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¿Tiene el mundo razones para temer la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca? La opinión generalizada es que sí. Este blog colectivo de eldiario.es vigilará de cerca al nuevo presidente norteamericano y si es preciso hará la autopsia de lo que quede de Estados Unidos.

El plan de EEUU para salvar nuestro “aburrido” fútbol

Los jugadores franceses celebran su victoria sobre Croacia en la victoria del Mundial.

Carlos Hernández-Echevarría

Se calcula que unos 3.500 millones de personas, más o menos la mitad de los habitantes del planeta, han visto alguno de los partidos del Mundial de Rusia. Solamente en España, la final Francia-Croacia tuvo una audiencia de más de ocho millones de espectadores. En EEUU, un país con siete veces más de población, lo vieron por la televisión... once millones. A los estadounidenses solo les interesa el fútbol cada cuatro años y cada vez menos.

Es un deporte que no va con ellos. Demasiados minutos en los que no pasa nada, demasiado tiempo sin pausas publicitarias, demasiados partidos que acaban cero a cero. Por eso cada cuatro años, coincidiendo con la Copa del Mundo, la prensa estadounidense de derechas trata generosamente de ayudar a mejorar nuestro fútbol. Siempre hay varios artículos dedicados a explicar todo lo que está mal en el aburrido soccer y, por supuesto, cómo podría mejorarse. Vamos con un recopilatorio de las mejores propuestas.

Por empezar con uno de hace solo tres días, nos remitimos a un artículo de título inapelable: “Seis cambios que harían el fútbol menos aburrido”. En él encontramos algunas propuestas audaces como eliminar la figura del portero o hacer que algunos tipos de goles valgan doble, pero mi favorita sin duda es la de permitir que todos los jugadores puedan tocar el balón con la mano si están dentro del área.

En muchos consejos este artículo coincide con un clásico del género publicado en 2010: “Haciendo el fútbol menos aburrido: una propuesta modesta”. Además de las habituales sugerencias de añadir más descansos, este artículo tiene ideas verdaderamente revolucionarias para el deporte rey.

Una de ellas es aumentar el tamaño del balón, suponemos que hasta que parezca la clásica pelota de Nivea, o incluso jugar con dos balones a la vez. Otra innovación, propuesta sin duda por un genio, es la de jugar en un campo inclinado para que un equipo lleve ventaja. Pero sin duda mi favorita es la de incorporar al borde del área un tubo de metal corrugado que conecte directamente con la portería y permita marcar goles sin que el portero pueda intervenir.

Hasta la “biblia del capitalismo”, The Wall Street Journal, ha sentido la necesidad de rescatarnos de nuestro aburrido fútbol con propuestas que van desde prohibir el empate a cero hasta autorizar los placajes.

Estas ideas son interesantes, pero la verdadera maravilla está cuando la derecha americana teoriza sobre la ideología del fútbol. Hace sólo unos días, leíamos al gran intelectual conservador Rich Lowry con su “El fútbol es un juego fundamentalmente defectuoso”, pero nunca llegará a la altura de la joya de 2010 “Cualquier aumento del interés por el fútbol es un signo de la decadencia moral del país”, de la provocadora racista Ann Coulter.

Con ese título tan fantástico, Coulter explicaba su rechazo a un juego socialista “donde no cuenta lo individual, sin héroes ni perdedores” y que sólo gusta a las madres izquierdistas porque “el talento atlético influye tan poco que pueden jugar juntos niños y niñas”. Es por todo eso, dice, que el soccer es cosa de inmigrantes y de latinos porque “ningún americano cuyo tatarabuelo naciera aquí ve el fútbol”.

Un deporte izquierdista, lento y aburrido. ¿Cómo puede gustar tanto al resto del mundo? Esto se preguntan muchos estadounidenses mientras cambian de canal para poner el béisbol, un juego en el que los partidos tienen una duración media de tres horas y se para la acción cada minuto. Donde lo único divertido es ver un ‘home run’ y la media no llega a dos por encuentro. Donde los mismos dos equipos juegan tres partidos seguidos en tres días consecutivos. Menos mal que lo llaman “el pasatiempo nacional”, porque el tiempo es lo único que pasa.

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