ahora detecta, efectivamente, un “auge del discurso xenófobo” en Canarias.

El periodista Txema Santana, técnico de la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR) en Canarias, define la situación como “tensa, probablemente más por la pandemia”. Él, que informa día a día de la escalada en la llegada de pateras, atribuye las reacciones de rechazo más a la falta de información que al racismo. “Hay que escuchar a los vecinos, explicar, ser transparentes y gestionar mejor. Hace 26 años que llegó a Canarias la primera patera y no se ha pensado en una red de acogida”, dice.

Discurso político normalizador

El caos en torno a las llegadas —cientos de personas hacinadas en muelles— y las redes sociales —información sin contexto y envuelta en comentarios emocionales— son elementos que caldean aún más el ambiente. Pero para los expertos lo más preocupante “es que haya un discurso político que normalice la xenofobia”, dice Stanek.

“Las actitudes hacia la inmigración pueden cambiar muy rápido, y lo que puede provocar ese cambio es el discurso que justifica moralmente la exclusión social”, dice Buraschi, que también trabaja para el Observatorio de la Inmigración de Tenerife. “Muchas personas están dispuestas a excluir al otro, lo que no quieren es ser tildadas de racistas. Por eso, si se acepta un discurso que justifica moralmente la exclusión social, habrá muchos susceptibles de practicarla”.

Un ejemplo señalado por los investigadores consultados son las opiniones que relacionan la alta incidencia de la covid-19 con el modo de vida de los inmigrantes. “Se está usando el juego de echarle la culpa al 'otro', a los de fuera”, denuncia Polavieja. Joaquín Recaño, geógrafo de la Universidad Autónoma de Barcelona, coincide: “Se busca un chivo expiatorio”.

Sergio Carrera, investigador del Centro para Estudios de Políticas Europeas, en Bruselas, observa desde fuera este tipo de mensajes: “Eso es exactamente lo que se dice de España en Europa: que la alta incidencia es por nuestro modo de vida”.

La FRA dedica un epígrafe entero en su boletín de abril a “Declaraciones xenófobas de políticos”, donde se recuerda que un diputado español se sentía protegido porque sus “anticuerpos españoles derrotarán al virus chino”.

¿Seguirá la 'excepción española'?

Una forma de detectar cambios de actitud respecto a la inmigración es a través de encuestas. Los datos así recabados dibujan a España como un país acogedor. El Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) pregunta cada mes a los españoles por los principales problemas del país y la inmigración no figura entre ellos, a pesar de que solo en la última década la población inmigrante ha pasado del 3 % aproximadamente en 2008 al 15 % en 2020.

“Ha sido un proceso vertiginoso pero nos hemos integrado razonablemente bien”, dice la socióloga María Miyar, de la UNED. España es en este sentido una excepción en Europa, donde sí ha aumentado el rechazo a la inmigración. ¿Se mantendrá ahora esta excepcionalidad?

La respuesta podría depender del auge del discurso xenófobo y de la gravedad de la crisis económica. Ya durante la última crisis, y aunque en la encuesta del CIS siguió sin figurar la inmigración como problema grave, Polavieja detectó un aumento de las actitudes antiinmigración: “Por eso es de esperar lo mismo ahora que se juntan pandemia y crisis económica”, afirma este investigador.

Y hay además otro factor: la visibilidad de la parte más conflictiva del fenómeno migratorio. Mientras que la “espectacular” transformación demográfica española ha sido “prácticamente invisible”, señala Miyar, el impacto mediático de las pateras o los asaltos a la valla en Melilla generaría una percepción distorsionada de la realidad.

No es lo que parece

“Las entradas irregulares son una parte muy pequeña de los inmigrantes; la inmensa mayoría llegan con visado de turista, no en patera”, recuerda Miyar.

Un estudio en Canarias corrobora que “en la prensa se habla casi exclusivamente de las entradas marítimas irregulares, cuando la principal novedad de la realidad migratoria canaria es el aumento de personas de origen venezolano”, dice Buraschi.

En las encuestas del CIS en efecto se ve la importancia de los medios. La llegada de cayucos a Canarias en 2006 sí hizo que gran parte de la población considerase la inmigración un problema grave, aunque el número total de inmigrantes apenas cambió ese año. Tampoco ahora son muchas las entradas irregulares. En 2019 la mayor parte de los inmigrantes llegaron en avión, de Venezuela, Colombia, Honduras y Perú.

Para los expertos la solución no es que los medios obvien las llegadas en patera. “Cómo voy a dejar de contarlo —dice Santana—; tratamos con una sociedad adulta”. La solución sería evitar el caos: “Si llegan 400 inmigrantes y no tienes dónde acogerlos, es un desastre; si lo tienes previsto, no pasa nada, no son tantos”, dice Buraschi.

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