31 horas de odisea en un pasillo de urgencias del hospital de A Coruña: “Dejaron tirada a mi madre”
La madre de Marta llegó a urgencias del hospital de A Coruña, el CHUAC, a la una de la tarde del martes 25 de noviembre —el ingreso está registrado a las 13:01—. La mujer, de 75 años, sufría un intenso dolor derivado de una de las subobstrucciones abdominales que padece desde que hace un año la operaron del abdomen para extirparle un cáncer de endometrio. Tras pasar la noche en una camilla en el pasillo, a las ocho de la mañana les comunicaron que tendría que ingresar e incluso les ofrecieron hacerlo allí o en Ferrol, más cerca de su casa. Sin embargo, desde que eligieron quedarse, todavía tuvieron que esperar otras doce horas en el mismo lugar –frente a los ascensores, y sin más intimidad que la que le proporcionaba un biombo en momentos puntuales–. La dirección del hospital asegura que se la mantuvo en urgencias mientras se seguía su evolución.
Marta estuvo todo ese tiempo con su madre. Más tranquila, narra lo sucedido a elDiario.es por teléfono desde la habitación de Cirugía General en la que, una semana después del ingreso, esperaba la comunicación oficial del alta. La “chicarrona” se encuentra mejor y con mucho ánimo. El de endometrio fue su segundo encuentro con un tumor. Antes, veinte años atrás, se las había visto con un cáncer de mama. Desde el verano ya no se somete a tratamientos de radio ni de quimioterapia, pero las secuelas de una intervención tan “invasiva” continúan. En octubre ya tuvo que pasar cinco días ingresada en Ferrol, alimentándose únicamente de suero, para “dejar descansar al intestino”. Esta vez, según cuentan, el dolor —“muchísimo”— sorprendió a estas vecinas de Ortigueira en A Coruña, a más de 120 kilómetros de casa, y por eso acudieron al CHUAC.
“El triaje y la consulta fueron rapidísmos”, rememora Marta, que recuerda que, en el primer momento, se las prometían muy felices con la diligencia de la atención. Hasta que todo se paró. “El servicio estaba saturadísimo”. Ese día, según los datos oficiales, las urgencias del hospital herculino atendieron 468 pacientes, 18 por encima de la media.
La camilla de su madre cambió el box por el pasillo, alineada con otras “siete u ocho” en una zona de especial trasiego, a un paso de los ascensores. Ni una ni otra pegaron ojo esa noche, que Marta pasó sentada en una silla de madera, “la más común que te puedas imaginar”. Durante esa larga espera, a su madre le colocaron una sonda nasogástrica y tuvo que hacer sus necesidades en una cuña, que era cuando “se instalaba el biombo”. En el tiempo compartido en aquel pequeño espacio, Marta, “indirectamente”, se enteró de la historia clínica de varios enfermos, “al igual que ellos y sus familiares se enterarían de la patología de mi madre”, algo que “se supone que es completamente privado”.
“Se vulneró su derecho a la dignidad y la intimidad”, escribió Marta en la queja –una vez se le bajó el “cabreo”– presentó personalmente en la oficina de atención al paciente, tras varios días intentándolo sin éxito a través de la app del Servizo Galego de Saúde (Sergas).
La respuesta del CHUAC a elDiario.es –prácticamente calcada a la que Marta recibió su reclamación– señala que una vez que la paciente, “perteneciente al Área Sanitaria de Ferrol”, fue vista por un facultativo, “se hace interconsulta a Cirugía General que decide realización de pruebas y seguimiento evolutivo en urgencias”. Tras ese seguimiento, “finalmente se decide ingreso en planta para tratamiento conservador” y “no se deriva a su área de referencia”.
La versión de Marta es muy distinta y así la registró en su queja. Asegura que la decisión de ingreso estaba ya tomada a primera hora de la mañana. “Nos lo comunicaron entre las ocho y las ocho y media y nos dieron a elegir entre quedarnos o derivarla a Ferrol”. Durante las doce horas siguientes –el ingreso está registrado a las 20:09h del miércoles–, cada vez que preguntaban al personal por qué todavía seguían en el pasillo, siempre recibían la misma respuesta: que no había camas libres en planta. “Incluso nos dijeron que la señora que tenía que dejar libre la cama para mi madre no se quería ir”. Esa situación, aún hoy, la indigna: “Si no hay camas, que busquen una solución, pero que no nos dejen allí tiradas”.
Marta insiste una y otra vez en que sus quejas son “contra el sistema, contra la organización”, pero nunca contra un personal sanitario que “no puede ser más profesional y más amable”. “Mi madre está encantada con su atención y con sus cuidados” y ella misma quiso agradecérselo con una caja de bombones. “Ellos, que dan el 120% de su esfuerzo, son los primeros perjudicados. El problema viene de arriba”.
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