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La estructura presidencial de gobierno

Primera reunión del Consejo de Ministras

Andrés Ortega

Las estructuras de los gobiernos cuentan, además del perfil de las personas que ocupan los cargos, especialmente el presidente. Pedro Sánchez ha corregido algunas disfunciones anteriores, aunque puede haber generado otras. Más allá de la aritmética parlamentaria, harto complicada en este caso, gobernar es ahora algo mucho más difícil de lo que era en 1978, debido a la mayor complejidad de las cuestiones, la multiplicación de actores (incluyendo privados) y temas, y la pertenencia a una Unión Europea mucho más integrada y que afecta a casi todo. La transversalidad general de muchas cuestiones en la actualidad obliga a coordinar aún más. Y es más difícil coordinar a 17 ministras y ministros (además, y comprensiblemente, con ganas de iniciativas) que a 13. Más aún cuando desde hace ya años (no tantos) una parte del arte de gobernar pasa por el móvil, que multiplica los canales de comunicación, y también las posibilidades de cortocircuitos.

Hay pocas cuestiones políticas que respondan ya a un solo ministerio. Véase la seguridad, por ejemplo, cuando la división entre la exterior y la interior ha desaparecido. O la cuestión catalana de la que se van a ocupar varios ministros y ministerios, además del presidente y la vicepresidenta del Gobierno. En los últimos lustros, ante la complejidad y los conflictos entre departamentos, ha habido una tendencia a concentrar decisiones en el presidente o la presidencia del gobierno. Es algo que ha ocurrido en casi todos los países. El presidencialismo se ha acentuado desde hace años en todo el mundo, y especialmente en Europa como efecto de la integración y de la centralidad del Consejo Europeo. Pero el español no es un régimen presidencialista a la manera de EE UU, ni tampoco de Francia. Ahora bien, en España el presidente de Gobierno, y por eso se llama así, tampoco es un Prime Minister a la británica. Cada vez se presidencializa más.

Acumular tareas en la Presidencia del Gobierno ya no es la solución, aunque la creación y adscripción a la Presidencia de los Altos Comisionados para la Lucha contra La Pobreza Infantil y para la Agenda 2030 se haya hecho para darles más relieve. El concepto clave en los gobiernos modernos es la coordinación. De ahí la importancia de la vicepresidencia, que dirigirá la Comisión de Secretarios de Estado y Subsecretarios, mientras la Comisión Delegada de Asuntos Económicos (que había asumido, pero no atendía el propio Rajoy) la presidirá la ministra de Economía, que se convierte así en una primus inter pares.

De ahí, también, la importancia del Gabinete del Presidente del Gobierno, que, por momentos, ha tenido una labor no solo de asesoramiento al presidente, sino de seguimiento y coordinación del gobierno, de gestión de información delicada -incluida la seguridad (ahora con un departamento mucho más grande)-, de iniciativa e incluso de elaboración de borradores de proyectos de ley. Si a su frente hay un puro estratega político, la función del gabinete podría ganar en influencia en la estrategia política, pero devaluarse en términos de coordinación y propuesta política. Mucho depende de la personalidad de su director y de su relación con el presidente y la vicepresidenta. Ha habido de todo en los últimos 40 años. También en la relación entre el Gabinete y el partido que ocupa asume el Gobierno, en el día al día y en periodos de campaña electoral.

La nueva estructura de este Gabinete ha cambiado bastante respecto a las anteriores. Es la directora adjunta del Gabinete la que ejercerá más esas labores de coordinación, contando para ello con los departamentos de Asuntos Nacionales, Económicos e Institucionales. Toda la estructura de “La Moncloa” puede aumentar en tamaño, lo que indica que no es para seis meses, sino más bien para agotar la Legislatura hasta 2020, como ha señalado Sánchez. Pero esta organización no está exenta de generar más problemas de luchas políticas burocráticas, internas y externas, casi inevitablemente consustanciales a estas estructuras.

Se ha suprimido la Oficina Económica del Presidente que cuando tenía rango de Secretaría de Estado podía entrar, entraba, en conflicto no solo con el director del Gabinete, de igual nivel, sino con los ministros económicos. Es decir, que al haberlo rebajado a una Dirección General, el sistema debe ganar en coherencia. Pero a la vez, en una señal de que el presidente quiere recuperar más presencia suya y de España en Europa y en el mundo, se ha ascendido a Secretaría General (con categoría de subsecretario de su titular y la adscripción de dos direcciones generales) el antiguo Departamento de Internacional, cuyo titular asume, además, la función de sherpa del presidente para las cumbres del G20 y otras. Ello se suma al peso propio de Josep Borrell al frente del Ministerio de Asuntos Exteriores. Pero de nuevo, la acción exterior española es algo de casi todos, incluidos nuevos actores. Es transversal, desde luego en la dimensión europea.

En tiempos (sobre todo de Alfonso Guerra y de Narcís Serra), el Gabinete trabajaba por igual para el presidente que para el vicepresidente que no tenía equipo propio de envergadura. Incluso compartía edificio (Semillas, en La Moncloa). Pero la vicepresidencia ha ido ganando equipo, edificio y envergadura. Incluso llegó a integrar el CNI, un paso lógico porque el Centro Nacional de Inteligencia se ocupa mucho más que defensa en el sentido duro del término, pues aborda también la ciberseguridad, y debería abordar la asignatura pendiente en este país de la inteligencia económica. Su vuelta a depender del Ministerio de Defensa puede representar un paso atrás.

Como decimos, 17 ministerios, más la vicepresidencia, son quizás demasiados. Pero se ha reintroducido cierta racionalidad que se había perdido, algo que pasa cuando un partido lleva demasiado tiempo en el Gobierno, como le ocurrió al PP. Por citar un ejemplo, es lógico que Universidades esté ahora con Ciencia e Innovación. La secretaría de Estado de Agenda Digital queda en el Ministerio de Economía y Empresas, algo mucho más racional que cuando estaba con Energía, Turismo. Pues la empresa española -excesivamente pequeña en promedio- está necesitada de digitalizarse, lo que no significa solo adquirir hardware y software, sino cambiar su cultura y mentalidad.

Y no hay que olvidar que en España el peso de la Administración central lo llevan los subdirectores generales. Son muy importantes, aunque resulten menos vistos o vistosos.

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