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Susana Díaz invierte el relato y logra que toda la oposición le reclame un adelanto electoral

La presidenta de la Junta de Andalucía, Susana Díaz.

Daniel Cela

El parlamentarismo andaluz ha entrado en una fase de letargo. La Cámara acaba de aprobar tres leyes consecutivas con un amplio grado de consenso -dos de ellas por unanimidad-, pero los diputados pasean por los pasillos esperando un adelanto electoral que no llega, o que está llegando desde hace año y medio. Incluso a los primeros espadas se les hace largo su turno de palabra. A la presidenta Susana Díaz le sobraron más de cuatro minutos en su réplica al portavoz de Ciudadanos, Juan Marín, y tampoco agotó todo el tiempo para responder a Juanma Moreno, del PP.

Tras las vacaciones de verano, todos los partidos de la oposición al Gobierno de Díaz se lanzaron a una frenética carrera hacia adelante, pensando que el adelanto electoral era inminente. Ahora muestran síntomas de agotamiento, de aburrimiento o de impaciencia. “Está jugando con los andaluces: que si ahora convoco, que si ahora no convoco...”, se le quejó el presidente del PP andaluz, Juanma Moreno, durante la última sesión de control al Gobierno. “Toca que convoque ya las elecciones”, le pidió Antonio Maíllo, el líder de IU. Maíllo ya ha empezado incluso una ruta en caravana preelectoral por todas las provincias andaluzas, acompañado de la dirigente de Podemos, Teresa Rodríguez, candidata de la confluencia Adelante Andalucía a la Presidencia de la Junta.

Fechas electorales tachadas

Pero la presidenta andaluza no convoca. Hay una retroalimentación entre políticos y periodistas parlamentarios que intercambian posibles fechas para unas elecciones que no terminan de convocarse. “Esto está agotado”. “Esto no da más de sí”, se dicen, como personajes de Samuel Beckett en Esperando a Godot. A medida que pasan los días, se van cayendo del calendario fechas que fueron “la” fecha de las elecciones: el 28 de octubre, el 18 de noviembre...

La última fecha tachada del calendario es el próximo 25 de noviembre, por distintas razones, a gusto del interlocutor: porque los sindicatos y organizaciones feministas han advertido al PSOE sobre lo “inoportuno” de ir a elecciones a la par que el Día Internacional contra la Violencia de Género; porque el arranque de la campaña electoral sería la noche del 8 de noviembre, y ese día el PP ha citado a Susana Díaz a declarar en el Senado sobre el caso ERE. “Le han estropeado ese día”, le dice un diputado del Cs a otro del PP, sin ninguna certeza de que la presidenta hubiera pensado en esa fecha para abrir las urnas. O porque Díaz aún necesita un par de Consejos de Gobierno más para esbozar medidas que brillarán mucho en campaña, como el desbloqueo de la autovía del Olivar.

Como el juego no termina hasta que uno acierta, el último Pleno del Parlamento ha vuelto a convertirse en sala de apuestas. La siguiente fecha más plausible, dicen ahora los socialistas, es el próximo 2 de diciembre. Con ese panorama trabajan ahora todos los partidos, que tendrán que esperar al martes 9 de octubre para ver si Díaz lo anuncia ese día (54 días preceptivos desde la publicación del decreto de disolución del Parlamento hasta la celebración).

Quien ha errado ya dos veces en su pronóstico no descarta tampoco que las elecciones sean en febrero. Díaz anunció el jueves que el próximo 8 de octubre habrá una reunión bilateral entre la ministra y el consejero de Hacienda para “concretar” las reclamaciones que la presidenta le hizo a Pedro Sánchez en Moncloa. Ahí está en juego el discurso de una mejor financiación para Andalucía, unos 4.000 millones de euros extra, más la “deuda histórica” del Estado por el déficit de inversiones en esta tierra que, según el Estatuto, deben ser proporcionales a la población (Cataluña acaba de amarrar 1.400 millones con el mismo esquema legal). Se trata de “dinero virtual”, porque es poco probable que se aprueben los Presupuestos Generales de 2019, pero como reclamo electoral para los socialistas sirve.

Este es el pronóstico ahora de altos dirigentes del PSOE y también de miembros del Gobierno andaluz. Pero nada es seguro. Un veterano de la ejecutiva socialista reconoce que en la última encuesta que encargó el partido sobre intención de voto se preguntó a los encuestados si sabían cuándo tocaban legalmente las próximas elecciones andaluzas [marzo de 2019]: el 80% no tenía ni idea. “La gente no lo sabe y además le da lo mismo”, dice este dirigente, convencido de que, a estas alturas, la presidenta de la Junta “ya no necesita un relato que justifique el adelanto electoral”. “La legislatura está acabada, el balance es positivo y la oposición le está pidiendo a voces que convoque. ¿Qué más relato necesitamos”, avisa.

