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ENTREVISTA
Patricia Simón: “Los líderes reaccionarios persiguen periodistas porque somos un muro de protección de las democracias”

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Alejandro Luque

16 de noviembre de 2025 21:55 h

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Patricia Simón (Estepona, 1983) ha trabajado como reportera en más de 25 países, muchos de ellos sumidos en conflictos armados. Fruto de esa labor es su último libro, Narrar el abismo (Debate), que en tan solo un centenar de páginas plantea cuestiones de notable calado, desde la ética que el periodismo de guerra debe observar a los retos que enfrenta la profesión en la era de las fake news y los nuevos autoritarismos.

Toda la información que hemos tenido sobre Gaza, ese genocidio televisado en directo, no ha podido evitar la masacre. ¿Pasó el tiempo de los medios que podían parar guerras, o nunca han existido en realidad?

El periodismo no ha conseguido parar el genocidio aún, pero sí recoger las pruebas para que algún día sus responsables sean juzgados. Y en un momento en el que la corriente reaccionaria está intentando imponer un régimen de la crueldad y la impunidad, la responsabilidad de periodismo como fuente para la justicia es crucial. Pero, sobre todo, yo me pregunto qué habría ocurrido si Israel hubiese conseguido su objetivo inicial de imponer un bloqueo informativo. Sus dirigentes creyeron que, impidiéndonos la entrada a los periodistas internacionales, lo conseguiría.

Desde su visión supremacista, no imaginaron que los medios occidentales fuesen a dar credibilidad a periodistas árabes. Y cuando se dieron cuenta de que estaban documentando el genocidio y de que sus voces se escuchaban fuera de la Franja, los empezaron a asesinar a la vez que los acusaban de ser terroristas. Gracias a su determinación, a sabiendas de que las fuerzas de ocupación iban a intentar asesinarlos, contamos con las pruebas del genocidio, algún día podrán ser juzgados sus responsables, nadie podrá decir que no lo sabía y se ha generado un movimiento internacional de solidaridad que, durante estos dos años de genocidio, se ha convertido en un dique de contención para la ola autoritaria y en el principal defensor de todo lo que representan las democracias: del derecho internacional, de los derechos humanos, del multilateralismo, de la solidaridad, del humanismo.

En su libro habla de Gaza, que tanto espacio ha ocupado en las noticias, y de Sudán. ¿Qué hace que unos conflictos tengan atención y otros no? ¿Cómo estar atentos a todos los focos?

Hay muchos factores que determinan que un conflicto reciba atención mediática o no. La primera, como vimos con Ucrania o los Balcanes, es la cercanía geográfica y las consecuencias que puede tener para la sociedad del medio en cuestión. Pero también juega un papel crucial el racismo que atraviesa a nuestras sociedades y, por tanto, a la línea editorial de nuestros medios. Entre 2018 y 2019 Sudán vivió una revolución épica, protagonizada por hombres y mujeres de todas las edades, etnias y regiones del país, que consiguieron tumbar el régimen de uno de los dictadores más sangrientos del último siglo. Sin embargo, apenas la contamos, lo que posibilitó que años después, el Ejército y los paramilitares secuestraran la transición democrática y se declarasen la guerra. Así que buena parte de nuestra sociedad solo recibe información de la población sudanesa —como de la yemení, la congoleña o la etíope— cuando muere por la guerra o por hambrunas.

Es otra forma de deshumanización que provoca que, precisamente, cuando informamos de estos conflictos, el imaginario colonialista y racista occidental vea a estas personas como incapaces de vivir en paz y prosperidad. Y que no se interese por los reportajes que los periodistas elaboramos in situ no solo sobre las atrocidades, sino sobre el negocio de la guerra, cómo nunca se ha exportado tanto oro desde Sudán como desde que comenzó esta guerra, por ejemplo. Y la mayor parte lo está consiguiendo Rusia a cambio de entregar armas a los paramilitares para financiar así la invasión de Ucrania.

Patricia Simón en Jenin, Cisjordania.

¿No basta, pues, con mirar hacia quienes sufren? ¿Hace falta ir más allá?

