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Mujer, transexual y gitana: visibilizando más allá del Orgullo

Jennifer posa envuelta en la bandera romaní en su barrio de Córdoba.

Carmen Reina

Jennifer tiene 26 años, es cordobesa, alta, delgada, de sonrisa amplia, con unos ojos grandes y una piel morena que delatan sus raíces gitanas. Vive en un barrio humilde de Córdoba, donde desde hace unos días, una fotografía suya en un mural de grandes dimensiones en un edificio es espejo de la diversidad de la juventud que lo habita. Imagen para visibilizar, más allá de los días festivos del Orgullo, las historias personales que demasiadas veces se esconden. Imagen dentro de un programa del Ayuntamiento de Córdoba para mostrar a los jóvenes que hacen el día a día de un barrio.

Jennifer nació oficialmente como varón. Pero su identidad sexual era muy distinta. “Desde los tres añitos ya lo notábamos”, cuenta a eldiario.es/andalucia Keta, su madre. Ella y su padre, Rafael, gitanos ambos, acompañan a su hija ante la presentación de la imagen que ahora verá todo el barrio, toda la ciudad. Y más allá. Muestran así el apoyo que esta joven ha tenido de su familia en un entorno privado tradicional como es el de la comunidad gitana. Para demostrar que es una realidad que también existe.

“He tenido dificultades, pero como las de todo el mundo que pase por este proceso”, dice Jennifer sobre su experiencia de tránsito, orgullosa de haberla superado y de haberlo hecho dentro de su entorno. “Me respetan y me quieren. Y están ahí”, sintetiza con una sonrisa sobre el apoyo de los suyos, con sus padres en un primer plano. Un apoyo que también ayuda a visibilizar la realidad, tal y como es, con esta niña que se hizo mujer en una familia gitana y que se siente orgullosa de sus raíces. “No por ser transexual vas a ser menos gitana”.

El camino no fue fácil,  como suele ocurrir cuando de repente se rompen los moldes establecidos. “Yo veía que algo pasaba” relata la madre sobre un proceso que empezó en la más pura desinformación sobre lo que es la transexualidad. “Creí que era homosexual”, dice ahora echando la vista muy atrás, a los tiempos en que estaban totalmente perdidas. Pero en la pubertad, todo empezó a tomar sentido. Después de visitar varios psicólogos, Keta vio un programa de televisión que le ayudó a comprender lo que quizás estaba sufriendo su hija. Y se preocupó por informarse en COLEGA, la Asociación Cordobesa por la Igualdad de Lesbianas, Gays, Bisexuales y Transexuales. “Ellos me informaron bien de todo. Ahí me di cuenta de lo que pasaba”.

La información, en definitiva, liberó a Jennifer y pudo emprender su tránsito. Un camino al que ella quiere dar la normalidad que requiere, pese a labrárselo entre los cánones gitanos. Un camino que no ha hecho sola, “siempre bajo control médico” para afrontar períodos como el de hormonación y las intervenciones necesarias.

“Es necesario que se normalice la situación de todas las personas transexuales, también dentro del colectivo gitano”, reclama esta joven. Por eso, se prestó a realizar una sesión de fotografías para ser utilizadas luego en el mural de su barrio y también un vídeo donde cuenta su experiencia. “Hay que visibilizar a las personas como yo. Que les sirva de orientación. Y que la gente del entorno lo acepte”. Lo dice claramente: “Me gusta que me pregunten. En lugar de que me señalen y me discriminen, que me pregunten y me respeten”.

Ella afronta su futuro con las preocupaciones propias de cualquier otro joven: buscar trabajo. Tiene claro que quiere hacerlo cara al público. Simpatía y extroversión no le faltan. Ahora, después del largo proceso, sencillamente aspira a vivir como una chica más. Y envuelta en la bandera romaní, símbolo del pueblo gitano, Jennifer reivindica su esencia: la de género y la de etnia.

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