El hastío general sobre este asunto es tan grande, que en el debate ya ni aparecen las razones que beneficiarían un adelanto electoral: que no coincidan con las generales; que no estén pegadas a las municipales de mayo de 2019, para que no condicionen la investidura de la presidenta, como ocurrió en 2015; que los síntomas de desaceleración económica no se agraven; que los primeros tropiezos del Gobierno de Pedro Sánchez no salpiquen demasiado; que no se aproxime a la sentencia de los ERE... “Estamos en la recta final del mandato”, dijo Díaz el miércoles. “Es una recta final larga y cuesta arriba”, bromeó el jueves un consejero en los pasillos de la Cámara.

Cuatro “en la liga de los grandes”

Si las elecciones andaluzas son, finalmente, el 2 de diciembre, el último Pleno en el Parlamento habría sido el último Pleno de la legislatura. “Un Pleno escoba”, bromean en IU, que ha servido para recoger un puñado de leyes que quedaban por aprobar antes de la disolución del Parlamento: la Ley Audiovisual; la Ley contra el Cambio Climático y la reforma de la Ley de Igualdad. Cuando llegue el momento, Susana Díaz podrá hacer balance de una legislatura con una treintena de leyes aprobadas, otros tantos proyectos y decretos de ley y tres presupuestos autonómicos que han dado estabilidad política en Andalucía, cuando otras comunidades -Cataluña, Madrid, Murcia- y el propio Gobierno central han vivido momentos convulsos.

Mientras la oposición se prepara para la guerra electoral, la presidenta andaluza se ha acomodado en un discurso institucional sin réplica, sin contrincante. “Lleva 15 meses anunciando unas elecciones y algún día acertará”, le espetó el jueves al presidente del PP andaluz, Juanma Moreno. Es el segundo duelo dialéctico tras el verano en el que la oposición le apremia a convocar elecciones, y Díaz se toma su tiempo para desgranar políticas en activo de su Gobierno. En las últimas semanas, Susana Díaz ha multiplicado exponencialmente sus viajes, sus actos públicos, sus reuniones con colectivos, sus fotos con ancianos y niños, sus inauguraciones, sus fotos personales en Instagram. Hay hasta fotos de manos de la presidenta -como las de Pedro Sánchez-; las nuevas gafas de la presidenta; la presidenta y su gran amiga (líder del PSOE de Sevilla); la presidenta lleva al colegio a su hijo... Dicen sus rivales políticos que está haciendo campaña electoral parapetada en la agenda institucional de la Junta.

En el PSOE andaluz están preocupados por la volatilidad de la política de estos tiempos, pero ninguna de sus encuestas les dice que vayan a perder las elecciones. Según sus análisis, ellos serán la fuerza más votada, el PP conservará el número dos, no habrá sorpasso de Ciudadanos en la derecha (“ni de cerca”) y la confluencia Podemos-IU entrará a competir en “la liga de los grandes”. Ésta es la liga en la que pelean los partidos que superan el 15% del escrutinio y, por tanto, rebasan el listón que impone la Ley d´Hont a los partidos pequeños.

Ahora muchos votos de IU que antes “iban a la papelera” sumarán con Podemos para quedarse con la bolsa de restos que les arrebataban los grandes partidos. La alianza Adelante Andalucía devuelve la vida a los votos de IU donde antes prácticamente no existían, en las circunscripciones más pequeñas: Jaén, Huelva y Almería. Aún así, el PSOE palpa desencanto en las filas de “la vieja IU, descontenta con el pacto con Podemos”, y prevé una caída de 130.000 votos respecto al resultado que lograron juntos en 2015.

Los cuatro partidos que pugnarán en las próximas elecciones superarán ese listón del 15% del escrutinio -Cs tiene actualmente un 9% de electores- y volverán a dividir el Parlamento andaluz en dos grandes bloques ideológicos: la derecha y la izquierda. El peso de uno u otro lado definirá el tipo de Gobierno en la próxima legislatura. Toda la oposición se va a volcar en subrayar los 37 años ininterrumpidos de socialismo andaluz en el poder, prácticamente como si fuese un régimen impuesto de la nada, y no fruto de elecciones ganadas por el PSOE y perdidas por el resto desde 1982. Susana Díaz afronta estos comicios como si la vida política del Gobierno hubiera empezado hace cinco años -desde que ella es presidenta- y no 37. De todos los políticos de la Cámara, ella es la única que parece no tener pulsión electoral, “como si las elecciones fueran dentro de cien años”, dice una mujer de su Gobierno, “como si prefiriera que fuera a votar menos gente”, avisa un líder de la oposición.

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