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La crisis cronifica los problemas de salud entre los menores

Contra las toneladas de tareas irrelevantes que los alumnos llevan a casa

Natalia González de Uriarte

Las penurias económicas por las que atraviesan las familias vascas pasan factura a la salud de sus integrantes, incluidos los menores, a juzgar por los datos reflejados en el informe sobre la “Realidad de la infancia y la adolescencia vasca” encargado por el Gobierno vasco. La diferencia en función del nivel socioeconómico no ha pasado desapercibida para los redactores del estudio. Destacan que el 31% de menores de 14 años que sufren alguna dolencia de larga duración- asma, tiroides, alergias, cáncer, ansiedad, depresión o anemia- conviven en familias con dificultades socioeconómicas mientras que la incidencia desciende al 11,6% entre quienes gozan de una situación económica más favorable.

El informe resalta el aumento registrado en el número de menores atendidos en la red pública de servicios de salud mental, que ha experimentado un incremento del 20,3% desde el 2010. La red de servicios de Álava, Bizkaia y Gipuzkoa atendió en 2013 a cerca de 11.400 menores de 18 años, frente a los 9.472 menores asistidos en 2010.

Los datos sobre el colectivo adolescente -de 15 a 24 años- revelan que en 2013 un 10% de jóvenes de esta franja de edad muestra síntomas de ansiedad y depresión frente al 7,5% registrado en el 2007 y el porcentaje incrementa a un 18,4% cuando se trata del colectivo de chicas. 

Diferencias en las posibilidades de tratamiento

Desde la Asociación vasca Pro Salud Mental consideran que este incremento se debe a diversos factores y entre ellos, incluyen “el peso de la crisis”. El psicoterapeuta Pablo Moreno considera que la situación que vivimos desde 2008 a nivel económico-social afecta “muy negativamente” a la Salud Mental de los menores. “En los menores la crisis añade un ‘handicap’ a su desarrollo. Por ejemplo, si la adolescencia como etapa evolutiva de por sí, ya implica diversos problemas adaptativos, además la crisis potencia y multiplica sentimientos de angustia e incertidumbre, aumenta la ansiedad y eleva la dificultad de desarrollo de identidad en la persona. La problemática a nivel de identidad del adolescente puede derivar hacia complicaciones en su salud mental durante su vida. Una parte de nuestros jóvenes menores de 18 años, se ha educado desde la cultura del Éxito, del ”nada es imposible si lo intentas“, con un modelo equivocado basado en esfuerzo-competitividad- recompensa. La crisis elimina la recompensa, desquebrajando todo el esquema que se había desarrollado, y provocando un sentimiento de desesperanza y profunda angustia en la persona”.

Con respecto a la permanencia en el tiempo de los problemas de salud en general de los menores y de salud mental en particular, Moreno advierte que “las condiciones económicas son tristemente un factor que influye en la salud, no solo mental”. En referencia a su ámbito, el de la salud mental, el acceso a uno u otro tratamiento aceleraran la curación o alarga la dolencia. “Es diferente la atención que puede proporcionar Osakidetza, con un número limitado de profesionales, un presupuesto determinado, un tiempo estimado de consulta y número de sesiones por paciente y otras cuestiones, que la atención más específica que puede encontrar un paciente del área privada. ¿Pero quién puede acceder al tratamiento privado? Pocas personas disponen de la capacidad económica que requiere el ámbito privado de la Salud Mental, o del coste de estar asegurado para cubrir estos gastos”, aclara.

Menos vergüenza a acudir a los servicios de Salud Mental

Los condicionantes ambientales también juegan un papel fundamental para evitar que los problemas de salud mental se perpetuen. “La red social del menor que padece un problema de salud mental es diferente si tiene un nivel socio-económico bajo. Los problemas familiares, imaginemos un padre en situación de desempleo, por ejemplo, el clima que debe vivirse en esa casa. Ansiedad, incertidumbre ante el mañana, depresión, frustración y sentimientos de culpa de los padres por no poder facilitar a sus hijos una vida mejor... todo esto unido a las dificultades de la propia infancia y preadolescencia, es un cocktail que entraña un gran riesgo. Mientras que un menor dispone de una seguridad, de un confort, y de mayor número de recursos, el otro vive una situación de adaptación estresante”, destaca Moreno. 

Aun así, este experto advierte de que siempre han existido casos de problemas crónicos en los menores, “lo que ocurre es que al igual que hay mayor distanciamiento entre los 'ricos' y 'pobres' a nivel económico, también la hay en cuestiones de salud. Si analizamos los casos de infartos y problemas cardiovasculares, también han aumentado durante la crisis. Y más en personas con bajo nivel adquisitivo. Es un problema a nivel de salud global, el copago para los medicamentos, las dificultades para cubrir las necesidades asistenciales, etc.”,

El incremento del uso de los servicios de salud mental tiene otra lectura positiva a juicio del psicoterapeuta de la Asociación vasca Pro Salud Mental. Moreno considera que la “ligera ‘desestigmatización’ del concepto tratamiento psiquiátrico-psicológico” ha reducido el temor y la vergüenza de las familias y sociedad en general a solicitar atención en los servicios de Salud Mental. En lo referente a los niños apunta también como otra razón en crecimiento de los trastornos de comportamiento y emocionales. “Podemos observar un aumento de problemas conductuales y emocionales, así como un elevado número de niños diagnosticados con Trastorno de Déficit de Atención. En los adolescentes nos encontramos problemas por consumo de sustancias, también problemas conductuales y emocionales y trastornos desadaptativos”.

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