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Una aventura en bici de 46.000 kilómetros gira el rumbo hacia los escenarios

Eneko Etxebarrieta con su bicicleta Faustina sobre el escenario.

Natalia González de Uriarte

Vitoria-Gasteiz —

Eneko Etxebarrieta recorrió el mundo durante cuatro años a lomos de su bicicleta Faustina. Atravesó 32 países y además de volver acompañado, tras conocer a Miyuki Okabe -su actual mujer y madre de sus dos hijos- arrastraba consigo un arsenal de vivencias que relatar y mochilas de fotografías y videos con las que ilustrar su historia. Fueron muchas las proyecciones y conferencias impartidas por muchos rincones de España y el extranjero que le permitieron compartir las experiencias acumuladas que necesitaba transmitir. Aún así no quedó del todo satisfecho. Su campaña de difusión se le quedaba corta porque no había llegado a un segmento de público, esencial para él tras el nacimiento de sus dos hijos: el infantil. Fruto de ese anhelo surgió el proyecto pedagógico “Faustinarekin munduratuz-Mundoreando con Faustina” con el que hoy recorre los teatros para contar su aventura a los más pequeños.

Se ha convertido en protagonista de su propia obra y se sube al escenario en cada pase para narrar las andanzas que vivió al lado de su particular Rocinante de metal, su bicicleta Faustina. El vehículo es especial, tiene la facultad de hablar mediante el timbre está humanizada mediante un casco infantil con ojos a modo de cabeza. “Este personaje que fascina a los pequeños les invita a dejar de lado la televisión para hacer algo mucho más interesante y divertido, 'mundorear' con ellos, es decir, conocer el mundo pedaleando. Tras preparar juntos las alforjas con lo indispensable, subirán al Tíbet para encontrarse con una familia nómada y sus yaks, acamparán y pasarán la noche al lado de la Muralla China, cruzarán el desierto, hablarán con aborígenes australianos, conocerán a niños y niñas de diferentes rincones del mundo, y tras vivir multitud de aventuras regresarán a casa con una nueva percepción más real y cercana de nuestro planeta y quienes lo habitan” explica Etxebarrieta.

Del Tibet a Australia con los aborígenes

La expresión teatral está apoyada por imágenes proyectadas en un fondo que muestran los ambientes y los diferentes personajes con los que nos vamos encontrando y con los que interactúa la pareja protagonista. “La música de Bingen Mendizabal y los efectos sonoros amplifican las sensaciones que los niños experimentan”, cuenta Etxebarrieta.

En esta función “el factor pedagógico es clave”. Se fomenta entre los niños un estilo de vida sano, “relacionado con el deporte no competitivo, que promueve el deseo de descubrir y aprender cosas y pone en valor el esfuerzo personal necesario para avanzar”, destaca el fotógrafo vitoriano que revive el viaje cada vez que se abre el telón. “Comunicar a los demás lo que tú has sentido en el viaje es en cierta forma una manera de volver a vivirlo. Confieso que echo de menos viajar, pero de vez en cuando hago alguna escapada. Últimamente he estado en Myanmar en un proyecto fotográfico y en Brasil, con la familia.

Los responsables del proyecto están contentos con la acogida de los chavales y sus padres. “La obra tiene los ingredientes que gustan: exploración, aventuras, culturas diferentes, humor,… y además tiene un valor añadido, se lo cuenta alguien que lo ha vivido. El feedback que me dan es muy bueno, les gusta, tanto a ellos como a sus padres”, asegura Etxebarrieta que ya ha superado el miedo escénico de las primeras funciones. “Ha sido un reto nuevo y muy grande. Reconozco que antes del estreno estaba bastante nervioso pero cuando sales al escenario a contar la historia discurre fluido y funciona muy bien. Con el tiempo y la experiencia vas ganando confianza, claro”.

La obra tiene una duración de 40 minutos y está dirigida a niños de entre 4 y 8 años. Se ofrece en castellano, euskera, inglés y francés.

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