Cuando el periodismo se limita a documentar el dolor de las víctimas, está haciendo entretenimiento. El periodismo consiste en señalar a los responsables y a quienes se lucran con la guerra. Entonces estaremos cumpliendo con la aspiración de justicia de los supervivientes que nos prestan su testimonio y con nuestra función con la ciudadanía a la que nos dirigimos. Así, además, estaremos combatiendo la impunidad y promoviendo que más personas se informen.

Cuando el periodismo se limita a documentar el dolor de las víctimas, está haciendo entretenimiento. El periodismo consiste en señalar a los responsables y a quienes se lucran con la guerra

Parte del casi 40% de personas que evitan informarse en España, pero es un fenómeno global, no lo hace por indiferencia, sino porque se siente desbordada, frustrada, impotente y entristecida ante el aluvión de noticias dolorosas y complejas. Cuando explicamos el contexto y sus promotores mostramos cómo todo tiene una lógica y unas causas, lo que no significa que las legitimemos. Pero rompemos con el relato de la actualidad que a menudo presenta los hechos como fenómenos naturales imprevisibles. Cuando uno de los males de nuestra era es la incertidumbre —que da alas a la corriente reaccionaria y autoritaria—, el periodismo es uno de los mejores antídotos para sentar certidumbre y revincularnos con lo que ocurre en el mundo y en nuestro barrio.

Usted explica muy bien cómo el periodista debe acercarse a las víctimas de una atrocidad. ¿Ha pecado la profesión de insensibilidad en el pasado? ¿Somos ya conscientes de lo vulnerables que son esas fuentes?

No creo que, en general, los periodistas hayan sido insensibles con los supervivientes de graves violaciones de derechos humanos. La inmensa mayoría de quienes se dedicaban y nos dedicamos a cubrir crisis humanitarias y conflictos lo hacemos porque estamos convencidos de que el periodismo es nuestra forma de defender los derechos humanos y la necesidad de construir un mundo más justo y decente. Lo que sí creo es que es necesario que la ciudadanía sepa por qué las víctimas nos cuentan los crímenes a los que han sobrevivido y en los que han perdido a sus seres queridos. Cuando solo te rodea impunidad, prestar testimonio, poner palabras a lo que no lo tiene, es lo más parecido que van a vivir a un proceso de justicia, verdad y reparación. Y aunque sepan que es improbable, hay una última esperanza que nunca abandona al ser humano: que con su relato, alguien, en algún sitio, intente que se haga justicia.

Por eso es tan importante que la ciudadanía se siga informando, siga prestando atención a sus historias. Es una especie de pacto ético en el que al escucharles le está diciendo que sus vidas también son valiosas y también es una forma de darles el pésame por la pérdida de sus seres queridos. Es un reconocimiento de su dignidad. Mientras nos interpele, ocupe y duela la injusticia y el dolor de los ajenos, estaremos preservando nuestra propia humanidad.

Simón en Derna, Libia .

Se habla de la irrelevancia o pérdida de crédito del periodismo hoy, pero al mismo tiempo cada vez más están en el punto de mira de los enemigos de las libertades —y en concreto de la libertad de prensa—. ¿Es la prueba de que el periodismo importa más de lo que nos quieren hacer creer?

La extrema derecha y los nacionalpopulistas dedican buena parte de su esfuerzo y presupuesto a desacreditar el periodismo. Donald Trump nos llama enemigos del pueblo, Orbán, Putin y Bukele han acabado con la libertad de prensa, Daniel Ortega no nos permite entrar en Nicaragua y Milei apoya campañas de acoso contra periodistas independientes como Julia Mengolini. Los líderes reaccionarios que quieren imponer regímenes autoritarios nos persiguen a los periodistas porque saben que somos un muro de protección de las democracias. Así que por supuesto que los medios de comunicación atraviesan una crisis de credibilidad, pero nunca se ha hecho tanto buen periodismo como ahora. El problema es que la maquinaria del odio disfraza de periodismo la desinformación. Y no solo los periodistas, sino toda la sociedad tenemos el deber de diferenciarlos si no queremos terminar viviendo en una autocracia como la rusa o como la que está intentando imponer Trump.

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