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El señor de Bizkaia tira la toalla

José Luis Bilbao durante un partido de baloncesto.

Aitor Guenaga

Bilbao —

José Luis Bilbao es un nacionalista por los cuatro costados. Defendió a capa y espada el 'plan Ibarretxe' desde la institución foral, llegando a decir que no había nada más relevante en su acción política que el citado plan. Y es un abonado al “derecho a decidir” de los vascos, que ha vuelto a defender este martes en la intervención en la que ha anunciado públicamente que no repetirá como candidato a diputado general. Es lo menos parecido a un “michelín” en el seno del PNV, en la terminología acuñada por Xabier Arzalluz para referirse a los jeltzales templados que como Iñaki Azkuna, por ejemplo, no comulgaban con las aventuras soberanistas impulsadas por el partido desde finales de los años 90. Hasta que esa estrategia llevó al PNV a perder Ajuria Enea y la centralidad política de un partido que ha pactado con todos a lo largo de toda su historia.

Tras doce años al frente de la institución foral, José Luis Bilbao ha decidido apearse de la primera línea política. Y lo ha hecho sin medias tintas, haciendo gala de esa pretenciosidad y prepotencia que sus enemigos le atribuyen. “Dejo la política de primera fila con la cabeza muy alta” y “los bolsillos de cristal”, ha querido subrayar en un momento en el que los políticos profesionales arrastran la peor crisis de desafección que se ha vivido desde que España volvió a ser una democracia. Entre otras cosas por la corrupción. Bilbao se va sin que le haya salpicado ningún caso de corrupción en todos estos años, aunque ha tenido resbalones en la gestión como el 'caso Azpiegitura', que llevó a los tribunales y que finalmente quedó en agua de borrajas, o el caso de las viviendas modulares del proyecto Habidite de su entonces gran amigo Jabyer Fernández.

El PNV no tiene limitación de mandatos para sus candidatos a la hora de optar a la reelección. Luego Bilbao podía haber repetido de nuevo como cabeza de cartel del PNV en Bizkaia. Su partido le pidio en 2011 que volviera a encabezar la plancha peneuvista, pero en esta ocasión, la nueva dirección peneuvista, comandada por Itxaso Atutxa, ha preferido optar por la renovación, tras “tres décadas al servicio de la diputación como un ejemplo de servidor público”, en palabras de la propia Atutxa.

De hecho, su intensidad nacionalista y su verbo más que incisivo con todo lo que pudiera oler a España, no le ha impedido pactar con los socialistas de José Antonio Pastor cuando ha sido necesario. Propenso a las declaraciones altisonantes (a veces no exentas de cierto tono insultón) y reñido a muerte con el silencio en política, las polémicas le han perseguido (y las ha cultivado con ahínco) en estos 12 años al frente de la Diputación foral de Bizkaia. Amigos que han pasado a ser declarados personas non gratas en la diputación y enemigos irreconciliables, como Jabyer Fernández, con el que mantuvo una relación de amor odio al calor de varios negocios en los que participó la diputación. El abogado de Jabyer, en el juicio, llegó a señalar que su cliente se había “topado con el temido Leviatán, con el inmenso poder del Estado”, en alusión al concepto de poder absoluto que describió Thomas Hobbes en su obra.

Prácticamente nada se movía en la Diputación de Bizkaia sin que el diputado general estuviera al tanto. Con un control férreo de sus equipos y de la política foral, no se puede decir de Bilbao que sea un político que se haya escondido entre las cuatro paredes de su despacho, en la zona noble del palacio foral, en pleno centro de la capital vizcaína. Conocedor de los graneros del partido en un territorio donde el PNV nunca ha perdido el poder, Bilbao ha recorrido la provincia y bajado a la arena para arengar a los suyos o acercarse a los problemas a pie de obra. A veces, vendiendo la piel del oso antes de cazarla, como en el caso de Edesa, en Basauri, donde acudió en plena crisis de Fagor Electrodomésticos para decir a los trabajadores encerrados que la continuidad de la empresa estaba asegurada.

Creyente, Bilbao ha defendido algunos de los símbolos de los vizcaínos como el Athletic de Bilbao o la Amatxu de Begoña como si fueran su padre y su madre. Y ha sabido tocar la fibra nacionalista de su electorado, pese a que eso haya supuesto encabezar polémicas una y otra vez. “Con la selección española vendrían un montón de autobuses con banderas rojigualdas, con aguiluchos”, llegó a comentar cuando se planteó la posibilidad de que San Mamés fuese sede de la Eurocopa en 2020.

Melómano hasta la médula, José Luis Bilbao ha cumplido algunos sueños -como traer a los Rolling Stones a La Catedral o a AC/DC al BEC de Barakaldo. La portavoz de EH Bildu en las Juntas Generales, Irune Soto, ha dicho en alusión a Bilbao que “ya es hora de que se vaya” porque representa un modelo de gestión en política “agotado”. Es probable que sea así. Al igual que Arzalluz salió por la puerta de atrás de Sabin Etxea, dando pasó a un nuevo PNV encarnado por Josu Jon Imaz -un adelantado a su tiempo que tuvo que tirar la toalla para no reventar las cuadernas de su formación- Bilbao abandona la primera línea política con cierto sabor agridulce. Como si dejara el trabajo a medias.

Dice que aspira a “saber no estar” una vez que finalice su mandato. Y que no escribirá sus memorias. Pues para acabar no ha elegido el mejor tono. “A los presentes y a los ausentes: pueden estar tranquilos porque nunca escribiré mis memorias, memorias en las que podrían aparecer personas con sus grandezas y con sus miserias”. En su despedida volvió a agitar el verbo de la polémica al señalar que ha visto a personas “pagando con fajos de billetes sin demostrar su origen” y que ha visto “repatriar dinero de origen deconocido” a otras que luego “van por la calle como unos señores pontifican y dicen a los demás ”lo que está bien y lo que está mal“. Todos ellos pueden dormir ”tranquilos“ porque no lo contará.

Vaya final.

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